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Podcast - Andrés Neuman sobre María Moliner
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Podcast - Andrés Neuman sobre María Moliner

#9 | Sobre "Hasta que empieza a brillar", de Andrés Neuman
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Laura Gentile y Mariela Sexer entrevistaron en Libros con Ñ, por CNN radio, a Andrés Neuman, sobre su novela Hasta que empieza a brillar, donde cuenta de la notable vida de María Moliner.

Confieso mi ignorancia previa y mi deslumbramiento final. Tenía al “Moliner” como un diccionario al cual se citaba muchas veces, pero desconocía totalmente la persona que lo había escrito —tampoco imaginaba que una personas podía escribir todo un diccionario—, las condiciones en que lo hizo y lo que esa obra representó en la cultura de habla hispana. De todo eso me enteré en esta maravillosa entrevista que ahora compartimos con ustedes. Maxikiosco está agradecido a las compañeras Laura y Mariela y a la locuacidad comunicacional de Andrés Neuman. Disfruten.

Vamos a hacer una entrevista a una persona que está del otro lado del Atlántico, es argentino, pero vivió casi toda su vida en España. Estamos hablando de Andrés Neuman, que es escritor entre muchas otras cosas y su último libro es Hasta que empieza a brillar, una biografía de María Moliner editada por Alfaguara. Hola, Andrés.

Hola, ¿qué tal? ¿Cómo están? Un gusto escucharlas.

Hacer un diccionario, que es lo que hizo María Moliner, es como como nombrar el mundo. La novela te hace tomar otra dimensión de lo que es acometer esa tarea. De la parte literaria y poética que implica. Y este lo hizo una mujer sola durante 15 años, ¿Cómo te decidiste a buscar en su biografía, a ponerte a escribir una otra biografía sobre ella?
Sí, en primer lugar la idea era hacer una novela protagonizada por el personaje de María Moliner que me parece una de las grandes figuras de la historia de la cultura en nuestra lengua. Efectivamente, María Moliner, aparte de otras cosas que ahora comentaremos, hizo un diccionario colosal que se publicó en los años 60 y que le llevó casi dieciséis años, que se componía de 80 000 palabras y que lo hizo sola en su casa de manera prodigiosa.

Sin computadora.
Sin computadora y sin ayuda y sin oficina, sin despacho y casi sin equipo. Más allá de su sensacional inteligencia y una capacidad de trabajo y de disciplina verdaderamente insólitas, fue una gran bibliotecaria y archivera y la capacidad para fichar, catalogar y reordenar es precisamente lo que la ayudó a completar materialmente una proeza como esa que es escribir a mano un diccionario entero. Ahora bien, además de nombrar el mundo palabra por palabra, que en efecto es una empresa poética y filosófica verdaderamente singular, se trató en este caso de redefinir el mundo, porque lo que ella hace es contestarle palabra por palabra a la Real Academia Española. Oponerse a sus definiciones, disputar el sentido de las palabras y algo que es especialmente hermoso que fue inventar los ejemplos de uso. El diccionario de María Moliner es un diccionario de uso, es decir que nos da ejemplos de cómo utilizar las palabras, además de definirlas. Y a la hora de dar ejemplos de uso, la norma habitual era la de citar grandes plumas de la historia, de la literatura, para ejemplificar el correcto uso del idioma. Y lo que hizo María Moliner fue mucho más revolucionario. Sus ejemplos de uso están tomados de la calle, del mercado, de su familia y sobre todo son ejemplos inventados en los que ella procede como una escritora o como una poeta. El hecho de que una mujer en plena dictadura franquista, en la soledad de su casa, se atribuyera el derecho pleno de ejemplificar la lengua entera es un modo de ampliar los derechos de cada hablante y de bajar a la calle y a la vida cotidiana el patrimonio de la lengua y sacarlo del ámbito meramente del comité de expertos y de la academia. Entonces fue una empresa, no solamente hermosa y colosal, sino que también tenía una especie de derivada política, que es preguntarse qué quiere decir la lengua y a quién le pertenece.

¿Vos pensás que era consciente de esa parte revolucionaria, o desafiante?
Ese diccionario es su gran obra, pero, como digo, no es la única porque María Moliner fundó casi 200 bibliotecas, Fue bibliotecaria, inspectora de bibliotecas rurales y durante la Segunda República en los años 30 contribuyó a vertebrar su país a través de las bibliotecas populares y rurales, un poco en la línea de lo que Lorca hizo con "La barraca" y el teatro que era llevar el teatro a todos los pueblos del país. Las misiones pedagógicas de María Moliner hacían lo propio con los libros y las bibliotecas, pero tan consciente era de esa especie de empresa democratizadora de la cultura que en el verbo "contestar" —porque este es un diccionario contestatario y esta es una de las citas que inicia la novela—, ella le recuerda a la Real Academia Española que se habían olvidado de definir contestar como "desobedecer o desafiar una autoridad" y entonces ella define "contestar" de la siguiente manera, lo voy a leer textualmente para que no quepe duda del nivel de conciencia y lucidez de esta mujer: "Contestar", dice María de Moliner, "Acepción usual, pero no incluida en el diccionario de la Real Academia Española. Oponer a alguien objeciones o inconvenientes a lo que se le manda o indica. Ejemplo de uso, haz lo que te dicen y no contestes". Entonces, la ironía, el sentido del humor y digamos, el sentido lúdico a la hora de desafiar la autoridad es una constante en el diccionario de Moliner, pero también es una obra de una enorme profundidad emocional. La definición de amor para la Academia en los años 50 y 60 era "la obtención del bien verdadero". Esto era muy confuso porque no se cosa sabía qué era el bien verdadero y sobre todo quién lo determinaba, (supongo que la academia misma). Era una especie de definición evangelizadora. Y María Moliner baja a la tierra el amor como bajó la tierra a cada uno de los conceptos complejos o abstractos de la lengua y dice: "Amor es el sentimiento entre dos personas y que se manifiesta en tres cosas: desear la compañía de alguien, alegrarse con lo que es bueno para esa persona y sufrir con lo que es malo".

Qué genial.
Y esa definición empática y completamente sensata, que es casi un consejo de vida contra los amores tóxicos, se ve completada por los ejemplos de uso. La academia de la época siguiendo la escuela que imperó durante tanto tiempo de "la letra con sangre entra", el ejemplo de amor de la academia era los padres castigan a sus hijos con amor.

Ay, por Dios. Tipo "si te pego vas a aprender la lección", ¿no? "A mí me duele más que a vos".
María Moliner sustituye ingeniosa y sutilmente el verbo castigar por otro verbo que empieza también por la letra C, que es corregir y dice, "Los padres corrigen a sus hijos con amor."

Es toda una postura de vida, ¿no? Hasta en lo que elige nombrar y decir y comentar está dándote una definición y en el primero que dijiste, el primer ejemplo el del verbo contestar, hay una ironía que da un giro como muy elevado porque te dice, "Vos me decís que haga esto, pero no lo voy a hacer y te digo que te lo estoy haciendo".
Y dense cuenta además de que lo hace una época de dictadura y censura, es decir, no solamente discute en un país que es machista. Hay como varios autoridades, la cultural, histórica, patriarcal, como querramos denominarla, que es como un contexto general. Después está la coyuntura política concreta de España, que está en mitad de una dictadura con una censura muy fuerte y después está la autoridad, digamos, técnica, específica, lingüística de la Real Academia. Y es con esas tres autoridades con las que discute María Moliner. Pero es que María Moliner, que tuvo una vida fascinante, llena de adversidades, de luces y de sombras y un poco lo que me interesaba narrar en la novela era cómo la vida entera de doña María, desde que es niña hasta su madurez, la conduce a escribir este diccionario y al mismo tiempo propongo una relectura más literaria, más poética de su diccionario como un modo de conocer mejor su vida; es decir que su diccionario cuenta su vida a través de las definiciones de las palabras y los ejemplos de uso y su vida la conduce naturalmente al diccionario. Entonces, se trataba de narrar el vínculo entre vida y obra, entre experiencia íntima y diccionario. Cuando mientras va narrando la historia de ella, esto primero sirve para para contar toda una historia de España desde la Segunda República hasta el advenimiento de la democracia.

Había también una especie de progresismo en la educación que existió con el Instituto de Libre de Libre Enseñanza en donde ella estudió. Después, un desprendimiento de eso fue la residencia de estudiantes que uno conoció porque sabe que ahí Dalí conoció a Lorca y que ahí también estuvo Buñuel. ¿Qué intención pedagógica tenía?
Lo fascinante del caso Moliner es que por un lado es una vida singularísima y yo les diría que ahora irrepetible, porque no hay ningún otro ser humano, en ninguna época, en ningún país, en ningún idioma que se le haya ocurrido escribir un diccionario entero y lo terminase con semejante brillantez. No hay un caso igual, estamos hablando de la lexicógrafa más grande de todos los tiempos, de la historia de la humanidad. Pero además, si se contextualiza generacionalmente, históricamente, como como bien señalaban ustedes, tenemos primero que María Moliner nació en el año 1900, redondo. Es de la generación de Borges, de Lorca, de Alberti. Ella solía decir, "Soy tan vieja que nací en el año cero." Entonces, efectivamente, su vida corre casi enteramente el siglo XX y eso es lo que se propone contar la novela, cómo su vida es representativa de su generación y de su siglo y su generación efectivamente es la de la generación del 27 y de esas mujeres que corrieron en paralelo a los poetas del 27 que hoy conocemos como las "sin sombrero", que iban sin sombrero para desafiar la convención y la moda imperante; era, digamos, como una especie de desafío al protocolo. Entonces, las "sin sombrero" eran Rosa Chacel o María Zambrano que se exiliaron en Latinoamérica, una en México y otra en Buenos Aires, durante la República; Carmen Conde; una serie de mujeres que fueron las primeras mujeres "modernas" de la historia de España. Se produjo un diálogo muy lindo entre orillas, con las exiliadas, del que forma parte el diccionario que es menos centralista, menos iberizante, menos, digamos, colonial que el de la Real Academia Española, porque claro, lo hace una mujer, lo cual ya es una anomalía histórica en la época, pero lo hace además una persona que no era de clase alta, que no era de alta cuna y cuyo padre, además, y esto me pareció extraordinario, la abandonó cuando ella tenía 12 años y se fugó a Buenos Aires. El padre de María Moliner desapareció en Buenos Aires, como dice el tango, "desde que se fue nunca más volvió", y así tal cual hizo el padre de María Moliner, que era médico de a bordo en uno de esos transatlánticos que iban desde Cádiz hasta el puerto de Buenos Aires, cuando el puerto de Buenos Aires era el puerto de los puertos de la lengua y en uno de esos viajes no volvió más. María Moliner no solamente no era de una familia adinerada, sino que su padre al desaparecer la deja sin ningún tipo de recursos. Eran muchas las periferias desde las cuales María Moliner emprende la batalla final, que es decir, bueno, si no me dejan trabajar en lo mío, si me represalian, si me degradan dieciocho niveles en el escalafón administrativo, —que es lo que le pasó a cuando ella fue a la guerra civil—, voy a encerrarme a repensar la lengua palabra por palabra. Y a fe que lo logró porque cuando su diccionario se publicó en tomos a finales de los años 60, supuso, como bien decían, una revolución, un cambio de paradigma en los diccionarios y un cambio muy grande en la Real Academia Española que llegó a nominarla para ser la primera mujer en la historia que ingresase en la institución en una votación muy polémica del año 72. Ella perdió esa votación y fue rechazada, pero eso a su vez supuso tal escándalo que muy poco después la academia tuvo que abrirle la puerta a las mujeres, así que de algún modo esa derrota de María en esa votación supuso el derribo final de una institución que le cerraba las puertas a la mitad de la humanidad. Así que hasta las derrotas de María Moliner fueron útiles para la comunidad.

Vamos a decir que cuando se dice que lo escribió en su casa, que tenía cuatro hijos, ¿no? O tres.
Cuatro, cuatro. Cuatro hijos, no es solo no es que era una señora que estaba en su casa solitaria, En nada. Era una mujer trabajadora, lo cual hace más de cien años era extraordinario. Ella no quería un marido, quería un sueldo. Y lo consiguió a los 22 años y su hermana Matilde le decía, "Ay, mamá no tuvo suerte en el amor." Y doña María le contestaba, "Mamá no tuvo presupuesto en el amor." Entonces, ella consiguió el sueldo muy rápido, después se casó y además se casó bien porque su marido era un hombre interesantísimo. Profesor de física, traductor de Einstein, con el cual tuvieron cinco hijos y desgraciadamente perdieron a su primera hija, que además se llamaba María y que fue la primera, así que María perdió a María y así se inició en la maternidad y ese dolor de perder a su primogénita la acompañó toda la vida hasta el punto de que en su diccionario para definir madre, lo define como una mujer que tiene o ha tenido hijos. Y al introducir ese pretérito tan conmovedor, está nombrando la experiencia de mucha gente, por desgracia y más en la época, y es una experiencia que no tiene nombre, la orfandad al revés no tiene nombre en el diccionario y María Moliner lo sabía e introduce este pretérito que además es justo, porque en efecto, igual que no nos dejamos de sentir hijos, hijas, por perder a nuestros progenitores, por supuesto cuando se pierde una criatura cuando se tiene esa pérdida atroz, el amor continúa, como decía Quevedo, más allá de la muerte. María Moliner está llena de generosidades, de palabras que representan al colectivo o al objeto definido mucho mejor que la academia y todo eso lo hizo desde su casa, en el living de su casa en una mesa que después había que despejar a las mañanas para para servir el desayuno. Así que todas las noches ella se plegaba, a las mañanas se replegaba y volvía a desplegarse. Como una especie de corazón que latía y que produjo este libro extraordinario de tres mil páginas que pesaba casi como un bebé y que supuso de verdad hasta el día de hoy una de las aventuras más fascinantes que se han tenido en la historia de la lengua. Por si fuera poco fue la primera profesora de la historia de la Universidad de Murcia, fue una de las primeras mujeres en conseguir un trabajo la administración pública española y tuvo aventuras como bibliotecaria increíbles en mitad de la guerra civil, dirigió a la biblioteca universitaria de Valencia durante los bombardeos. Tenía que tomar decisiones sobre una biblioteca que estaba siendo bombardeada. Es decir, es una vida increíble de la que apenas se recuerda nada y me parecía que todo eso sin duda meritaba una novela.

Ay, ojalá que por este libro también te llamen para hacer una serie o algo, porque todo lo que estás contando, o sea, aparte que las series españolas cuando son buenas son buenísimas.
De los 16 años que tardó los primeros cinco no tenía editorial, era como una misión que ella se veía autoimpuesto de manera casi furiosa y lo increíble es que ella vivía en la calle Don Quijote número uno y era una verdadera Quijotada, el hacer ese diccionario. María Moliner era la mezcla perfecta entre Don Quijote y Sancho Panza, porque tenía misiones como muy idealistas, como una especie de mirada transformadora sobre la realidad, pero al mismo tiempo era una mujer inmensamente práctica, disciplinada y minuciosa, es decir, muy pegada a lo cotidiano. Entonces, aterrizaba esas grandes misiones en el día a día y por eso consiguió todo lo que consiguió.

En los agradecimientos veo que vos nombrás los testimonios de dos de sus hijos, de Fernando y Carmina. ¿Vos hablaste con ellos o son testimonios que encontraste?
Lamentablemente los hijos de María Moliner murieron, porque estamos hablando de alguien que nació en 1900. Quienes quedan vivos son algunos sobrinos y algunas nietas con las que he estado en contacto, pero por suerte un montón de investigadores e investigadoras antes de mí hicieron un trabajo de campo que yo estuve estudiando durante muchos años. Estuve como una década estudiando la vida de María Moliner. Hay que decir también que yo soy filólogo, estudié filología lingüística. Siempre me fascinó la lingüística en general y el caso de María Moliner en particular. Lo curioso es que María Moliner no estudió filología porque no pudo. Cuando entró en la universidad —lo cual ya era un milagro para su generación, estamos hablando del año, no sé, 1918 a 1919, en la Universidad de Zaragoza, que fue de las primeras alumnas de esa institución— no se ofrecía la carrera de filología, así que eligió historia. Es decir, que otra singularidad más de María Moliner es que hizo un diccionario, sin ser, entre comillas, una lingüista profesional o académicamente formada. Y eso se lo cobraron. El hecho de ser historiadora le dio mucha memoria de larga vista, una memoria histórica grande que se refleja en su diccionario y al mismo tiempo el hecho de que, como contamos al principio, de niña, su padre abandonara a la familia y ella se tuviese que poner a trabajar a los 12 años y no paró hasta jubilarse a los 70, es decir, que trabajó ininterrumpidamente por un sueldo durante 58 años, hizo que fuese muy consciente de la precariedad material y de la necesidad de llevar el conocimiento, la cultura, la alfabetización a los rincones más desfavorecidos. Y es así como en su época de bibliotecaria, que llegó a ser una bibliotecaria muy destacada en la historia de España, escribió un librito hermoso llamado Instrucciones para pequeñas bibliotecas, donde ella describe cómo debe ser el espacio de una biblioteca, cómo iluminarlo, cómo amueblarlo, incluso dice de qué materiales conviene que sean las estanterías para que sean más fáciles de limpiar y que no se quemen. Y mientras estaba pensando en la limpieza de las estanterías, al mismo tiempo teorizaba sobre la administración de las bibliotecas del Estado, sobre las leyes bibliotecarias, llegó a escribir una ley, un proyecto de ley para articular todas las bibliotecas estatales durante la guerra, es decir, que era una mujer con una capacidad enorme para pensar lo grande y lo pequeño, lo abstracto y lo concreto y esas facultades se volcaron magistralmente en su diccionario.


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Los padres deben haber sido bastante de avanzada para anotarlas en la institución libre de enseñanza, ¿o no?, ¿o era algo común?
Así es. Era un hogar que se podría calificar como de clase media ilustrada y el problema fue que al abandonar el padre de la familia cayeron en una especie de pobreza, porque obviamente es la madre de María Moliner que era una mujer muy inteligente y de las pocas mujeres de su generación que sabía leer y escribir. No olvidemos que en el siglo XIX, casi todos los países, España incluida, eran analfabetos y ni hablar entre las mujeres y sin embargo, la madre de María Moliner sabía leer y escribir, lo cual ya era notable, pero por supuesto no trabajaba, se dedicaba a criar a sus hijos como es natural en la época. Cuando ocurre esto, la madre no tiene manera de pagar la matrícula, la inscripción para sus tres hijos, Matilde, María y Enrique y entonces María se convierte, literal y figuradamente, en una alumna libre. Libre porque fue siempre libérrima de cabeza y libre porque no tenía dinero para concurrir a los exámenes y se los preparaba por su cuenta. Aun así, consiguió reunir el dinero suficiente para terminar la secundaria, el bachillerato y ahí ese año que sí fue presencial coincidió con Luis Buñuel en un liceo de Zaragoza que hoy se llama Instituto Goya y que en esa época tenía otro nombre, se llamaba Instituto General. Su padre antes de abandonarla le dejó un solo legado que María aprovechó febrilmente, era el mandato del estudio. "Estudia, hija, estudia". Y es como si María Moliner hubiera dicho, "¿Querés que estudie? Ahora vas a ver. Ahora vas a ver lo que voy a estudiar." Entonces estudió gracias a su padre, a pesar de su padre y contra su padre. En su hermana tuvo un efecto parecido porque Matilde Moliner, que fue una mujer que también merecería otra novela o una película, fue de las primeras mujeres en escribir una tesis doctoral en España y esa tesis era sobre historia latinoamericana. Sobre los procesos de independencia de Bolivia. ¿Por qué Matilde Moliner, la hermana de doña María, se interesa por los procesos de independencia de las naciones latinoamericanas y qué relación tiene eso, digamos, simbólica con el fantasma del padre que las abandona y se va precisamente a Latinoamérica? Una historia muy fascinante desde ese punto de vista también. vivimos disputándonos el sentido de las palabras, vivimos preguntándonos qué quiere decir lo que decimos y los sentidos de las palabras siguen cambiando. De hecho, estamos hablando en la radio. María Moliner escuchaba mucho la radio y hacía algo que en la época no estaba bien visto, no tenía prestigio, que era tomar nota del uso lingüístico de los medios de comunicación. Esto ahora es obvio porque la academia se pasa el día estudiando los usos periodísticos de la lengua, pero hace setenta, ochenta años eso era alucinante. María Moliner sabía que en los medios se jugaba la lengua para bien o para mal y que había que tomar nota de eso y del habla de la gente joven y que entonces, volviendo un poco a las citas iniciales de la novela, hay una cita de Emily Dickinson que dice, "No conozco nada más poderoso que una palabra. A veces escribo una palabra y me quedo mirándola hasta que empieza a brillar", que es el título de la novela. Y creo que María Moliner es un ejemplo supremo de cómo con el debido cuidado y la merecida atención, las palabras adquieren fulgor, como esas estrellas que la luz nos llega mucho más tarde de cuando empezaron a hablar y al mismo tiempo María Moliner se pasó toda la vida trabajando por su comunidad y por la cultura y empezó a brillar para la opinión pública ya de anciana y esto me conmueve mucho porque es una heroína no jovencita, ágil y maquilladita. Es una heroína madura que se hizo famosa a los 70 años después de toda una vida laborando y esforzándose por la cultura de su país y de su lengua y eso también es emocionante, ¿no? Alguien que, como decía ella, sabe qué hacer con la melancolía de las energías desaprovechadas. Yo me llegué a sentir un poco como un nieto, digamos, como si María Moliner fuese mi abuela imaginaria, pero en el fondo María Moliner es la abuela de todas las personas que aman las palabras.



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