Antes de comenzar con La inspectora, en la columna que escribía en Maxikiosco, dentro de los envíos de la Agenda personalísima, decía esto:
Cada tanto nos preguntamos cómo hacíamos para vivir sin internet, sin recurrir a Google ante la duda más insignificante. Había una vida antes del verbo googlear, pero cada vez nos resulta más lejana. En el mundo gastronómico hay una incorporación que nos provoca el mismo efecto. Al menos en mi caso, ya que es mi comida salada favorita. ¿Como era la vida antes de que existiera el avocado toast? O, si la prefieren vernácula: “la tostada de palta”.
En esa vida sin internet y sin avocado toast había una tradición culinaria que fue pionera en Argentina antes de la globalización y el auge de la gastronomía internacional: esa tradición era la de la cocina china.
La comida china no solo fue de las primeras en ampliar el paladar de los argentinos, sino que llegó también a nuestros hogares por las series de televisión y las películas norteamericanas.
Las típicas cajitas de cartón en las que nuestros personajes favoritos, degustaban fideos o arroz con carne y/o vegetales con palitos se incorporaron al imaginario seguramente antes de que nosotros probáramos esos platos. Esa escena repetida de ver, por ejemplo, a las chicas Gilmore desplegando sus cajitas de cartón en la mesita ratona, comiendo mientras miraban películas por televisión, podría trasladarse a infinidad de ficciones norteamericanas.
Esa comida china es el paraíso para los que no cocinamos. Palitos, cajita, abundancia, colores y sabores para comer haciendo otra cosa y sin ensuciar nada. ¡Que más se puede pedir!
En los años noventa se multiplicaron las rotiserías chinas, los locales de comida por peso y se pusieron de moda los restaurantes del barrio chino. Mi preferido y creo que fue el de muchos de mi generación era Todos contentos. Cerró en el 2020, no resistió a las restricciones de la pandemia. El nombre era un hallazgo, uno iba contento al restaurant y se iba más contento aún. Las porciones abundantes tan características de esta comida, las novedosas combinaciones de pastas y carnes con verduras, las empanaditas al vapor y los clásicos arrolladitos primavera eran muy atractivos. La decoración despojada, con la preponderancia del color rojo hacía el lugar alegre y muy abierto a salidas juveniles. Era el clásico bueno, bonito y barato.
En la misma línea, pero más grande y fuera del barrio chino estaba El Cantón, casi en la esquina de Córdoba y Gascón. Cita obligada de grupos de amigos. Muchas celebraciones de la revista El Amante transcurrieron allí. Las mesas redondas invitaban a conversar y otra vez los platos eran para compartir, lo que achicaba la cuenta por persona en las cenas grupales. En todos los casos había dos problemas: la comunicación y los postres. Uno hacía más atractiva la experiencia por el contacto directo con otra cultura y otro, al menos en mi caso, era una contra insalvable.
Eran restaurantes auténticos, por lo cual reservar o pedir comida e incluso a veces hacer el pedido al mozo podía presentar dificultades. Nunca quedaba claro si habían entendido y otras veces no entendíamos las respuestas. Nada grave. No quiero imaginar la situación al revés. Argentinos abriendo un restaurant en China. Una proeza que la comida llegara a casa o a la mesa. Inmigrantes con una gran capacidad de trabajo y la inteligencia suficiente para montar un negocio sin hablar español.
Una tragedia personal cuando iba a esos restaurants era la hora del postre. En general la oferta se reducía a dos o tres opciones. Sin harina y de dudosa consistencia para el paladar occidental. Juró que lo intente con el lychee, una fruta que oficiaba de postre. No hubo forma.
Juan Caparrós, en su sitio Sin reservas, enumera algunos tips destacados para evaluar un buen restaurant chino y también para ser un buen comensal en ellos:
Si no hay chinos en un restorán chino, no entrés.
Fíjate en sus mesas qué están comiendo y tratá de elegir algo parecido.
Cualquier cosa que comas se debe acompañar con arroz blanco, salvo que sea una sopa o un plato de fideos.
No todo lleva salsa de soja, mucho menos agridulce, salsa que casi no existe en la comida china.
Los platos avinagrados y/o picantes son muy comunes en muchas regiones de China.
Se come con palitos y cuchara.
Se prueba con la boca, no con prejuicios.
Dando vuelta la página de la nostalgia y como esta columna es servicio quiero destacar dos propuestas actuales que enaltecen esta antigua tradición gastronómica. Un lugar de delivery y un restaurante que se abrió hace unos meses.
La cocina de Juance está ubicada en Almagro, responden rápidamente el whatsapp. Te mandan por enlace el menú y se hace el pedido. Solucionado todo el tema de la comunicación. Los precios pueden parecer elevados pero las porciones son para compartir, algunos platos hasta alcanzan para tres personas. Si son dos pueden comer una porción y tener sobras para el almuerzo del día siguiente. La comida china tiene muy buen índice de sabor recalentado. Una gran ventaja. El radio de entrega es muy acotado, pero aceptan que uno envíe una moto o pase a retirar el pedido.
Nuestra amiga virtual Karina Gao, alias la China (la verdadera, no la robamaridos), cumplió hace unos meses su sueño de abrir Gao resto, en el bajo Belgrano, a unas cuadras del Barrio Chino.
Karina desde su divertida cuenta de Instagram te enseña a cocinar con sobras, a planificar la comida de toda la semana haciendo batchcooking, a hacer viandas para los chicos, comida rica para bebés, tradiciones y cultura china, planificación para emprendedores y muchas cosas más. Habla cuatro idiomas, se formó en finanzas, emigró a la Argentina con sus padres a los nueve años y muchas veces es más argentina que muchos de nosotros. Su marido es francés, en su casa se hablan tres idiomas. Todas estas características se ven reflejadas en Gao resto. Me gustan mucho los restaurantes que manejan un concepto e intentan que nada este librado al azar, así es Gao. Emplazado en una esquina, tiene dos pisos y el letrero luminoso te invita a entrar. Cuenta con rampa para discapacitados. La decoración maneja tres colores principales: el rojo, un azul cobalto suave y el terracota. Los uniformes de los mozos son de diseño y sus delantales piezas de arte. En el primer piso además del salón hay una terraza para comer al aire libre y un salón privado para diez personas que se puede reservar sin cargo para festejos.
El logo de Gao: una niña yendo en bicicleta detrás de su padre llevando verduras en una canasta. Aparece en los individuales de papel y en un mural dentro del local. Es un homenaje al papá de Karina que le dijo que era bueno saber cocinar bien porque es una actividad que hacemos toda la vida varias veces por día (algunos). Cada plato está bien explicado en el menú en papel y además podés desplegar un QR que muestra foto y tamaño real de las porciones. La vajilla es de líneas simples y modernas. Te entregan una comanda en donde marcas tu pedido y luego de cargarla digitalmente, el mozo la deja en la mesa para que puedas chequear que recibiste todo lo que marcaste. Karina además de cocinar sabe de marketing. Traen aperitivos para esperar la comida y no cobran cubierto. Los platos son muy abundantes (nos llevamos nuestra doggie bag de cerdo agridulce), ricos y lindos a la vista. El toque de distinción, porque Karina entendió todo, son los postres. Es ahí donde las tres culturas del hogar de Karina tienen su guiño. Hay helado chino, crème brûlée de sésamo, tiramisú de matcha y bolsita de la fortuna que tiene chocolate adentro. Probamos el helado chino (frutas, maní, una montaña de hielo en el medio y salsa de leche condensada) y volveremos por la galleta de la fortuna y el pollo crocante.
Gao eleva el concepto de bueno, bonito y barato que tenía Todos contentos. La estética cuidada presente en cada detalle, la explicación de cada plato, la comida que replica la de un hogar de familia china con algunos toque locales y europeos, la amabilidad del personal imbuido de la simpatía de su dueña hace que uno quiera volver a probar sus delicias. Además, no falta el deseo o la enseñanza que te deja la galletita de la fortuna que te dan como cortesía junto con la cuenta.
Para terminar, les dejo dos lugares de yapa: Chino fino, hacen ramen muy rico y tienen delivery, y otro restaurant que acaba de abrir al que todavía no fuimos Tonywu Cantina china. Un local pequeño que también tiene una estética moderna, cuidada y buenos comentarios en redes.
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