Seguimos compartiendo las sesiones de mi cinemateca imaginaria, de cosas de cualquier época que no están disponibles de las formas habituales.
I, Dolours (2018, Maurice Sweeney)
Como habrán notado, me fanaticé con la serie Say Nothing y el conflicto armado en Irlanda del Norte entre el IRA y los británicos. Después de ver la serie, me aboqué a leer el libro original de Patrick Radden Keefe que va cumpliendo plenamente con todas las expectativas. Luego me enteré de la existencia de este documental que pude conseguir y que resulta un complemento extraordinario. La película está estructurada alrededor de una larga entrevista a Dolours Price, la militante del IRA, protagonista de Say Nothing, que, entre otras acciones, puso bombas en Londres, fue apresada, condenada a perpetua y logró su traslado a Irlanda y luego la liberación después de haber atravesado una huelga de hambre de más de 200 días que la dejó al borde de la muerte. El testimonio de la verdadera Dolours, que se puede ver en esta película es estremecedor, no solo las operaciones que reconoce y describe (que involucraban el traslado para ser fusilados de miembros del IRA considerados traidores) sino por el magnetismo que, ya vencida por el alcohol y el remordimiento, mantiene en su mirada y su decir.
La película, además de la extensa y franca entrevista, cuenta con las dramatizaciones ya de rigor en esta línea de trabajo (más innecesarias que nunca habiendo visto Say Nothing) pero con un material de archivo riquísimo, en donde se pueden apreciar imágenes reales de muchos de los episodios representados en la serie de Max. El ordenamiento de los episodios de la vida de Dolours Price es diferente al de la serie y sin embargo sin igualmente estremecedores. Aunque el rompecabezas se arme de diferentes maneras, el retrato final sigue siendo el mismo.
La entrevista es del año 2010 y, como en el Proyecto Belfast que se puede conocer en Say Nothing, no podía ser emitida hasta después de la muerte de Dolours Price, que sucedió en 2013. La película fue emitida en 2018. Garry Adams niega haber sido parte del IRA.
Run of the Arrow (1957, Sam Fuller)
Samuel Fuller fue un gran director norteamericano y, al mismo tiempo, un grandísimo personaje, amigo de Wenders y Herzog, munido siempre de un tremendo cigarro y desarrollando sus películas de producción independiente, siempre originales y con rasgos excéntricos. Antes de su deriva más indie, trabajó para los estudios haciendo películas de guerra (para la que usaba su experiencia de veterano de la Segunda Guerra Mundial) o westerns. Run of the Arrow (La carrera de la flecha) es una de esas, filmada en precioso Technicolor y con un elenco interesante en 1957.
El argumento de la película (que prefigura la más respetable Danza con lobos, de Kevin Costner) es excelente. Un soldado de la Confederación, O'Meara (Rod Steiger) dispara la última bala de la Guerra Civil. Hiere a un teniente de la Unión, pero decide llevarlo a un campamento médico para salvarle la vida. Ahí, presencia la rendición del general sureño Robert E. Lee ante las fuerzas yanquis y se convierte en un rebelde, que odia a los nacientes Estados Unidos con un fervor maníaco. Se aleja de la civilización y se dirige al Lejano Oeste, todavía no contaminado por las fuerzas del Norte. En el camino se encuentra con un sioux, con el que luego de alguna pelea termina convirtiéndose en amigo. El sioux habla en inglés como si fuera Joe Pesci, de corrido y con acento del Bronx. El espectador ya había tenido dificultades con el acento irlandés de O'Meara así que este aborigen es un alivio para el oído. Es el primero de los indios en aparecer en la película y marca el tono: todos están interpretados por actores claramente anglosajones o europeos, incluyendo a un joven y muy guapo Charles Bronson (cuyo apellido original era Buchinsky, no precisamente pueblo originario). O'Meara termina viviendo con los sioux, en pareja con una mujer (¡Sarita Montiel!, doblada por nada menos que Angie Dickinson) y su hijo mudo (sic). Cuando el ejército de la Unión llega para construir fuertes, desalojar a los indios y establecer la civilización, O'Meara combinará su odio a los yankis con su nueva lealtad a los sioux pero no le resultará tan fácil.
La película es divertidísima, excelentemente narrada, con algunas escenas memorables (la carrera de la flecha, una muerte en arenas movedizas, el ataque sioux al ejército de la Unión) y plantea los dilemas morales del personaje central con inteligencia y claridad. Más allá de la representación actoral de los sioux, que los wokes hoy califican de racista, la comunidad es exhibida en toda su dignidad y sin esconder la violenta intromisión que les resultó la llegada del hombre blando. Mucho antes de los westerns revisionistas, los westerns clásicos tenían una mirada sobre los nativos mucho más humana y empática de lo que la leyenda dice. La cantidad de matices interesantes o divertidos que tiene Run of the Arrow la convierte en una gran película, muy disfrutable.
Vibrations (1968, Joseph Sarno)
Me divierte mucho estudiar la prehistoria del cine porno, que está cimentada, en la década del 50 y 60, en estas películas de bajísimo costo y muchísimos desnudos. Esta va un paso más allá de los muy primitivos intentos de Doris Wishman, la patriarca de este tipo de cine. Por lo pronto, Vibrations tiene sonido directo, lujo que los antecesores no podían darse y resolvían de maneras muy creativas. Acá, la trama, si así puede llamarse, implica a una mujer con cierta frustración de su vida sexual, su picante hermana, con la cual tuvo escarceos en sus niñeces, y una extraña vecina en la puerta de al lado que recibe visitas a deshoras, está siempre en bolas, y se da satisfacción con un vibrador de aspecto vintage, precursor de los actuales dildos. Es todo notablemente primitivo aunque con una frescura que después se perdería en este tipo de producciones. Para colmo de bienes, estas películas "airean" la sordidez de las filmaciones interiores con tomas exteriores, que muestran a la ciudad de Nueva York con un registro documental muy lindo de ver. Como se dice ahora, es cine.
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