Como hacemos cada tanto, les compartimos algunas cosas que estuvimos viendo y que todavía no tienen circulación oficial en nuestro país, a la espera de que aparezcan en alguna plataforma, sala o que ustedes se las ingenien para dar con ellas. Disfruten.
The Proud and Profane (George Seaton, 1956)
Soy más amigo de las películas medianas que de las obras maestras. El estado de una cinematografía no se puede medir por la obra de un genio aislado sino por la producción habitual, la que no queda consagrada en el canon. Es difícil conocer ese tipo de películas de países que no son el propio o de otras épocas. Me gustan mucho las películas de Béla Tarr pero no podría decir una palabra sobre el cine húngaro.
Con el cine clásico norteamericano estamos mejor: conocemos bastante, pero hasta ahora nos habían llegado sólo las obras maestras, que son muchas. Una vez editadas y puestas en circulación, no quedaba más que rescatar películas medianas, regulares, malas o buenas. Eso es lo que está apareciendo en circulación y que acá celebramos.
The Proud and the Profane es una producción importante de 1956 de un director mediocre: George Seaton, un asalariado de la industria sin marcas de estilo con una carrera que va de los Hermanos Marx (Un día en las carreras, 1937) a la adaptación del best seller Aeropuerto (1970). La película cuenta con un elenco sólido, con un trío de protagonistas de primer nivel: Deborah Kerr, William Holden y Thelma Ritter.
Se trata de un melodrama ambientado en los bordes de la guerra, en una isla del Pacífico Sur, lejos del frente de combate. Kerr interpreta a Lee, la viuda de un veterano que se alista en la Cruz Roja para saber cómo había muerto su marido en el combate de Guadalcanal. Holden es el coronel Black, un hombre rudo y vital, que la quiere conquistar. Y Thelma Ritter, la más brillante de las actrices de reparto que dio Hollywood, es la encargada de la Cruz Roja en la base y el eje moral y emocional de la película.
Disfruté muchísimo de esta producción, la vi de un saque, sin poder sacar los ojos de la pantalla y siguiendo con mucha atención las idas y vueltas argumentales, que, básicamente, son las del corazón de Lee. La película está llena de defectos, la narración es firme, pero hay escenas inverosímiles en las cuales se derraman toneladas de información verbalmente sobre el espectador y sobre los personajes mismos. Sin embargo, de alguna manera mágica, todo funciona y la incomodidad de instalarse en otra época, en otros códigos narrativos y otros valores, desaparece. Suspendemos nuestra incredulidad y disfrutamos. Como siempre en el cine clásico, hay escenas absolutamente memorables. La visita de Lee a la tumba de su marido en Guadalcanal, es una de ellas. Vean este fragmento, aunque no tiene subtítulos, lleguen al final. Lee lleva flores por encargo a distintas tumbas, en el cementerio está enterrado el marido, a quien ella nunca visitó. Cuando se está por ir, se arrepiente y pregunta por él:
The Program (Stephen Frears, 2015)
Hace un par de semanas, recomendamos en la Agenda El rey perdido, de Stephen Frears, el director británico ya octogenario, con unas cuantas buenas películas en su haber. A raíz de esa nota, me puse a ver qué otras había hecho Frears en los últimos años y me encontré con la grata sorpresa de que en 2015 hizo una sobre Lance Armstrong, el infame ciclista norteamericano que ganó varias veces el Tour de France y que terminó confesando en el programa de Oprah Winfrey que había corrido estimulado por sustancias prohibidas. The Program cuenta esa historia: de cómo la ambición de ganar lo llevó a adoptar un "programa" que implicaba arrastrar a todo un equipo, la colaboración de directivos y médicos especializados y un sacrificio físico enorme para lograr doparse y que no aparezca en los tests que se hacían regularmente. El personaje Armstrong que aparece en la película (gran actuación de Ben Foster) es sencillamente una persona monstruosa, que vendió sin retorno su alma al diablo. Habíamos visto un documental excelente, The Armstrong Lie, que contaba la misma historia, pero con una particularidad. El director, Alex Gibney, tenía el proyecto de hacer un documental sobre la vuelta de Armstrong en 2009, luego de su retiro. En el medio de la filmación, en 2012, el ciclista hace la confesión y la película se convierte en el documento que registra la caída en desgracia de uno de los deportistas más admirados del momento. En aquel momento, no me había quedado una imagen tan desagradable del personaje como ahora con la película de Frears, que lo pinta sin misericordia. El documental tampoco está en plataformas. Frears lo hizo otra vez, una película excelente, que se ve con interés sostenido y con personajes humanos.
Saturday Night (2024, Jason Reitman)
Apostamos a que de un momento a otro esta película se estrene en Argentina en salas o aparezca en alguna plataforma, así que vamos cortito y al pie, esperando cubrirla en la Agenda cuando se dé. Se proyectó en Mar del Plata y vino su director, Jason Reitman, lo cual nos resulta un hallazgo de programación. Aunque no soy un fan especialmente dedicado a las emisiones de Saturday Night Live, el mítico show de la NBC, es imposible ver esta película y no sentir que se está presenciando el parto de algo único, nuevo y radicalmente original. La película cuenta casi en tiempo real las desventuras de la hora y media previa a la emisión del primer capítulo, a las 23.30 del sábado 11 de octubre de 1975. Aunque sepamos que el programa sigue al aire 49 años después, nos gana el suspenso de saber si efectivamente los directivos de la cadena apostaron por un humor absurdo, imposible de ser explicado a priori, totalmente imprevisible y llevado adelante por un cast de chicos jóvenes y desconocidos, o si apelaron en el último momento a repetir un tape de Johnny Carson. Con sus mil situaciones paralelas, todas caóticas, con la lucha generacional, los largos travelling a la Aaron Sorkin de gente hablando en pasillos, con atisbos de la genialidad de aquella generación y con el sentido casi mesiánico de su creador Lorne Michaels, Saturday Night nos hace sentir que poner al aire en tiempo y forma ese primer capítulo es un emprendimiento humano como la llegada a la Luna. Es una película feliz, que derrocha euforia y la melancolía de un mundo mejor.
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Gracias por recomendar El rey perdido. La disfruté muchísimo. Imprescindible esta página a la hora de agarrar el control remoto.