Se viralizó en estos días un video de uno de los canales de streaming tan en boga. Un joven, entre risotadas, decía algo así como que Invasión, la película de Hugo Santiago con guion de Borges y Bioy Casares de 1968, no podría ser popular en estos días porque era muy lenta y tenía más subtexto que texto. El desarrollo del comentario era un poco precario y contrastaba mucho con la actitud corporal de los involucrados, que era canchera y desafiante. La reacción de los cinéfilos en las redes no se hizo esperar y los jóvenes rebeldes quedaron en ridículo. Se les dijo de todo y se advirtió en su arrogancia señales del Apocalipsis, de una decadencia cultural de la cual solo los ofendidos estaban a salvo. Una vez superada la natural irritación que me provocaban estos chicos, me puse del lado de ellos.
Tampoco me gusta mucho Invasión —comparto ese sentimiento no solo con estos muchachos sino también con JLB, su ilustre guionista— pero la vi hace mucho y no podría articular un solo argumento crítico: es una película vanguardista de culto con lo cual la dicotomía me gustó-no me gustó está mal vista. El tema no es ése, sino que no deja de parecerme elogiable que un grupo de muchachos se junte a conversar, que uno de ellos tenga una opinión herética sobre un clásico y que la comparta con muchas otras personas, incluyendo a sus potenciales detractores. Lo que antes sería una charla en una casa, comiendo pizza y tomando cerveza, de manera privada, ahora es un streaming disponible para todos, pero eso es un signo de los tiempos y no una tara particular de estos compañeros cinéfilos.
La palabra clave es “conversación”. Conversar está bien y es la base de todos los programas de radio y televisión que me gustan. Hago radio desde hace más de 30 años, fue un trabajo que llegó en un determinado momento casi de casualidad y me enamoró. Me parece extraordinario que una persona se pueda ganar la vida conversando. Nada me parece mejor programa que una persona inteligente siendo entrevistada por otra persona informada. Esa es la clave de la radio y la televisión que me gustan.
Hice de todo en radio, desde columnista de conductores de primera línea (Bobby Flores, Luis Majul, Magdalena Ruiz Guiñazu, María Laura Santillán, Yanina Latorre) hasta conducir programas de actualidad o llevar adelante mis propios productos, como “Preferiría no hacerlo”, que lleva doce temporadas en La Once Diez, o “Libros con Ñ” en CNN radio, que está en su quinto año. Bobby fue quien me dio la primera oportunidad y Luis la confianza y el estímulo para hacerme un lugar en el medio.
Siempre que pude determinar mi propio contenido elegí hacer programas charlados. Es por la misma razón por la cual no me gustan los editoriales en tele y radio. Me resulta casi incomprensible que la mayoría de los conductores sientan que tienen un soliloquio para desarrollar todos los días. Hablarle a cámara, enojado, monotemáticamente: no me gusta. No me siento tan preparado como para hacer algo así, tan seguro de mis ideas como para decirlas unidireccionalmente. Me gusta la charla.
La conversación implica, además, algunas condiciones: cierta paridad, respeto intelectual mutuo y la presunción de honestidad de ambos lados. No entiendo a los conductores de radio que buscan mostrarse “amplios” convocando a entrevistar a gente que, o bien sabe que no le va a contestar honestamente o están en las antípodas ideológicamente para tratar de exponerlos.
Por algún motivo, Ernesto Tenembaum está haciendo eso en su programa de radio. Cada tanto veo que en los medios aparece la noticia “Tenso cruce entre Tenembaum y X”. X va variando, pero en general en parámetros reducidos, suele ser un personaje a la derecha del espectro. No se me ocurre, por ejemplo, ningún motivo para entrevistar a Nicolás Márquez, señalado como “el biógrafo de Milei”, conocido y estrafalario homófobo. No es un personaje relevante, no participa del elenco gobernante y la idea de “exponerlo” se cruza con la de darle aire gratis a una persona con ideas retorcidas, fuera de época, poco influyentes. No escuché la conversación, sencillamente no me interesa lo que tenga para decir Márquez.
Hace poco estuvo Alejandro Rozitchner en el programa de TN de Diego Sehinkman y se viralizó una parte de su participación. Sehinkman es de los que les gusta la conversación y da lugar a que el entrevistado se exprese de la manera más libre posible. En este caso lo venció cierto espíritu corporativo y lo chicaneó a Rozitchner. Se generó un momento interesante, con un entrevistado que contestaba por fuera de los lugares comunes (no hace falta estar de acuerdo en un 100 % para concordar con eso) y un entrevistador instruido. Señalé cierta deshonestidad del programa al poner al aire un tuit de Milei acompañado de una interpretación errónea y Tenembaum contestó esto.
Ciertamente, no creo que sea el fin del entrevistador “acorralar y exponer” a una persona a la cual invitaste a hablar en tu programa. Tampoco creo que haya sido eso lo que hizo Sehinkman. Creo que lo mejor que puede hacer un entrevistador es facilitarle al entrevistado las cosas para que se exprese de la manera más clara posible, que no haya ambigüedades o temas relevantes que se hayan pasado por alto. Para no dejar pasar una contradicción o un engaño está la repregunta, no el “acorralamiento”. La idea del entrevistado como un enemigo al que hay que derrotar dialécticamente me resulta totalmente incomprensible. Esas charlas a los gritos entre un comunicador y un gremialista o un estudiante que acaba de tomar el colegio o un ministro, son puro postureo para mostrarse ante sus oyentes, para posicionarse en la escala de ferocidad que están esperando.
Prefiero, por mucho, las conversaciones banales y erráticas de los streaming, aunque sean llevada adelante por jóvenes que todavía no tienen las prioridades claras, que confunden la gracia de un momento privado con un producto que se pone en consideración de todo el mundo. Ya llegará la idea de profesionalismo y la de consistencia en las afirmaciones: son todas cosas que se pueden aprender. Lo importante es la intención de conversar.
Uno de los temas fundamentales de la posibilidad de la charla es que es profundamente terapéutica. Lo dice gente sola que escucha la radio y llama por teléfono, porque está agradecida de la compañía, de la ilusión de que alguien le hable, pero sus efectos son también sanadores para quienes llevan adelante la conversación. El que habla con otra persona y la escucha tiene la posibilidad de descentrarse, de enterarse de otras vivencias, de salirse de sus experiencias personales como si fueran el centro del mundo. Salirse del yo es la tarea más difícil de todas. Es entender que nuestra vida es una entre tantas y así como la nuestra es rica e interesante, otras pueden serlo igualmente. Conversar pone las cosas en perspectiva, conversar sana.
No puedo dejar de pensar en las primeras conversaciones, en qué momento de la historia de la humanidad el intercambio de información en las cuevas, bajo la luz de una fogata temblorosa, dejó de ser por elementos vitales (“ojo que en esa laguna hay pumas”, “nos estamos quedando sin comida”, “me duele”) para intercambiar abstracciones que no tenían que ver con la supervivencia. Quizás haya sido ese el gran paso hacia la cultura, la apertura a un reino infinito que habría de moldear finalmente nuestra humanidad. Una conversación.
Para cerrar, les dejo algunas conversaciones de tele, radio o streaming que me parecieron especialmente interesantes.
Ernesto Tenembaum en Libros con Ñ
Nada de lo que comento aquí es para caerle especialmente a Tenembaum, una persona con la que me une una relación cordial y afectuosa. Para desesperación de muchos de mis seguidores, que no lo quieren, lo entrevisté en su momento, para que me cuente de sus hábitos de lectura y salió una conversación muy interesante y, creo, reveladora.
Diego Sehinkman en Seúl radio, entrevistado por Hernanii
Como dice Hernán Iglesias en la presentación, era el desafío de entrevistar a un buen entrevistador. Sehinkman hace algo poco común: se toma tiempo antes de contestar. Y contesta todo.
Diego Latorre en Clank!, entrevistado por Juan Pablo Varsky
Los dos mejores comentaristas de fútbol conversando sobre la carrera de Diego, imperdible. Ya recomendamos en estas ediciones la entrevista de JPV al árbitro Fernando Rapallini, la mejor edición de Clank!
Hugo Vezzetti en La repregunta, entrevistado por Luciana Vázquez
Luciana compartió conmigo un programa de entrevistas sobre el mundo del libro, Resaltadores, en radio Nacional, en 2017-2018. En La Nación desplegó su extraordinaria preparación para las entrevistas en un ciclo con el título adecuado, La repregunta. Por preparación y temple, Luciana es la periodista argentina que mejores entrevistas hace, no tengo dudas de eso.
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Muy lindo, Gustavo. Tu nota amplifica el espectro mental. Gracias por ayudarnos a abrir el bocho. Abrazo
Antes que nada, todavía no viste Shogun.
Quiero agregar otra entrevista que a mi me pareció espectacular. Se la hizo Sabrina Ajmechet y equipo a Hugo Vezetti en el programa de historia que tenía en Radio Nacional. Acá el link.
https://www.radionacional.com.ar/los-anos-70-de-los-que-todavia-no-podemos-hablar/