Murió el último miembro vivo del grupo The Band, el tecladista canadiense Garth Hudson, a los 87 años. Aunque no fui gran fan de la banda, me impresionó la noticia. El hecho de que un grupo ya no se pueda reunir, pero no porque sus miembros estén peleados o no les interese el asunto, sino porque están todos muertos, me pareció un dato, bueno, inquietante. La década del 60 empieza a morir definitivamente y el engaño de que Mick Jagger, Keith Richards, sir Paul McCartney y Ringo Starr son inmortales llegará también a su fin.
The Band fue durante mucho tiempo el grupo soporte de Bob Dylan, especialmente durante la tumultuosa época en donde el solista hizo su giro copernicano, abandonando el folk y las canciones con contenido social por el estremecimiento eléctrico y una poesía mucho más inasible. Sin embargo, no es sólo por eso por lo que les tengo especial simpatía sino por algunas canciones memorables, una despedida a la altura del mito (The Last Waltz, volveremos sobre eso) y una curiosidad geográfica que me parece muy significativa.
Uno de los integrantes de The Band era norteamericano, de Arkansas. Se trata de Levon Helm, el baterista, que falleció en 2012 a los 71 años, de cáncer. Los otros cuatro eran canadienses: el mencionado Garth Hudson; el líder, Robbie Robertson (1943-2023); el bajista Rick Danko, quien murió de un ataque al corazón a los 56 años en 1999, y el multi instrumentalista Richard Manuel, el que falleció más joven, a los 43 años en 1986.
Estos cuatro canadienses y su amigo sureño lograron meterse fuertemente en la historia de la música norteamericana. Hicieron suyas las influencias que provenían del Sur, de ese lugar increíble que acompaña al Delta del Misisipi y que construyó la mejor colección de géneros que se mezclaron y potenciaron los unos a los otros: el blues, el jazz, los spirituals de las iglesias evangélicas, el soul, productos más marginales como el cajoun y el zydeco, y el hijo adolescente de todos esos ritmos, medio tonto pero vital e hipersexualizado, el rock. Los canadienses, en especial el culto y sofisticado Robbie Robertson, entendieron que la música estaba ahí y que para meterse en la escena del momento lo mejor era conocer la cultura de esa zona.
Una de las cosas que hizo Robertson fue escribir en 1969 una canción en primera persona sobre las penurias de un soldado sureño luego de la derrota a manos del Norte en la Guerra Civil: "The Night They Drove Old Dixie Down". Es una canción extraordinaria, con una letra precisa y lirica, para la cual se preparó, según él mismo lo contó, a lo largo de ocho meses. Robertson tenía la melodía, pero le costaba encontrar una idea narrativa a la altura. Eligió el tema y se puso a estudiar. Lo ayudó el único norte(sur)americano del grupo, Levon Helm, quien cuenta que lo acompañaba a la biblioteca donde Robertson estudiaba la historia y la cultura de la zona.
Finalmente escribió un relato en primera persona ambientado en los finales de la Guerra Civil. Quien lleva la voz cantante es un hombre del Sur, Virgil Caine, trabajador de una línea de ferrocarril que ya no funciona como consecuencia de la acción del general Stoneman, un episodio histórico algo menor que Robertson descubrió en sus estudios. La descripción de las penurias ("En el invierno del 65 estábamos hambrientos, apenas vivos") se complementa con la elección de la rebeldía "Como mi hermano antes que yo, elegí convertirme en un rebelde (I took the rebel stand)". Su hermano y su padre ya han muerto, se gana la vida cortando leña, pero la paga no es buena y apenas tiene para sobrevivir. En una imagen maravillosamente sugestiva, Virgil cuenta una visión furtiva: "De vuelta en Tennessee, un día mi mujer me llamó y me dijo: "Mirá, ahí va Robert E. Lee", refiriéndose al general que comandaba las tropas derrotadas de la Confederación. El General Lee, que a lo largo de la guerra fue liberando a sus esclavos, cada vez menos convencido del sistema económico y humano del Sur, representa para los sureños la imagen de la derrota y de la dignidad. Irónicamente, el estribillo recuerda el día de la derrota, el día que derrotaron al viejo Dixie, es decir, a los estados del Sur, con una descripción de campanas sonando y gente cantando. Virgil Caine (o Kane, la grafía del apellido es dudosa) es un hombre derrotado pero entero, sufrido pero dispuesto a luchar. Es el Sur.
Hace poco comentamos en estos envíos una película de Sam Fuller, Run of the Arrow. Allí, el soldado sureño que dispara el último tiro de la Guerra Civil ve al General Lee rindiéndose ante las tropas del Norte y decide convertirse en un rebelde ("he took the rebel stand"). Se aleja de la civilización, ahora dominada por los odiados yanquis, se dirige al Oeste y termina viviendo con los indios Sioux. Podría ser perfectamente Virgil Caine.
Conocí la canción en 1971 por la versión de Joan Baez. Mi amiga Joan la canta de una manera un poco demasiado festiva y, como siempre, demasiado afinada. Le encontré el sentido perfecto cuando escuché la original, grabada por The Band un par de años antes, para su segundo disco. La canta Levon Helm, el baterista del estado de Arkansas, y lo hace con el desgarramiento y la desprolijidad que corresponden al tema. Según el propio Helm, su mejor interpretación lo hizo en el concierto de despedida del grupo filmado por Martin Scorsese para la película The Last Waltz.
Virgil Caine is the name
And I served on the Danville train
'Till Stoneman's cavalry came
And tore up the tracks again
In the winter of '65
We were hungry, just barely alive
By May the 10th, Richmond had fell
It's a time I remember, oh so well
Back with my wife in Tennessee
When one day she called to me
"Virgil, quick, come see,
There goes Robert E. Lee!"
Now, I don't mind chopping wood
And I don't care if the money's no good
You take what you need
And you leave the rest
But they should never
Have taken the very best
Like my father before me
I will work the land
And like my brother above me
Who took a rebel stand
He was just 18, proud and brave
But a Yankee laid him in his grave
I swear by the mud below my feet
You can't raise a Caine back up
When he's in defeat
The night they drove old Dixie down
And the bells were ringing
The night they drove old Dixie down
And all the people were singing
They went, "Na, na, la, na, na, la"
Con la versión de Joan Baez comienza una larga discusión sobre la letra que llega a hasta la actualidad. Joan cuenta que las modificaciones que ella le hizo a la letra no tenían ninguna intencionalidad sino que provenían de que simplemente cantaba lo que había escuchado en el disco de The Band y que nunca la había leído escrita. Así se trabajaba en los tiempos previos a la digitalización generalizada, como lo habíamos contado en este newsletter hablando del uso de la canción de Dolly Parton "I Will Always Love You".
Lo cierto es que en la versión de Baez, entre otras pequeñas modificaciones, desaparece el general Stoneman y la referencia a Robert E. Lee tiene el artículo "the" previamente. "Ahí va el 'Robert E. Lee'" puede referirse entonces a un barco a vapor que surcaba el río Misisipi. No había Internet ni comunicaciones tan fluidas como para consultar al autor de la canción y la cosa quedó ahí, más allá de la molestia de los miembros de The Band por los cambios y el tono, aunque reconociendo que esa versión le dio más visibilidad al grupo. De manera intencional o inconsciente, Joan Baez borró las referencias más realistas de la canción y la convirtió en un himno antibélico sin especificidad.
Llegó el siglo XXI, con su literalidad a cuestas, con su incapacidad absoluta de aislar abstracciones como el sentimiento de un granjero pobre que trata de enfrentar sus infortunios —pobreza y derrota— con entereza y dignidad. Con el nuevo siglo llegó también el momento de cuestionar una canción hasta ese momento honrada por el público y por sus pares, que la reversionaron sin problemas, desde Johnny Cash hasta John Denver, pasando por Richie Havens o Solomon Burke. En el siglo XXI ya no se puede dejar de asociar cualquier referencia a los estados del Sur en el Siglo XIX con el esclavismo. Si uno enarbola de alguna manera la bandera de los Estados Confederados está agrediendo a la población negra y defendiendo la institución del esclavismo.
En una nota de 2020, la revista Rolling Stone cuenta de Early James, un cantante del estado de Alabama que participaba de un tributo al concierto The Last Waltz y que tenía a su cargo cantar "The Night They Drove Old Dixie Down". Decidió nada menos que cambiar la letra, obviamente transformándola en otra cosa. Las últimas estrofas se convirtieron en lo siguiente:
Unlike my father before me, who I will never understand
Unlike the others below me, who took a rebel stand
Depraved and powered to enslave
I think it’s time we laid hate in its grave
I swear by the mud below my feet
That monument won’t stand, no matter how much concrete
En castellano:
A diferencia de mi padre antes que yo, a quien nunca entenderé,
A diferencia de los otros bajo mi mando, que tomaron una postura rebelde,
Depravados y con poder para esclavizar,
Creo que es hora de enterrar el odio en su tumba.
Juro por el barro bajo mis pies
Que ese monumento no se mantendrá en pie, sin importar cuánto concreto.
La nota de la Rolling Stone, que dice que la canción que es “en última instancia, un vehículo para un mito estadounidense dañino y racista“, se titula: "¿Puede ser redimida "The Night They Drove Old Dixie Down"?
Por cierto, la notable canción no tenía ninguna necesidad de ser redimida, era una obra de arte hecha y derecha, que no tomaba partido por la esclavitud y que apenas tenía la ocurrencia de darle la voz a un habitante del Sur, que seguramente sufrió, como tantos otros, y como la población negra en particular, años de pesar. El atropello que significa tomar una canción mítica y hacerle decir algo que no estaba en la mente del creador, sólo porque su espíritu está en contra de los tiempos, es realmente un crimen cultural notable.
"Dixie" es el nombre que se le daba a los estados sureños en los años de la Guerra Civil pero también el nombre de una canción que se popularizó en aquellos días y que terminó convirtiéndose en himno y símbolo de la zona. El gran maestro de la narrativa mítica norteamericana, John Ford es autor de un memorable biopic de Abraham Lincoln que se centra en sus años mozos, oficiando como abogado en Springfield, Illinois, llamada Young Mr. Lincoln (1939). Ford lo muestra en una escena, cabalgando sobre un burro (era demasiado pobre para permitirse tener un caballo) y tocando una melodía con una gomita en la boca. El acompañante, que lo admira, le acaba de decir una frase preciosa: "Nunca vi una persona que mirara el río como lo haces tú. Es como si el río fuera una mujer hermosa". Cuando el joven Lincoln comienza a usar el precario instrumento, su amigo le pregunta: "¿qué es eso que estás tocando?" Y Lincoln le contesta "No sé. Pegadiza, ¿no?". Y ahí comienza a tocar la melodía que en ese momento los personajes no identificaban fácilmente y que los espectadores saben que representa al enemigo que Lincoln, como presidente, va a combatir y a derrotar: Dixie.
Para Ford, Lincoln es la figura que vence pero que después intenta unir tratando de sanar las heridas. Años después, en 1953, iba a hacer escuchar Dixie en otra de sus películas. The Sun Shines Bright, ambientada en la época apenas posterior a la Guerra Civil, cuenta la historia del juez Priest, a punto de retirarse que tiene que hacerse cargo de pacificar a su pueblo. En una escena cómica de uno de los juicios, dos negros terminan tocando Dixie con banjo y armónica para el juez. Otra coincidencia con Young Mr. Lincoln es que ambos personajes, Lincoln y el juez Priest, evitan un linchamiento apelando a discursos que combinan la razón con la emoción. Son dos pacificadores.
¿Qué otra cosa que un linchamiento es convertir toda una época y una cultura en símbolo del racismo y la esclavitud? Lo que Lincoln intentó unir en el siglo XIX y Ford a través del cine en el siglo XX, en el XXI se trata de volver a desunir. Como en toda acción y reacción, muchos de quienes están hartos de la revisión de la historia y del ajuste de cuentas permanente, pasaron a usar los símbolos del Sur Confederado como una reacción provocativa. El mundo va a sanar cuando las penurias de Virgil Caine se puedan contar como lo que son, el dolor de una persona víctima de pasar sus pocos días en este mundo en el lugar y la época equivocada.
Material complementario
El concierto de despedida de The Band, filmado por Martin Scorsese con el nombre The Last Waltz, es una de las más grandes películas de todos los tiempos. Hay fragmentos en YouTube y se puede alquilar en Apple TV. La lista de invitados incluye a Bob Dylan, Eric Clapton, Neil Diamond, Emmylou Harris, Dr. John, Joni Mitchell, Van Morrison, The Staple Singers, Ringo Starr, Muddy Waters, Ronnie Wood y Neil Young.
La banda de sonido completa más agregados se puede escuchar en Spotify pero vale la pena el esfuerzo de conseguir esa obra maestra del documental rockero.
Por otra parte, leer las discusiones no solo ideológicas sino también históricas y musicales de la canción es pasar un tiempo maravilloso con gente ocupada en cosas realmente serias e importantes. En esta página se puede leer la mejor recopilación de datos y opiniones.
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Fantastico Gustavo! No tenía idea ni de la banda, ni la canción. Gracias por hacermelas conocer. Le anoto un dato fistórico que, creo, complementa el hermoso cuadro sobre Lincoln.
Poco antes del fin de la Guerra Civil, y de su asesinato, el 8 de abril de 1865, Lincoln volvía a Washington a bordo del "River Queen", después de visitar a las tropas, cuando una banda militar subió a bordo. Después de escuchar varias piezas, y ante la sorpresa general, Lincoln pidió que ejecutaran "Dixie", diciendo "Esa melodía es ahora propiedad federal".
Su biógrafo Carl Sandburg, que cuenta la anécdota, agrega que Lincoln quería que fuera la canción de la buena voluntad de los estados reunificados. Yo pienso igual.
No sé si el guionista o el gran John Ford se inspiraron en esa anécdota, pero el espíritu de humanidad, sencillez y piedad de ese gran hombre que fue Abraham Lincoln está perfectamente ilustrado, como usted muy bien lo señala. Un placer como siempre y hasta la próxima.
¡Qué nota extraordinaria! Solo quiero decir que no me parece que el problema de una voz como la de Joan Baez sea la afinación perfecta (que para mí siempre es condición de necesidad de la buena música) sino que toda su expresión estuvo siempre sujeta exclusivamente a esa afinación impecable. Siempre le preocupó más su sonido que las palabras enunciadas. Eso es malo para cualquier cantante, pero mucho peor para alguien que llevaba el estandarte de la protesta.