Agenda personalísima
El eternauta, Miller, 15-0 (Fifteen-Love). Una newsletter de tenis, Maxikiosco, Leer y comer, música from Laurel Canyon.
Hola, amiguitos, acá volvemos con nuestro exitoso envío semanal. Nos metemos con el tema de la semana, la miniserie que ha despertado una enorme cantidad de comentarios de gente… que no la vio. La vimos y opinamos, y recomendamos otras cosas. SI gustan, al final del recorrido pueden colaborar a la gorra.
El eternauta (Bruno Stagnaro, Netflix)
Estamos ante la serie argentina más comentada en mucho tiempo, aunque buena parte de esa conversación esté dada por posiciones e ideas previas a verla, posicionamientos políticos que no van a modificarse por ver las seis horas que lleva esta primera parte de la adaptación de la famosa historieta pensada por Héctor G. Oesterheld. Ni tan tan ni muy muy, El eternauta vista por Netflix es una serie realizada con mucho presupuesto, un gran profesionalismo técnico y un empeño narrativo que va de menor a mayor, de una parálisis en la primera mitad, un tanto morosa, para liberarse en los tres capítulos finales en donde el relato, como sus personajes, sale al exterior a dar batalla y conquistar al espectador.
Más allá de su origen en una revista de historietas y de su discutible cualidad de pionera, El eternauta siempre tuvo para nosotros la particularidad de entregarse a un género particular y definido —una invasión extraterrestre— en territorios conocidos y cotidianos. La locación del partido de truco inicial en una casa de la zona norte del GBA, la Plaza de Mayo vacía y nevada, enfrentamientos en Plaza Italia y avenida Las Heras y el uso del Monumental como campo de batalla fueron algunos de los elementos que agregaban interés a una historia, como todas las de género, universal y un tanto convencional.
Consciente de eso, demasiado consciente quizás, Bruno Stagnaro se empeñó en subrayar el "sabor local" en muchas instancias de la serie. No se va a escuchar ni cantar nada que no sea rock nacional; si se muestra la marca de un auto, va a ser un Torino; si el protagonista tiene un trauma, apelaremos a Malvinas; los planos de las locaciones incluyen siempre el nombre de la calle o una escenografía reconocible. Como el remanido ejemplo que daba Borges ("No hay camellos en el Corán"), el agregado de color local demuestra una cierta falta de naturalidad, la falta de confianza de que ese toque venga orgánicamente. En todo caso, la primera mitad, y especialmente los dos primeros capítulos, están lastrados por el costumbrismo. Como dijo alguien en X: "Pol-Ka con nieve".
Cuando los personajes deciden salir del encierro, se pasa del costumbrismo a la épica, el presupuesto y los efectos se hacen sentir y Stagnaro maneja los elementos narrativos con mucha solidez. Las transiciones de lo general a lo particular, de los grandes enfrentamientos a las relaciones personales, son puestas en pantalla con ritmo y coherencia. Con la crueldad que suelen tener las plataformas, al final todo queda en el aire, con la necesidad por parte del espectador, de seguir viendo más y más. Se hizo costumbre pero a mí me resulta extraño que en se utilicen seis horas para contar solamente una parte de la historia. La lógica de la rentabilidad generada por varias temporadas ha arruinado muchas miniseries.
Stagnaro muestra una gran personalidad al desechar las lecturas políticas que se realizaron con la historieta, especialmente durante la época del kirchnerismo. No hay un "héroe colectivo", como les gustaba decir, y la frase "nadie se salva solo" la dice, para engañar a un amigo, un personaje cuya mente fue captada por los alienígenas. La realización se ajustó más a los códigos del género que a consignas políticas simplificadoras. Increíblemente, si uno lee las redes podría suponer que la producción fue realizada por La Cámpora, con su "Nestornauta" como bandera. No hay nada de eso y tanto los que la rechazan por kirchnerista como los que piensan que es una reivindicación de un movimiento político particular, demuestran que no se molestaron en verla para tener una opinión.
El eternauta es una producción de género, bien realizada, con altibajos, correctamente adaptada al mundo de las plataformas. Como tal, se puede ver, se puede no ver, resultará mejor o peor, pero no será una revolución estética. Vista sin el compromiso emocional que muchos argentinos (y de otras parte del mundo también, hay que decirlo) tienen con la historieta, la miniserie se encolumna sin dificultades en la larga serie de producciones apocalípticas que venimos viendo en los últimos años. ¿Es poco, es mucho? Lo dejo a tu criterio.
Lee (Prime Video)
Pasó desapercibido este biopic sobre un personaje notable, la gran Lee Miller. Dueña de una belleza muy personal y nacida en una población rural del estado de Nueva York, pasó de posar en la revista Vogue a convertirse en una de sus fotógrafas. Amiga de Man Ray, Pablo Picasso, Jean Cocteau, integró con familiaridad el movimiento surrealista surgido previo a la Segunda Guerra Mundial y hasta muchas de las fotos atribuidas al legendario Man Ray fueron tomadas por ella. Se casó con un empresario egipcio, se fue a vivir a El Cairo, donde se aburrió y decidió dejar todo para vivir en París. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, ella ya está instalada en Inglaterra, con un nuevo marido. A pesar de la desventaja en esa época de ser mujer, logra ser enviada como corresponsal de guerra. Allí saca fotos del campo de concentración de Dachau, que comenzaron a develar ante el mundo las atrocidades del nazismo, Libre y desprejuiciada, se saca una foto metida en la bañadera del departamento en que Hitler residía en Munich. Posteriormente al fin de la guerra, Miller contaría que se bañó allí y que pasó la noche durmiendo en la cama que Hitler compartía con Eva Braun.
La película, interpretada y motorizada por la gran Kate Winslet (cada día mejor actriz y más hermosa), cuenta muchas de estas historias fascinantes aunque no todas. Es una biopic convencional pero didáctico y entretenido. Vale la pena.
Anora y A Complete Unknown
Ya están en plataformas las dos mejores películas del año. Anora, ganadora del Oscar, está disponible en Flow, y A Complete Unknown, la maravillosa biopic de Bob Dylan, en Disney +. Escribimos mucho sobre las dos desde las nominaciones al Oscar en adelante, revisen.
15-0 (Fifteen-Love). Una newsletter de tenis
Celebro muchísimo la aparición de este newsletter (aunque las doctas responsables usan el femenino, debería decir "esta newsletter", pero no me sale). Caterina Colombo y Laura Romero son dos profesionales de distintas disciplinas, pero cuya pasión por el tenis las une. Además de conocerlas personalmente y considerarlas mis amigas, las leo en X hablando sobre el "deporte blanco" con una mezcla de admiración y diversión. Saben muchísimo sobre el tema (yo no sé nada), tienen opiniones tajantes y comentan cada torneo que pueden ver, mucho más allá de los Grand Slam a los que yo esporádicamente me puedo asomar. Es obvio que saben de qué hablan. Admiré tanto ese expertise que les sugerí de manera casi casual que hagan un newsletter. Perdón, "una" newsletter. Y acá llegó 15-0 (Fifteen-Love) cumpliendo sobradamente mis expectativas. Está escrito con gracia, inteligencia, descaro y atrevimiento. A mí me cae simpático el personaje Djokovic, pero para ellas es Satanás vestido con shorcitos y remera. La pasión de estas dos chicas por Roger Federer me parece admirable y me genera muchísimo respeto. Otra característica, que está en este primer envío, es la reivindicación del tenis femenino, algo a contracorriente del pensamiento dominante, que lo desdeña fácilmente. Tengo la sensación de que todo lo que dicen es cierto, pero más allá de eso, va a ser un placer leerlas quincenalmente, no se requieren grandes conocimientos para apreciar su inteligencia y su descaro. A suscribirse.
Maxikiosco
Esta semana publicamos una entrevisté que disfruté muchísimo hacer. Conversé con el biólogo Joaquín Ais sobre el mundo vegetal y de cómo las características de las plantas provienen de millones de años de evolución y se exponen en los anaqueles de las verdulerías. Leyendo esto (y su extraordinario libro), sabremos por qué las frutas son carnosas, dulces, aromáticas, qué función cumplen los animales, y cómo suplen las carencias de los vegetales, eternamente anclados en la tierra. Es una conversación interesantísima, que pueden escuchar o leer en este envío.
Joaquín Ais sobre Botánica para comer
Me rejuveneció leer Botánica para comer, el libro de Joaquín Ais editado por Siglo XXI. Me retrotrajo a la década del 80, cuando complementaba mis estudios académicos de Biología con la lectura de Charles Darwin y los divulgadores de aquella época, entre los que destacaba Stephen Jay Gould, de quien me hice admirador fanático. Me di cuenta leyendo a Ais…
Pueden escucharla aquí.
Leer y Comer 1079 (El Observador)
Hablamos de literatura infantil en nuestro amable espacio del El observador.
Nuestro amigo David Obarrio leyó un libro sobre el movimiento musical de los 60 y 70 en California, generándonos una necesidad que no sabíamos que teníamos. a partir de eso, creó una playlista en Spotify, con algunos de los representantes de ese momento musical. Me di cuenta de que buena parte de esa lista era la música que yo escuchaba siendo estudiante secundario, allá por la primera mitad de la década del 70. Obarrio es, además de un crítico de cine notable, un melómano de primera categoría. Hicimos juntos muchos programas musicales en radio Ciudad y esta playlist me generó melancolía de mi juventud y de las horas compartidas con David.
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Para el televidente no argentino el color local no pesa. O pesa tanto como en un cuento de Adolfo Bioy Casares. Supongo que para un argentino debe ser notable ver los paisajes habituales cubiertos de nieve. Para los que no lo somos, son buenas tomas de un mundo desolado. Del mismo modo, toda la discusión individuo/colectivo fuera de Argentina no tiene una connotación política. El color local es justo el necesario para que no estorbe ni pese. La historia es un poco convencional pero está bien contada y bien producida. Bien actuada.
Soy de los que, en mi adolescencia temprana, leí (o ví, no sé cómo se dice al referirse a historietas) en vivo y en directo la primera edición de El Eternauta de Oesterheld y Solano López en la revista Hora Cero, 1957/58/59. Y unos años después me deslumbré con los dibujos de Breccia. Así que aun aceptando que la de Stagnaro es una versión “basada en”, no puedo dejar de hacer comparaciones. La serie me pareció bastante buena, pero gana la historieta.
Crecí devorando todo Bradbury, Orwell, Asimov y compañía, y viendo películas de astronautas, marcianos y todo tipo de monstruos terroríficos. Hasta la magnífica “2001, odisea del espacio”. Después, no sé por qué, me empezó a hartar la ciencia-ficción. Me volví intolerante. Me causan rechazo las distopías delirantes.
Así que tuve que vencer algunos prejuicios para ver esta serie que todo el mundo comenta y/o alaba. Y coincido con tus apreciaciones, Gustavo. Está buena, pero ahí nomás…