Caballito: Este barrio se encuentra en el medio de la Ciudad de Buenos Aires. Debe su nombre a la pulpería que en 1821 instaló don Nicolás Vila en la esquina de las actuales calles Rivadavia y Emilio Mitre, que era reconocida por su típica veleta en forma de caballito.
Vivo muy cerca de Avenida de la Plata uno de los límites reconocidos del barrio porteño Caballito. Esa vecindad me permitió frecuentarlo más, aunque no sea uno de mis lugares en el mundo. Caballito podría enmarcarse como un barrio típico de clase media y también en alguna de sus avenidas, especialmente Pedro Goyena, como un barrio de parvenus. Este grupo lo es a fuerza de mucho trabajo en comercios o fábricas como gomerías, buloneras, ferreterías, talleres mecánicos, vidrierías y muchos otros rubros que abastecen el mercado local. Durante muchos años mi familia alquiló casa en el Club de Campo La Martona, ubicado cerca de Cañuelas, a tiro de Caballito y la zona sur. Allí los propietarios tenían una tipología muy marcada, que nuestro amigo Javier Porta Fouz supo definir con maestría: los bautizo como habitantes del “Planeta La Volpe”.
Hombres rudos, con bigote tupido pasados por la tintura, hombres de trabajo con relojes caros cuyas esposas están siempre impecables con las manos de peluquería y muchas joyas. Así los veíamos en el restaurant del club y así los imaginamos al volver a sus pisos de la arbolada Pedro Goyena. También es acertada la definición de Javier porque en Caballito viven muchos jugadores de fútbol.
En su otra versión de clase media típica, Caballito es el barrio de los departamentos pequeños de tres ambientes, de escuelas públicas que gozan todavía de algún prestigio, de escuelas parroquiales centenarias y de su parque emblemático: el Parque Rivadavia que a pesar de las protestas mejoró mucho al enrejarse. Las figuritas y los libros usados tienen ahí su paraíso.
Todo es un poco abigarrado en Caballito, aún su zona más linda: el barrio inglés. Allí las casas preciosas no parecen ser muy grandes ni tener mucho terreno y están demasiado pegadas una con la otra.
El club Ferro Carril Oeste es otro fiel exponente del barrio y de su clase media con ciertas aspiraciones. Es muy lindo apreciarlo desde el Puente Caballito. Allí se puede ver todo el club —mucho hockey femenino, el mítico gimnasio Etchart donde se juega al básquet, canchas de ténis— y la legendaria cancha de fútbol. A pesar de ocupar una manzana, también es un club abigarrado como el barrio.
Caballito para mí tiene una identidad difusa a la que la gentrificación que van sufriendo muchos barrios porteños no hace más que contribuir. Todas las cadenas gastronómicas y algunas pattiseries tienen su sucursal en Caballito. Desde Cucina Paradiso a La fábrica del Taco, Tea Connection, Green Eat, Almacén de Pizzas, Sushi Pop, Fabric, Nucha, La Panera Rosa, Próspero Velasco, Rapa Nui y muchas más le traen variedad de propuestas al barrio, pero le van quitando identidad.
Por suerte todavía quedan algunos lugares típicos que merecen la visita y hay dos novedades para celebrar.
El mercado del progreso: Este lugar centenario ubicado en Primera Junta tiene el encanto de haber resistido el paso del tiempo y las modas. Cada puesto tiene sus fanáticos, pero la estrella indiscutida es Nucho, el Rey de la Molleja. Ya no se lo ve a Nucho atender, pero sí a sus hijos. Siempre hay cola, y muchos empleados empanando las exquisitas milanesas que despachan a diario. Recomiendo que pidan la versión provenzal. Además de las carnes, ofrecen empanadas, fajitas, vittel toné, guiso de lentejas, pastel de papas, matambre relleno, mondongo y ribs. Vale la pena ir al menos una vez por mes y aprovisionar el freezer.
Pucara: Desde 1960, la esquina de Senillosa y Alberdi alberga a este restaurant de comida gallega. Debo decir que no soy muy fan del pescado ni de los mariscos, pero éste es otro lugar mítico que hace de no aggiornarse su bandera. La tortilla española es muy recomendable. A pesar de su aspecto de bodegón de barrio los precios son elevados, pero eso no es obstáculo para que los fines de semana siempre haya gente en la puerta esperando. A unas cuadras hay una opción más económica, Pedro 94, una rotisería de pescados en la que también se puede comer.
Medrado Café: Además de sus virtudes gastronómicas, este novísimo café tiene el atractivo de ubicarse en una ochava y aprovechar al máximo su espacio en una de las veredas. Celebramos que sea una propuesta original y no pertenezca a ninguna cadena. Todo es rico y fresco. Se pide en la caja, toda la carta se puede llevar a casa también. El espacio adentro es muy reducido, pero está muy bien aprovechado y con una estética cuidada. Tiene todo lo que uno busca en estos cafés: jugos ricos, avocado toast (con nueces y tomates Cherry), huevos revueltos. Para los amantes de la mezcla de dulce y salado (¡allá ellos!) ofrecen el Tostón Medrado que incluye crema de palta, queso brie, frutilla y miel. De lo dulce se destacan las cookies. La de frutos rojos, chocolate y centro de crema de maní es sublime La croissant gigante rellena de dulce de leche o pastelera con frutas frescas alegra cualquier merienda.
Caballito ya tenía dos panaderías/confiterías caras a nuestros afectos, Savona y El Cisne de Pedro Goyen. En los últimos meses ha llegado una de nuestras confiterías favoritas que viene desde el norte de la ciudad a Pedro Goyena. Dos escudos abrió una sucursal muy coqueta en la esquina de José María Moreno. Antes allí estaba la panadería Kyrios que tenía una torta matera riquísima, una especie de bizcochuelo con almíbar arriba, perfecto para tardes de lluvia. Queda la sucursal de Boedo para seguir degustándola.
Caballito es un buen barrio vecino, abogamos porque sigan floreciendo emprendimientos más originales que de cadena, pero siempre es bueno contar con la oferta que ofrece para satisfacer diversos antojos que no son pocos en el caso de esta inspectora.
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