El jueves pasado, veintidós de febrero del dos mil veinticuatro, salió en The Times una entrevista al director de cine Denis Villeneuve. Dice Denis:
Francamente, odio el diálogo. El diálogo es para el teatro y la televisión. No recuerdo películas por una buena línea, recuerdo películas por una imagen fuerte. No me interesa el diálogo en absoluto. Pura imagen y sonido, ese es el poder del cine, pero es algo que no es obvio cuando ves películas hoy en día. Las películas han sido corrompidas por la televisión. En un mundo perfecto, haría una película convincente que no se sienta como un experimento pero que tampoco tenga una sola palabra en ella. La gente saldría del cine y diría: 'Espera, ¿no había diálogo?' Pero no sentirán la falta.
Esta, queridos amigos, es una opinión equivocada.
Opiniones
Si Villeneuve simplemente dijera “me gustan más las películas con poco diálogo” no habría ningún problema (aunque se estaría perdiendo de grandísimas obras maestras). Hay grandes películas con poco diálogo y es cierto que el cine es un arte predominantemente visual (y sonoro). También es cierto que el dialogo, como otras herramientas del lenguaje del cine, es propenso a ser mal utilizado, a usarse de maneras que, sí, son televisivas. Diálogos expositivos o diálogos donde los personajes dicen exactamente lo que piensan. Cuyas escenas están filmadas de la manera más neutra posible. Pero eso es simplemente una marca de un mal director/guionista. Es como quejarse de la existencia del primer plano solo porque muchos directores lo usan mal.
El problema de Villeneuve es que él lo presenta como síntoma de un mal de la industria, un diagnóstico al que él ha llegado después de una larga reflexión. “El diálogo es para el teatro y la televisión y las películas han sido corrompidas por la televisión”. El tema deja de ser un gusto personal y pasa a ser una descripción de la realidad. Pero la idea de que el diálogo, en sí mismo, sea poco cinematográfico es un disparate. Y la idea de que las películas no se recuerdan por una buena línea de diálogo va en contra de la historia de la humanidad desde que existe el cine sonoro. A tal punto nos importan las líneas de diálogo que recordamos y citamos líneas que ni siquiera existieron.
Acciones
Vuelvo a matizar: es verdad que los diálogos pueden estar mal usados. Hay una regla de guión, cuando uno estudia cine, que es tratar de contar con acciones y no con diálogos. Eso es válido como aprendizaje porque, lo dicho, el diálogo puede ser un atajo, una manera fácil de contar algo. Pero el diálogo también puede ser acción. El ejemplo más evidente es en un drama legal, en la típica secuencia de juicio con jurado, abogados y testigos. Pero en cualquier película un diálogo puede ser mucho más que un condimento.
Decir algo no es lo mismo que no decirlo y decir algo implica una respuesta de otra persona, un contragolpe. Además, los personajes pueden mentir. La mentira es propiedad exclusiva de la palabra, es una habilidad de torcer la realidad que las acciones físicas no tienen. Pero mejor aún: las mentiras pueden no ser intencionales. Los personajes pueden decir algo porque no saben decir otra cosa, porque ni ellos saben cuál es la verdad.
En una buena escena de diálogo, lo interesante no está en lo que los personajes están diciendo, sino en lo que *no* están diciendo. Una escena en dónde todos dicen exactamente lo que piensan sería, en términos de Villeneuve, televisiva, porque (según una concepción vieja de lo televisivo) el espectador deja la novela de fondo mientras hace otra cosa y no tiene tiempo ni la capacidad de enfocarse en sutilezas dramáticas. Entonces escucha la escena casi como un radioteatro, donde lo que se dice es lo que es.
Volver con la frente marchita
Hay infinitos, pero voy a dar dos ejemplos.
Si un diálogo es la palabra hablada, entonces una canción cuenta como diálogo. En Volver, de Pedro Almodóvar, el personaje de Penélope Cruz, Raimunda, canta Volver presentándola como una canción que su madre le cantaba de niña. Ella no lo sabe, pero a pocos metros de distancia, su propia madre la está escuchando. La madre lleva veinte años escondida, fingiendo estar muerta. Raimunda no lo sabe, pero mientras canta le habla a la madre y ella, que teme la reacción de su hija al verla viva, escucha la canción que significa un recuerdo y el presente que está viviendo. La escena del canto no es solamente un momento bello superficialmente, es una acción que tiene consecuencias en los personajes, emocionales y dramáticas.
Otro. El Padrino se trata de la transformación de Michael Corleone en el Don de su familia. Michael es el hijo menor de los Corleone y, en los plantes de Vito, es el que debe llevar una vida derecha y buena, por fuera de la mafia. Michael está en pareja con Kay. Kay no es italiana y es, de alguna manera, quien representa el costado de Michael que existe por fuera de la mafia. A lo largo de la película, Michael se aleja (literal y figuradamente) de Kay para acercarse a su familia hasta que, finalmente, se convierte en el nuevo Don. En determinado momento, Michael manda a matar a Carlo, su cuñado. En la escena final de la película, su hermana lo enfrenta acusándolo de matar a su marido. Kay escucha la pelea y le pregunta a Michael si es verdad. Entonces Michael, que primero le dice “nunca me preguntes por mis asuntos, Kay”, finalmente accede. “Solo por esta vez te dejo preguntar”. Kay mira a su marido con miedo porque, si es cierto que mató a Carlo, entonces ya no es más el Michael que ella conocía. Le pregunta, “es cierto?” y Michael, mirándola a los ojos, le dice: “No”.
Michael miente, nosotros sabemos que miente, probablemente la propia Kay sepa que miente (aunque se convenza de que no). Esa línea de diálogo es la estocada final de la película, es la última demostración de que Michael ya cruzó el umbral a la oscuridad de manera definitiva. La línea de diálogo, la mentira a Kay, es absolutamente crucial para cerrar su viaje. Después, por supuesto, viene una imagen de esas que le gustan a Villeneuve: la puerta que se cierra, dejando a Kay físicamente separada de Michael.
Por supuesto que la imagen final es memorable, pero también lo es el diálogo que la precede. El punto es que no hay una cosa por encima de la otra, el cine está tan construido de imágenes como de acciones. A veces esas acciones son la palabra.
Final
El mundo ideal para Villeneuve, ese en el que las películas dejan de tener diálogo, es, probablemente, un mundo en el que a él mismo no le gustaría vivir. El resultado de un experimento así es un mundo en donde todas las películas son iguales, todas son el mismo tipo de película. El cine es siempre, incluso en su faceta más fantástica, un reflejo de la realidad. En el mundo real, a veces, la gente habla y dice cosas. Esas cosas también merecen ser filmadas.
Hasta la próxima.
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Me fascina la manera en la que se analizan las cosas. Todos los recovecos de un asunto que se iluminan con la forma de aislarlos, describirlos, analizarlos para después concluir con una idea final.
Recuerdo una película de Jerry Lewis, el botones, en la que su personaje no pronuncia una sola palabra.