Una cosa siempre me sorprendió de la película de Steven Spielberg, Salvando al soldado Ryan, que homenajea a los —en estos días— recordados héroes de Normandía. No se trata solamente de la impactante primera secuencia, que describe, con todo el realismo al que el cine de ficción puede llegar, la increíble y aterradora hazaña realizada. Recuerdan ustedes que la misión que la película cuenta, luego del desembarco, era la de traer del frente de batalla a James Ryan, el único hijo vivo de la familia Ryan, cuyos tres hermanos fueron muertos en combate. “No podemos dejar que esa mujer pierda a todos sus hijos”, dice el general Marshall de la ficción y ordena su rescate. La misión se cumple con el costo en vidas de prácticamente todo el pelotón. Que en el transcurso de la película murieran seis personas para rescatar a una me sorprendía, pero, en definitiva, la idea era esa: en determinadas circunstancias, no todas las vidas valen igual, algunas son especialmente valiosas, porque preservarlas significa algo superior. No se trata de una cuenta aritmética sino de un gesto heroico.
Los que hacen cuentas con los muertos, reclamando que Israel se cobró demasiadas víctimas para recuperar “solo” cuatro secuestrados son como los economistas tradicionales que hablan de la fungibilidad del dinero, es decir, que no tiene sentido gastarlo de manera distinta de acuerdo con su procedencia dado que todos los billetes en definitiva son intercambiables. En El hechizo del verano, Virginia Higa cuenta del premio Nobel Richard Thaler, un economista heterodoxo, que habla de cierta contabilidad mental por la cual la gente separa el dinero en casilleros imaginarios de acuerdo con cada origen y gasta diferencialmente. Higa dice que una empresa que realizaba un evento en Bahamas le dio a cada uno de los asistentes un bono de cincuenta dólares. La mayoría fue al casino, los apostó y dejó de jugar cuando la cifra superaba ese límite y empezaba a perder su dinero original. Según la economía tradicional, este comportamiento es irracional. Como Higa y como Thaler, a mí me parece lo más lógico del mundo: esos 50 dólares eran distintos de los que tenía en sus ahorros. Cada ingreso de dinero tiene asociado en su percepción emocional la forma en que fue adquirido.
Cuatro por 274, dice Ruffalo, y tantos otros, haciéndose eco una vez más de los datos seguramente falsos de Hamas y haciendo la vista gorda respecto de que habría bastado con devolver a los rehenes incondicionalmente para detener la guerra. Creo que cuando los actores progres del mundo critican a Israel por haber gastado desproporcionadamente más vidas (incluyendo la de un soldado israelí) que la rescatadas, en realidad lo están elogiando. Más allá de la guerra informativa que despliegan los países que odian a Israel, dando cifras incomprobables y que habitualmente son desmentidas, no están entendiendo algo esencial: como la de James Ryan en la película de Spielberg, la vida de los cuatro secuestrados no era “fungible”, no iba a desindividualizarse en una mar de vidas equivalentes. No había un número “razonable” de vidas a perder para su rescate. Para Israel el mensaje era muy claro. Si un ejército enemigo va a incursionar en su territorio, secuestrando a sus ciudadanos, Israel no va a hacer cuentas para ver si vale la pena recuperarlos.
Salir a rescatar ciudadanos secuestrados sin hacer cuentas. A mí eso me parece extraordinario, me causa una emoción tremenda. Tener un Estado que vela por vos, que no se va a desentender, que si sos objeto de una acción tan abyecta como la del 7/10, no va a pasar un día sin que te busque y que la cuenta nunca le va a dar demasiado alta como para no intentar recuperarte. Es una señal tremenda para los países y los grupos que pretendan meterse en territorio israelí, pero sobre todo para los ciudadanos de ese país. Sentirse así respaldado por un Estado, qué sensación increíble.
Es probable que para forjar un Estado con esa determinación y ese sentido de la responsabilidad respecto de sus integrantes hayan tenido que atravesar la terrible experiencia de la Shoah. Lo cierto es que, para Israel, cualquier ataque como el del 7/10 es un retorno a ese trauma, es un intento de hacer desaparecer a los judíos de la faz de la tierra. Por eso Israel tiene que cuidarlos y protegerlos, uno por uno, sin hacer cuentas.
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Hoy no estoy de acuerdo con tus reflexiones y, como “quien calla, otorga”, debo decirlo.
Sin “hacer cuentas” (tantos de allá, por tantos de acá), estúpidas cuentas, pero mostrando algunos números ya chequeados para ponerle al horror su impresionante dimensión.
El ataque/atentado de la organización terrorista Hamas el 7-10-23 causó en Israel cerca de 1200 muertos -la mayoría civiles, incluyendo niños- y 133 personas secuestradas.
Por la magnitud y por el grupo de pertenencia de las víctimas, todos judíos, no tengo dudas: esto se llama GENOCIDIO (Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.) Sólo cabe el repudio y la condena a los feroces atacantes, y el abrazo a los damnificados.
La respuesta militar de Israel (¿no sólo de Netanyahu?) relatada como un esfuerzo de responsabilidad estatal, solidaria e inclaudicable, para liberar a esos rehenes, esconde los permanentes conflictos (ideológicos, fronterizos, económicos, religiosos) con Palestina (y con Irán, Jordania, Arabia, Egipto, Irak, Siria, Líbano…). Conflictos que siempre han sido abordados en “modo bélico”. Por una mezcla exacerbada de “presiones externas” y “vocaciones internas”, Israel ha sido y es una nación guerrera.
La invasión y bombardeos sobre Gaza ha causado (hasta el 29 de marzo 2024, fuente Naciones Unidas) la muerte de 32623 palestinos. Según parece, la mayoría mujeres y niños, pocos militantes terroristas de Hamas.
Por la magnitud y por el grupo de pertenencia de las víctimas, todos palestinos, no tengo dudas: también esto se llama GENOCIDIO (Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.) Sólo cabe el repudio y la condena a los feroces atacantes, y el abrazo a los damnificados.
Es cierto, algunos rehenes han sido liberados. Pero pintar un genocidio como un simple efecto colateral de “la búsqueda del soldado Ryan”, no me parece adecuado.
Un crimen aberrante no se cura con otro crimen aberrante.
Con todo respeto por tu opinión y la de otros que la comparten, esta es mi opinión.
Me parece una explicación excelente de la mentalidad de los israelíes en esos casos. Cada vida es una parte preciosa y sagrada de la comunidad. Y debe ser preservada a cualquier precio.
Esto se vio en acciones como el rescate de los rehenes del avión de Air France en el Aeropuerto de Entebbe en 1975. En esa ocasión, el costo humano fue mínimo. Pero no siempre es así, porque las organizaciones terroristas, por el contrario, desprecian la vida humana, propia y ajena, ante la grandeza de la "causa". Si eso no es un buen motivo para apoyar a Israel, no sé cuál puede ser mejor. Lamento lo de Ruffalo, un actor que me gusta, demasiado aferrado a conceptos que no tienen lógica: ¿tiene sentido un "alto el fuego" sin la devolución de todos los secuestrados, vivos y muertos?.
Un muy buen aporte Gustavo. Se notó la bronca que le dió el tweet de Ruffalo
Un cordial saludo