Esta es la edición número veinte de Sabelotodo. Corresponde un balance: en estas últimas diez ediciones hemos compartido 56.524 caracteres sin espacios, 68.140 con espacios, 11.792 palabras y 10 cuadros de Matisse. Confieso que el experimento con Matisse fue fallido, la relación entre los cuadros y los textos en más de una ocasión fue endeble, por no decir nula. Cumplido un ciclo, a partir de la próxima y hasta el Sabelotodo número treinta (¿llegaremos?) habrá un nuevo pintor acompañando estas páginas. ¿Quién? No sé.
Estos datos, como muchos datos, no sirven de nada. Pero la mayoría de las cosas más importantes del mundo no sirven para nada. La utilidad es un valor sobrevalorado.
Sabelotodo existe bajo la premisa de que hay que saber cosas por el simple hecho de que saber algo es mejor que no saberlo. Hemos hablado de sincronicidad, de idiomas, de música y, más de una vez, de cine. (Cuando empecé el newsletter me obligué a no hablar de cine porque de cine sé de verdad y la gracia de esto es hablar de todo lo que sé más o menos. Eventualmente me di cuenta de que tener reglas es fascista. O quizás sea que de cine tampoco sé de verdad).
Letras
Uno de los cuatrocientos intereses que tengo en la vida (y del que también tengo un conocimiento aproximado y superficial) es la literatura. Como mucha gente de mi generación le debo mis hábitos de lectura a Harry Potter. Después, a la colección Robin Hood de mi madre (específicamente a las novelas de Emilio Salgari) y a los libros de Stephen King que heredé de mis dos progenitores.
Eventualmente encontré la forma definitiva de la literatura: el cuento. Para apoyar esta afirmación voy a hacer lo mejor que uno puede hacer para apoyar una afirmación: citar a Borges.
"En un cuento, todo puede ser esencial, o más o menos esencial, o -digamos- puede parecerse más a lo esencial”
El arte tiende a la síntesis. Menos es más. Si algo se puede contar en menos palabras, es mejor que contado en muchas.
Calumnias
Hace un año y pico fui a una entrega de premios de un concurso de literatura. Me acuerdo que cuando presentaron a la ganadora en la categoría de relato breve (o sea, cuento), quien anunció el premio dijo algo así como “tus cuentos son tan buenos que para mí esto es, en realidad, la semilla de una novela”. La idea de que al libro de cuentos le quedaba chico su género me pareció irrespetuoso, fuera de lugar y hasta ignorante. (Esta opinión que estoy dando no tiene nada que ver con que yo haya perdido ese concurso. Cómo podrían pensar algo así, si yo soy una persona honorable e íntegra.)
Para redimir (ante Dios) al género literario definitivo, voy a recomendar cuatro de mis cuentos favoritos. En cada título está el link para leerlo.
Un lugar limpio y bien iluminado (A Clean, Well-Lighted Place, Ernest Hemingway, 1933)
Se dice que un escritor no puede escribir tanto grandes novelas como grandes cuentos. De Hemingway leí El viejo y el mar, un bodrio mayúsculo. Sus cuentos, sin embargo, me parecen todos preciosos, tristes y terribles (todas las grandes obras de arte del mundo son tristes). Este es uno de mis favoritos. Como todas las cosas buenas, es triste, sobre el paso del tiempo y las cosas que se pierden. Es un cuento lleno de soledad y tristeza, pero no hay cinismo ni pesimismo. Es generoso con sus personajes, incluso en la derrota. Todo eso en unas pocas páginas, ya quisiera una novela hacer algo así.
Danza en Estados Unidos (Dance in America, Lorrie Moore, 1998)
No tengo idea de dónde saqué el libro Birds in America de Lorrie Moore, pero un día (estando en Albania, porque mi vida está llena de aventura y sorpresa) lo encontré en mi Kindle. Pregunté a todas las personas que me lo podrían haber recomendado si habían sido ellos, pero no encontré respuesta. Me gustaría saber quién fue para poder agradecerle, porque Birds in America es uno de los libros de cuentos más hermosos que leí en mi vida.
Hay varios puntos altos en el libro. Todas las historias son sobre gente desencantada con la vida, de una manera u otra, y si bien hay mucha soledad y tristeza (obviamente), también hay un montón de humor. Moore tiene un sentido del humor muy preciso y justo, y todos los cuentos terminan siendo sorprendentemente luminosos. Dance in America (el título en inglés es mejor) es el que más me gusta y creo que resume todas las fortalezas del libro.
Nadie encendía las lámparas (Felisberto Hernández, 1947)
Este cuento lo conocí gracias a Bruno Petroni, con quien hago taller de escritura hace ya once años, una cantidad obscena de tiempo (así y todo perdí el concurso). Es una sola escena (una lectura en un salón), hay un romance incipiente y fugaz, frustraciones con los eventos sociales y sus invitados (como las que puede haber en un concurso de literatura donde gana una novela a pesar de ser un concurso de cuentos) y lámparas que nadie enciende. Es, a todas luces (ja), una obra maestra. Además, tiene el diálogo “¿Y usted? ¿Tan femenino?” que me da mucha risa y cada tanto lo repito, aunque hoy sea un poco cancelable.
Sensini (Roberto Bolaño, 1997)
Acá está. Este es el mejor cuento jamás escrito en toda la historia de la humanidad. Bolaño escribió grandes cuentos y grandes novelas, desmintiendo rápidamente esa idea ridícula de que un escritor no puede hacer ambas cosas.
Temo que cualquier cosa que trate de decir sobre este cuento va a sonar falso, acartonado y común, tres cosas completamente opuestas al espíritu del texto. No queda más que dejarlos para que lo lean. Siendo el mejor cuento de todos los tiempos tiene, lógicamente, el mejor final.
Final
Mi libro de cuentos habrá perdido ese concurso, pero yo gané un montón de amigos (no ahí, sino en otros lugares y momentos. En ese concurso no gané nada.)
Nos vemos en dos semanas para la nueva temporada.
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Jajajas, gracias por hacerme reír (y por las recomendaciones). Muy bueno.
Sensini era Antonio Di Benedetto, claro. RFB