Agenda personalísima
Un sueño made in Argentina, Agua negra, Reagan, La edad dorada, nosotros y los medios.
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Un sueño made in Argentina (Solange Levinton, Libros del Asteroide)
Leí finalmente el aclamado libro que cuenta la historia de Pumper Nic, el local de comidas rápidas que se anticipó a la llegada de McDonald's y Burguer King en la Argentina. En el caso de muchos lectores (y de la autora misma), la marca tiene una fuerte impronta emocional, acompañando y despertando recuerdos de otra época. No es mi caso, no aparece Pumper en mi biografía, no tengo la mística de los frenys ni nostalgia por tirar los sobrantes en un hipopótamo. Lo interesante es que, desprovisto del componente sentimental, el libro igualmente me pareció un excelente ejemplo de investigación y de mirada generalista, esa que puede llevar de la mano la historia de una familia, de una empresa y de todo un país. Ese es el mejor periodismo posible, y es el que ejecuta la autora, Solange Levinton, extrabajadora de Telam que aprovechó la pandemia para convertir un vago recuerdo infantil en uno de los mejores libros de non fiction del año.
La Argentina con que arranca esta historia es radicalmente otra, es una en la cual un inmigrante europeo llega con una mano atrás y otra adelante y con esfuerzo e inteligencia, se pone de pie, contruye una empresa y termina consolidando a toda una familia. Los Lowenstein son muy argentinos y parte de su argentinidad es que la historia arranca en Europa y, para muchos de sus miembros, termina en Miami. Por el relato de Levington pasan las vicisitudes de los inmigrantes judíos, su adaptación, las condiciones de vida de la población bajo el último gobierno de Perón (Pumper arranca en 1974) y los negocios bajo la Dictadura y la democracia, terminando en los 2000, cumpliendo un ciclo y pensando nuevos negocios. Los Lowenstein están asociados a emblemas nacionales no solo por la creación de Pumper, sino por las hamburguesas Paty, el complejo Las Leñas, el Paseo de la Infanta y el Paseo Alcorta. De todos ellos, Pumper tiene algunas características notables, como el hecho de la mencionada melancolía que genera su nombre y, especialmente, el notable sentido de pertenencia que invariablemente destacan todos quienes pasaron por la empresa.
No me voy a extender más porque ya lo hizo La Inspectora en un muy buen envío, que incluye una conversación interesantísima con la autora, Solange Levinton. Lean y escuchen.
La inspectora
«Intentar sacar a la luz un recuerdo casi olvidado, no esencial, banal, común, sino a todos, por lo menos a muchos.»
Agua negra (Dark Water, Joyce Carol Oates, Fiordo)
Leí también esta semana Agua negra, una nouvelle de Joyce Carol Oates, la reconocida y prolífica novelista norteamericana. Escrita en 1992, describe, con nombres cambiados y libertad para interpretar los hechos, el fatídico episodio de 1969 en donde el senador Edward Kennedy, saliendo de una fiesta con una acompañante, perdió el control de su vehículo que se hundió en una laguna. Todo parece indicar que Kennedy no hizo esfuerzos notables para rescatar a su acompañante, que falleció ahogada, y que luego trató de quitarse toda responsabilidad. Su carrera política quedó severamente dañada (aunque siguió siendo senador muchos años) y la familia Kennedy tuvo en su forja otra tragedia teñida de escándalo. Hay un episodio similar sobre el final de la primera temporada de la serie Succession.
La nouvelle es atrapante, aunque un poco previsible. Está contada desde la subjetividad de la pasante que acompaña al Senador (sin nombre propio en esta ficción) que va y viene temporalmente mientras el auto se hunde y ella se ahoga irremediablemente. El retrato resultante no solo no es halagüeño para el mencionado Senador sino que también extiende su mirada crítica sobre la clase política norteamericana, sobre las jóvenes que quieren insertarse en ese ambiente, sobre el cinismo imperante. Escrita antes del episodio de Clinton con Lewinsky y mucho antes de la ola feminista, hace un retrato impiadoso sobre un mundo cruel y mezquino.
Reagan (Max)
Hablando de política norteamericana, una mirada menos crítica aparece en este biopic mediocre sobre una personalidad reamente notable, que merecía una película mucho mejor: el presidente Ronald Reagan. La vida de Ronnie es espectacular y debe ser revalorizada en perspectiva. Actor de segunda línea, sindicalista, enfrentó su decadencia artística haciendo publicidades para la televisión y relaciones públicas para la empresa General Electric. Allí viajó por el país y dio charlas a grupos de personas, descubriendo un poder de comunicación extraordinario que le servía para la acción política. El resto es conocido: gobernador de California durante dos períodos, dos veces presidente de los Estados Unidos y corresponsable directo de uno de los episodios más importantes del siglo XX, la caída del imperio soviético.
Así como Oliver Stone hizo una obra maestra con la tragedia de Nixon sin buscar la mímesis actoral (esa biopic se puede ver en Disney +), acá la ficción interpretada por Dennis Quaid quiere ser más fiel a los hechos reales y se convierte en un sketch televisivo plano y sin atractivo. El marco imaginado para este relato (el testimonio de un espía soviético quien habría alertado sobre la posibilidad y riesgo de que Reagan llegara al poder) resalta justamente que el dato biográfico más relevante de su carrera residió en el triunfo total de su política exterior. La grandeza del personaje, en cambio, no aparece en las escenas más personales y la película se convierte en una concatenación de ilustraciones de episodios históricos relevantes, como el atentado o el famoso discurso en el Muro de Berlín ("Mr. Gorbachov, tear down this wall!").
De los mil chistes que hizo o contó Reagan a lo largo de su vida, el que más me gusta es cuando tuvo el debate contra el candidato demócrata Walter Mondale. Un eje de la campaña, como en el malogrado caso de Joe Biden, era que para el segundo periódo, Reagan ya tenía más de 70 años y era considerado demasiado viejo para el cargo. Ante una pregunta que traía a colación el tema, Reagan, sin inmutarse, contestó: "No voy a hacer un tema de la edad en esta campaña. No me voy a aprovechar de la juventud e inexperiencia de mi contrincante". La carcajada del propio Mondale presagió de alguna manera la aplastante victoria a lo largo de todo el país que volvió a colocar a Reagan como presidente. El episodio está bien recreado en la película.
En fin, necesitamos un buen documental o ficción sobre Reagan. Demonizado en su momento por el progresismo internacional, hoy, ante la oleada de la nueva derecha, uno podría verlo como un republicano moderado y tolerante. En todo caso, fue uno de los personajes políticos más importantes del siglo XX. Este biopic chapucero puede servir como entrada a conocer una trayectroria notable.
Para los interesados en el personaje que comprendan el inglés hablado, recomiendo fuertemente los tres capítulos dedicados por mis amigos, los historiadores ingleses de The Rest is History.
La edad dorada (The Gilded Age, Max)
Y siguiendo con la historia de los Estados Unidos, insisto en recomendarles La edad dorada, que está desarrollando su tercera temporaƒda. Ambientada en los fines del siglo XIX en Nueva York, cuenta la historia de algunas familias adineradas, su personal doméstico, y algunos de los grandes negocios que impulsaban el desarrollo del país en la época: construcción de trenes, edificios y puentes, obras que iban a convertir apellidos en sinónimo de riqueza. Es graciosa, ágil, con un ritmo televisivo ágil y cambiante, con grandísimos personajes. Es la única serie que me banco seguir a lo largo de las temporadas. A ver si me hacen caso, la puta madre.
La Inspectora
Gran nota de La Inspectora sobre comida china, con su notable poder de observación y su infinito deseo de comer cosas ricas.
Leer y Comer 1079 (Miércoles de 20 a 21 por El Obervador 1079)
Hablamos sobre libros deportivos en Leer y Comer, estuvo buenísimo porque le dimos la palabra a dos expertos: Matías Bauso y Caterina Colombo.
Preferiría no hacerlo (Domingos de 22 a 24 por Laoncediez)
En Preferiría No Hacerlo estuvimos hablando sobre puentes y con el Sabelotodo, Francisco Poncho Noriega, estuvimos charlando animada y sentimentalmente sobre Los puentes de Madison. Son 17 minutos muy amables.
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Hoy retomo “La edad dorada”. Muy bolu de haberme olvidado. La primera era muy buena.
Volvimos a ver anoche Los puentes de Madison, después de 30 años. Monse lloró felizmente toda la película. Yo no, porque no tengo alma, pero qué buena es.