Durante muchos años, Sandra de la Fuente trabajó como crítica musical en Clarín, cubriendo desde la llamada “música culta” hasta expresiones populares, siempre con una mirada crítica no exenta de gracia. Colaboró como guionista en la película La calle de los pianistas, de Mariano Nante, un retrato del mundo de los pianistas virtuosos que conviven en unos pocos metros de distancia en la rue Bosquet de la ciudad de Bruselas, entre ellos y en el centro de ese sistema planetario, Martha Argerich. Posteriormente, Sandra publicó en Aguilar, Conversaciones en la calle de los pianistas, extendiendo los alcances de la película. Le propuse conversar sobre la biografía de la extraordinaria pianista argentina escrita por Olivier Bellamy y este es el feliz resultado.
Seguimos entonces en nuestros podcast relacionados con lecturas. Estamos hablando con lectores calificados de libros que nos resultaron particularmente interesantes. Este verano leí la biografía de Martha Argerich, escrita por Olivier Bellamy. Es un libro que había parecido creo que en 2014, 2015. Ahora Blatt & Ríos hizo una edición nueva. Bellamy, nació en Marsella, periodista, conductor de radio. Escribió varios libros sobre música clásica, que es un tema del cual ignoro todo, pero por suerte tengo una amiga muy querida que ha trabajado mucho tiempo como crítica en el diario Clarín y además es una conocedora y la quiero mucho. Es Sandra de la Fuente. Hola, Sandra, ¿cómo te va?
Muy bien, bueno, no sé si si doy con con el perfil de conocedora, pero voy a intentarlo. El perfil de querida amiga lo tenés, así que eso ya está, con eso nos arreglamos bastante.
No sé nada de música clásica y ese es uno de los temas que me parece que hacen que el libro sea un desafío. Quiero decir, soy una persona que no distinguiría entre Salieri y Mozart, ¿me entendés? No distingo el genio de la mera copia. Y el libro le tiene que transmitir a gente como yo que Martha Argerich es un artista de otra categoría, de primerísima liga, y no es una cosa fácil de hacer. Yo sentí eso. Que me transmitía una especie de persona extraordinaria con unas dotes increíbles y naturales. Siento ahora por Martha Argerich una admiración de segunda mano. Que probablemente escuchándola y comparándolo con otros pianistas no se me hubiera generado. Y eso es un desafío para la gente que escribe de música culta como como vos. ¿Qué opinás?
Quizás te voy a sorprender, pero yo leí el libro dos veces. La primera vez cuando salió, creo que fue en 2015 cuando fue traducido acá, porque la edición es del 2010, pero me parece que lo leí recién el 2015. Y tengo que decirte, voy a confesarlo, —bueno, no es una confesión porque en realidad escribí una nota diciéndolo— que el libro me desagradó profundamente.
Ah, qué interesante.
Me desagradó, sentí que me estaban mostrando la fuerza de la naturaleza que es Martha Argerich como si fuera "La aventura del hombre”. Como cuando estás viendo ese programa mientras cenás y te descompones porque no es para verlo cuando estás cenando. Es efectivamente una fuerza de la naturaleza, trabajadísima, como la naturaleza ha trabajado, que sé yo, el Cerro Tronador. Pero imagínate que estás mirando el Cerro Tronador y en lugar de maravillarte con el paisaje hay alguien que te habla de los gusanos que corren por debajo de la tierra y que hacen que esas montañas luzcan de tal o cual manera. Entonces me sentí un poco invadiendo una vida ajena. Tal vez porque yo esperaba en ese libro un análisis de por qué ella es esa música que es y no lo encontré, porque no está, porque no puede estar, es imposible que esté. Como vos me invitaste a a hacer este podcast, me compré la segunda edición (la primera la presté y nunca más volvió)... y me encantó.
Qué divertido.
Sí, me entregué a una lectura sin pedirle nada. Sin ir con mis preguntas educativas, técnicas, decisiones de repertorio que hace y le pide al pianista que explique; sin ninguna de esas preguntas, me relajé y realmente lo disfruté un montón. No digo que el personaje Martha Argerich no sea incómodo: lo es y yo creo que ahí no radica su genialidad sino que su genialidad hace que ella se haya convertido en una persona incómoda. Obviamente su biografía por momentos te incomoda, por momentos te da vergüenza, por momentos la querés matar, especialmente si la conocés personalmente. Yo no la conozco mucho, pero pasé ratos largos con ella. Hay cosas que decís: "Hmmm, claro, esto es tremendo, cómo te humilla, pero qué divina". Todo eso te aparece en esta biografía. Es un mapa de las sensibilidades desde las más infantiles hasta las más depuradas de Martha Argerich.
Y claro, esa dos cosas que vos describís eran las que yo veía en el libro, digamos, una biografía como lo que vos decías en la primera metáfora, los gusanos que están por abajo de del cerro Tronador, con cosas admirables, cosas inquietantes, cosas incómodas, efectivamente, pero tiene otro nivel que tiene que ver con la música, que es donde hay un salto que no se puede dar. Muchas veces lo que Bellamy hace es decir: "y apareció fulanito, que es un pianista extraordinario, la escuchó y se le cayó la mandíbula", así una y otra vez, es muy name dropper el libro, tiene una cantidad de nombres impresionantes y cada uno es un tipo extraordinario que se rinde ante la magia de Martha Argerich. Pero uno se queda siempre afuera porque probablemente no haya forma de convertir lo que ella es como música en texto. ¿Cuál es la magia de Martha Argerich tocando?
Si bien las obras están escritas, las notas están puestas, los ritmos son los que hay que respetar, hay siempre un movimiento un poquitito desplazado, una cosa emocional que te produce una incomodidad en su música y esa incomodidad finalmente se convierte en algo muy placentero. Nunca sabés cuál va a ser el tempo que toma en ese pasaje, de qué manera. Hay gente que se dedica a estudiar el repertorio de un pianista en particular, lo sigue y ve los cambios. Yo nunca fui esa clase de persona. Pero ese movimiento emocional te pasa con muy pocos músicos, ya no con pianistas. Es verdaderamente eso, es cierta incomodidad y al fin una explosión de placer de haber sentido —de nuevo voy a caer en el lugar común— esa fuerza de la naturaleza pasando ya no por al lado tuyo, sino involucrándote. Como un río que corre, vos no podés permanecer ajeno a lo que hace Martha en el escenario. Es algo muy magnético. Muy difícil de explicar sin cargarse de adjetivos o sin caer en lugares comunes, pero te diría que racionalmente yo podría decirte que hay un cierto movimiento, siempre se dice que la música no son las notas, sino lo que sucede entre las notas. Y eso yo creo que ella lo maneja perfectamente bien. Esa sensación del sutil manejo del tiempo, sutil, sutilísimo manejo del timbre que tiene millones de toques y millones de maneras diferentes de abordar la entrada a la tecla. Claro, uno dice, "El piano es un instrumento que", como decía Gould, "podría ser tocado por la punta de un paraguas". O sea, el sonido una vez que entró no cambia. Pero antes de entrar, antes de que la nota sea atacada, hay mucho que hacer. Y todo eso que hace Martha Argerich marca la diferencia. Ella no lo explica porque probablemente no sabe, porque empezó a tocar el piano a los 3 años y a los 5 ya empezó a recibir su formación técnica más clara con Scaramuzza. No hay manera de que ella sepa racionalmente lo que hace. Por eso también le gustan tantos pianistas tan diferentes, por eso no puede ser objetiva y no puede ser jurado de un concurso. Por eso no puede dar una masterclass y en eso también radica su genialidad.
Claro, pero ahí tiraste un par de puntas interesantes. El libro habla mucho de la velocidad, como que en general toca más rápido de lo que se espera. Pero vos estás diciendo además que es muy imprevisible el tiempo incluso dentro de una misma pieza.
Sí, y nunca suena disparatado. Siempre suena dentro de la forma como nunca te va a parecer disparatado el meandro de un río, pero ese pequeño desvío está, es de ella y sucede en esa oportunidad porque quizás no aparezca en la próxima.
Eso te iba a decir, no es que cada pieza tiene una interpretación, sino que cada pieza es imprevisible lo que va a ser cada vez.
Sí, estamos hablando de nuevo de sutilezas, pero sí. No sabes con qué te vas a encontrar. Así como no sabes si va a ir al concierto. Eso también se añade al magnetismo de Martha Argerich. Esas son las cosas negativas de los encuentros con Argerich, pero realmente sí tiene un nivel de sutileza que si conocés el repertorio entonces las descubrís, se te hacen evidentes, se te abre algo nuevo. Las montañas son todas iguales, los ríos son todos ríos, los paisajes montañosos son todos los mismos, pero bueno, quizás en esa luz que vos encontraste esa mañana mirando el Tronador, encontraste una diferencia. Vos que lo conocés encontrás algo que otro no puede ver. Ella tocó desde muy chiquitita un repertorio importante en el piano, entonces tiene una destreza que le permite hacer la de Maradona o la de Messi, ¿no? Claro, es esa figura de genio. Es esa figura, o sea, te devuelvo la pelota por seguir con la imagen. Yo no me doy cuenta de cuál es la genialidad de Messi.
Me quedé pensando que no es casual lo que estás diciendo porque cuando yo pensaba en el libro y en conversar con vos, imaginaba que le puedo mostrar a una persona por qué Messi es distinto y yo creía que sí, vos me decís que por ahí no te das cuenta, o sea que depende del grado de conocimiento que uno tenga de la materia en cuestión.
Nunca vi fútbol, nunca me interesó. No sé, quizás lo veo y digo, "Wow, claro, ahí está Messi." Pero en principio me dan todos lo mismo. Escuchá la pieza "Sueño". Es una miniatura de Schumann, dentro de las Escenas infantiles que Martha tocó y grabó y tiene un sello muy de ella. Si la escuchás tocada por Arrau, es una versión muy canónica, muy romántica; y después la escuchás tocada por ella y bueno, no podés no escuchar la diferencia. Te propongo ese ejercicio.
Sí, sí, me gusta, me gusta, lo voy a hacer.
Hacelo y si podés subirlo a a la web, subilo, qué sé yo, porque me parece que sí, que para mí la diferencia es tan evidente que hasta un tipo completamente lego en la materia podría escucharla.
El libro menciona, no te diría al pasar, pero elige no quedarse en eso, una cosa casi de magia de circo, que tiene memoria absoluta, que escucha un par de veces una obra y no la tiene que estudiar, ya la tiene grabada, una especie de Funes, el memorioso. No solo con la música; cuenta una anécdota genial de una de las parejas que tuvo, que le lee un artículo del diario, ella no le da ni cinco de pelota, él se lo reclama porque siente que no accede a ella y ella le replica el artículo palabra por palabra. Le dice todo lo que decía el artículo de memoria de haberlo escuchado una vez distraídamente. El libro dice que ella no quiere hablar de eso para no ser tomada como un freak.
Exactamente, porque yo creo que ella piensa que la gente la ve como freak absoluto, que lo es. Hay otra anécdota muy buena en el libro también respecto de eso, que es que aprendió durmiendo un concierto de Prokofiev que tocaba su amiga, su roommate. Ella estaba durmiendo y le entró. Cucucha Castro estaba estudiando para hacer un concierto o para rendir un concurso y a ella le quedó el concierto grabado; incluso con las notas falsas que tocaba Cucucha, lo tocó con los mismos errores que había escuchado en el sueño. Qué sé yo, creer o reventar, a mí me cuesta mucho creer en esas cosas, pero bueno, evidentemente algo pasó ahí. Esa y cientos de anécdotas más increíbles, que te dejan pasmado ante la idea de que estás realmente ante un genio. Kant decía "genio es el que le da la regla al arte", bueno, Martha le da le da la regla al pianismo, definitivamente. Ella fue modificando cosas, tempos, maneras de pensar el piano; puso una vara muchísimo más alta de lo que estaba hasta ese momento.
Hay una una anécdota también que aparece en el libro, que es la de Perón, que me llamó mucho la atención, me pareció extraordinaria. Ella quería ir a Suiza, si no me equivoco, a Ginebra.
A Viena, a Viena. Quería estudiar con Gulda. Que era un tipo que la atraía musical y personalmente, ¿no? Un tipo que también se iba de la regla.
La llevan con Perón para ver si conseguían algo. La nena toca delante de él y la madre, haciendo uso de las prácticas de la época, que básicamente era chuparle las medias a Perón, le ofrece: "Puede tocar en algún acto de la UES", Y Perón, que era más inteligente que los peronistas, le dice, "No, señora, su hija está para otra cosa". El sí se da cuenta de que lo que esté está delante de algo que se sale de la norma, que no es "una nena que toca bien el piano". Que si él la lleva a un acto de la UES, se está cometiendo un crimen.
Así que, sí, digamos que los peronistas que siguieron después no fueron tan vivos, seguramente le hubieran pedido a Martha que tocara en el CCK para algún evento. Pero él tuvo claro eso. Ahora recuerdo que en mayo del 2015, para la inauguración del CCK, le pidieron a Martha que tocara, ella venía a dar un concierto y se le pidió que tocara con entrada gratuita para la inaguración. O sea que el kirchnerismo llegó más lejos que el propio general Perón. Finalmente no se dio por un problema contractual, ella daba un concierto pago y no podía dar en la misma semana uno gratuito. Todo aquel episodio es una muy buena descripción de la Argentina de la cultura estatal.
El papá de Martha era radical en realidad, pero Perón cuando ve que la chica necesitaba realmente llegar a Austria y tener una carrera internacional, lo nombra el padre en la embajada en Viena y le da un laburo administrativo a la madre como para que la familia se vaya para que puedan hacer su vida allá. Habla bien de Perón en el sentido de que se dio cuenta de lo que era Martha Argerich, al mismo tiempo, como decís vos, te cuenta lo que es esta Argentina de las dádivas, ¿no?
Exacto, o sea, uno puede pensar que en cualquier otro país del mundo por pobre que sea se podría llegar a pedir que fundaciones, que no sé, que empresas banquen la estadía de Martha en Austria. Pero bueno, en este caso estaba Perón, que era como papá, no necesitábamos otra cosa. Le pedíamos plata a papá y y se la sacábamos a los contribuyentes y listo. Es una anécdota extraordinaria porque además toda la leyenda cuenta que ella se sentó abajo de la mesa, probablemente abajo del escritorio de Perón y mientras Juanita le decía "bueno y ella podría tocar en un concierto para la juventud", él con la mano debajo de la mesa le hacía que no con los dedos como diciendo: "No te preocupes, esto no va a pasar." Así que los Argerich llegaron a Viena y mucho más que eso porque Juanita se quedó siendo administrativa en Suiza prácticamente hasta el final de su vida.
¿Qué sabes de la madre? El libro la muestra como una persona de una voluntad de hierro consagrada a su hija, que no sabía música, pero que entendía que tenía una mina de de oro ahí.
Yo no la conocí pero todos los que conocieron a Juanita dicen que era una persona tremenda, invasiva, complicadísima, de meterse en la vida de Martha y en la vida de todo el mundo a arreglarla o a desarreglarla. Bueno, invadía con sus propios criterios. A veces arreglaba y a veces desarreglaba la vida del otro. Pero todo el mundo dice que sin ella, sin esa personalidad era muy difícil construir una Martha Argerich. Y yo estoy bastante convencida de que es así, porque los grandes prodigios del piano se dan muy tempranamente y necesitás de alguien que esté muy convencido, no solo del talento del chico que quiera tocar, alguien que esté muy convencido al lado para acompañar eso. Entonces, en ese sentido yo le agradezco a Juanita haber sido una hincha pelotas del año cero. Después, pobre Martha Argerich, ¿no? Pero bueno, sí, parece que era una persona muy resolutiva y, de hecho, en el libro cuenta cómo Argerich trataba de huir de la madre, los líos que le hizo cuando nació su primera hija. No sé si recordás eso, fue una etapa tremenda y de hecho Argerich perdió a su hija, perdió la posibilidad de ver a su hija Lyda durante prácticamente 17 años, la mayor de ellas. Ahora fue una mujer de avanzada, fíjate que Martha Argerich fue a un jardín de infantes y había nacido en el 41. Yo no creo que hubiera muchos jardines de infantes en la época. Esto era una escuela del tipo Montessori con mucho juego, o sea, si había escuelas para chicos entre tres y y cinco años serían guarderías, lo que conocemos como lugar de guardado del niño. Pero ella fue a un jardín de infantes y por lo que cuenta la historia, la misma historia de que el amiguito la molestaba y le decía, "a que no sabes subirte al banco, a que no sabes tocar esta melodía que toca la maestra en el piano." Ya eso te da cuenta de que de que no era un jardín cualquiera, no era una guardería. Qué sé yo, pobre Martha, pero Juanita lo había pensado todo, evidentemente.
Sí, le salió muy muy bien.
Ahí tengo una pequeña anécdota ya más personal: creo que fue en el 2018, vino a tocar en el Festival Argerich y le dieron un premio en un templo. Y entonces fue a recibir el premio, yo estaba ahí porque después iba a charlar un ratito con ella. En esa entrega, una persona contó la anécdota de cuando su amiguito la desafió a tocar una melodía que dijo que era de un himno —suponé que fuera la marcha de San Lorenzo—, que ella tocó da capo a fine. Y entonces Martha hizo esos gestos que son muy de ella, que no se entiende muy bien qué quieren decir. Pero cuando nos subimos al auto para irnos, me dijo, "Es evidente que a los tres años yo no podía tocar ese himno." Es una cosa absurda, porque se fue subiendo la puesta y de “Incy Wincy Araña” llegamos a una pieza mucho más compleja. Nada, pero andá a saber, tal vez sí, tal vez no, no lo sé, pero fue muy gracioso como ella me dijo, "Ridículo." Rebajando su propio mito.
Contame de "la calle de los pianistas", sobre la cual escribiste un libro y colaboraste con la película de Mariano Nante del mismo nombre. Es la calle en Bruselas donde vive Martha y al lado toda una familia de pianistas.
Ella se mudó a esa casa después de la muerte de Juanita, buscando estar cerca de su amiga Lyl Tiempo. Lyl es la mujer de Martín Tiempo, que fue el novio de ella un tiempito, eso lo cuenta bien Bellamy. Cuando ella llegó arrastrando la valija a la embajada, la recibió Martín, se enamoraron y tuvieron alguna relación. Quedaron muy amigos. Cuando Juanita se murió, Martha fue a visitar, a quedarse unos días con la familia de Lyl, que además tiene dos hijos pianistas, y una nieta, que ya es pianista también. Se sintió muy bien acogida y quiso comprar la casa de al lado y por supuesto Lyl ahí vio que eso era golazo de media cancha para todo el mundo. Entonces consiguió que el dueño de la casa la vendiera. Y Martha vivió un tiempo bastante largo porque tengo entendido que Stephanie, la hija menor de Argerich, pasó mucho tiempo de crianza en Bruselas. Así como la casa de de los Tiempo es una casa —no te voy a decir cerrada porque no lo es, es gente sumamente amable, gente divina—donde hay una vida de familia, con cinco pianos y cada uno estudia, la casa de Martha es una casa de puertas completamente abiertas, nunca se sabe quién está ni quién está tocando qué piano. Martha puede estar o no estar, es como un misterio, se sabe que está y alguien te dice, “Está”, pero después sube —porque la habitación de ella está en el último piso y ahí tiene un piano vertical—, golpea y resulta que no está Martha, se fue. O sea, todo siempre es un misterio. Para mí, como periodista, esa es la parte más problemática, la personalidad constantemente misteriosa, siempre buscando estar oculta, pero al mismo tiempo mostrando algo, o mostrando una presencia en ausencia, es algo muy raro lo que sucede con ella. Durante un tiempo (creo que todavía debe seguir viviendo ahí porque fijó dirección), había una japonesa que se llama Akane, que puso su nombre en el portero eléctrico y tiene su dormitorio en el sótano. Después en el primer piso y en la primera planta hay dos pianos, no me acuerdo si son Steinway. Partituras por todos lados, discos por todos lados, nunca sabés quién está estudiando ahí o tocando. Después subís unos escalones más y tenés el living con otro piano más, y en ese mismo living —la parte donde está el piano está cerrada— hay una especie de comedor donde cualquiera está tomando un café o comiendo. Hay una heladera pequeña, porque la cocina es muy pequeña, y la heladera tiene cartelitos "No me toques esto", "esto es mío", de más o menos diez convivientes.
Como si fuera un albergue estudiantil, ¿no?
Exacto, es esa idea, como si fuera un albergue estudiantil. Voy a decir algo que quizás enoje a alguno, pero es así, todos piensan un poco mal del otro. Bellamy lo dice en el libro, cuenta que con todos los pianistas que hablás te dicen que el otro es un aprovechador y ellos son los verdaderos amigos de Martha, los fieles, los que no están por interés, los que tienen una carrera más allá de Martha. Es así, es un conjunto de gente que pasa por la casa y que la escuchas tocar desde afuera y te puede divertir el hecho de decir, "Bueno, a ver quién está tocando, a ver si adivino quién es." Cuando hicimos la película creo que esta situación apareció en una escena, no me acuerdo ahora, pero hubo un momento en que estaban tocando al lado una sonata de Beethoven para violín y piano que Martha ensayaba con Gideon Kremer. Y entonces los Tiempo estaban convencidos de que era Gideon y y ella tocando. Y en realidad era Alan Kwiek, que es un pianista argentino.
Todo escuchado a través de la pared.
Tiene esas cosas. La casa de Martha en una casa abierta a todo el mundo, la generosidad de Argerich es cierta y es tal que cuentan las malas lenguas que cuando ella llega de sus viajes a la casa de Bruselas, de las primeras cosas que tiene que hacer es pagar la cuenta del Nespresso que le dejan los habitantes de la casa o los que pasan por allí, y que esa cuenta en general no baja de los 6000 euros. De nuevo, puede ser malicioso el comentario, puede ser mentira, pero bueno, evidentemente hay un fondo de verdad en eso porque la casa de Argerich es utilizada por todo el mundo, está siempre abierta. Estuve en Bruselas un par de veces, al lado de la casa de ella, en la de los Tiempo y en una de las oportunidades entraron a robar. De golpe, Gloria que es un personaje maravilloso de esa casa algo así como el ama de llaves, vio que habían robado un par de premios de Martha, premios que estaban por ahí porque además tiene todo tirado, no le importan. Es tal cual, realmente no le interesan esas cosas, así que habían entrado dos personas y habían robado un par de premios.
Una de las cosas impresionantes del libro es al final, cuando le detectan un cáncer y le hacen una operación especial de manera tal de que no le afecten los músculos del supongo que de la mano, o del hombro.
No, no, de la espalda. La espalda. Porque, claro, uno puede pensar que la espalda no tiene nada que ver con tocar el piano, pero tiene todo que ver. Acá uso una comparación con el tenis: así como nunca podés responder bien una pelota de tenis si estás mal parado, si no estás bien apoyado sobre tus pies difícilmente puedas tocar bien el piano, y eso implica también tener los isquiones bien apoyados en la silla; eso tiene que ver con la posibilidad de que los músculos de la espalda, al lado del del tórax, puedan manipular, puedan funcionar libremente. Hay una cuenta de Instagram que se llama biomecánica del pianista que describe todo esto.
Uy, qué lindo.
Pienso que la posición, cómo está uno sentado al piano, es mucho más importante que algunas cositas que tengan que ver con los dedos. Sí, la mano grande, por supuesto, es más cómoda porque abarca más notas, podés tocar un repertorio que tenga acordes con décimas o más, pero la posición en la que uno se sienta me parece que es crucial y eso claro, si le afectaban esos músculos de la espalda la jodían para siempre.
Lo que cuenta el libro es que ella les hace una representación a los cirujanos de cómo tocaría para que ellos vean qué músculos se ponían en en funcionamiento. Y como decís vos, no los músculos de la mano o el brazo, sino los de la espalda. Bueno, lo que te quería preguntar es qué pasó después, porque como el libro tiene unos 10 años, ¿tuvo un costo esa operación?
No, creo que en todo caso el costo de saber que uno es finito. Que empezó a trabajar, si se puede decir, con una conciencia sobre eso. Fue siempre una pianista consciente de lo que tenía que hacer, porque si no no podría haber tocado como tocaba. Pero una manera de abordar cierto repertorio, de estudiar otro repertorio, como si dijera "Bueno, el reloj corre. Ahora no puedo estar haciendo pavadas. Ya fui una una nena de 5 años hasta los 60, ahora ya está". Yo la escucho tocar en los festivales cada vez más repertorio, tiene una lectura primera vista extraordinaria, pero está tocando mucho repertorio. Mucho. Y tiene 83. Ahora el 5 de junio cumple 84.
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