Book Depository era una página inglesa donde uno podía comprar libros a un precio accesible y con envío internacional gratis. Fue fundada en el 2004 por dos muchachos, uno de los cuales era ex empleado de Amazon (que, recordemos, originalmente era una empresa de venta de libros). Amazon compró la página en el 2011 y el 26 de abril del 2023, la cerró. La oferta de Book Depository era amplia y variada y su servicio, prolijo y cumplidor. En el breve tiempo que supe de su existencia compré varios libros vitrineando: viendo qué había, dejándome llevar por tapas llamativas, títulos sugerentes. Mirando vidrieras, comparando precios.
Jung
Uno de los libros que compré fue Synchronicity, de Carl Gustav Jung. El título era llamativo, la tapa, misteriosa y la descripción, extraña. “Jung estaba interesado, desde los inicios de su carrera, en las coincidencias, especialmente aquellas yuxtaposiciones sorprendentes que la racionalidad científica no podía explicar adecuadamente”. El libro llegó, como prometía la página, a los diez días de la compra.
El libro incluye un preámbulo escrito en el 2010 que busca dar contexto a las ideas de Jung. Aparentemente, en el 1913 Jung decidió “embarcarse en un proceso de auto-experimentación” y les dio rienda suelta a sus pensamientos fantasiosos, anotando todo lo que iba pensando. A esto le llamó “imaginación activa”. Esencialmente, se permitió pensar cualquier cosa, despojado de prejuicios y nociones previas sobre la ciencia y sobre el mundo.
Sincronicidad
Una de las ideas que surgieron de ese proceso de “imaginación activa” fue el de la sincronicidad. A Jung lo volvía loco que no hubiera una explicación a que dos eventos estuvieran conectados entre sí sin relación causal. El término sincronicidad lo inventó para tratar de sacar la pregunta del ámbito de la magia, la fantasía y la superstición, y anclarlo en algo más científico.
Lo que dice Jung es que las leyes naturales funcionan en términos generales y en las cosas muy grandes, pero en el reino de lo pequeño se vuelve muy difícil predecir comportamientos. Entonces, eso supone la existencia de otra explicación a la relación “causal” entre las cosas, algo además del azar.
Jung separa el azar (por ejemplo, ver el mismo número -digamos, el 7- en distintos lugares en un lapso corto de tiempo, algo que es estadísticamente posible) de las “coincidencias significativas” o “coincidencias de sentido”. El ejemplo que da de esto es con una paciente suya con la que no podía trabajar bien. Aparentemente, el problema de su paciente era que “se las sabía todas” (una sabelotodo) y era imposible quebrar su pensamiento estrictamente racional. Jung sabía que necesitaba que pasara algo fuera del reino de lo racional para que ella bajara la guardia y se permitiera ser vulnerable. Un día, la paciente le contó a Jung acerca de un sueño en el que alguien le regalaba un escarabajo de oro. Mientras le contaba acerca del sueño, Jung escuchó un golpe en la ventana detrás suyo. En el vidrio había un escarabajo, específicamente un cetonia aurata, que en determinadas condiciones de luz parece un poquito dorado. Jung lo agarró, se lo puso en el regazo a su paciente y le dijo “acá tenés el escarabajo”. Fue tan maravilloso (!) que la paciente dejó de ser una cabeza dura y desde ese día su terapia hizo un progreso descomunal.
Para Jung, la aparición del cetonia aurata es una coincidencia significativa, mantiene una relación estrecha con el sueño que le estaban contando en ese preciso momento, y no se puede explicar de ninguna manera causal. Eso es sincronicidad. Cree Jung que el mundo puede ser afectado de manera psíquica por los sujetos.
Escéptico
Voy a ser honesto. Leyendo la charla de Jung sobre el tema, la primera vez que lo introdujo al mundo en 1951, sentí que estaba leyendo los divagues de un loco. El libro entero, que amplía su formulación inicial, tiene fórmulas matemáticas, relaciones muy profundas y estrechas con la astrología y un gran marco teórico que busca legitimar una idea que, a mi entender, es una locura. Es un libro muy difícil de leer porque es muy difícil tomárselo en serio.
Ahora bien, esto lo digo hoy, setenta años después, en la comodidad de mi balcón y con la certeza y tranquilidad de que Boca no ganó la séptima libertadores a pesar de que el mundo estuviera inundado de sietes. Lo cierto es que el siglo XX fue un momento en el que la ciencia y, específicamente, la física, tuvo unos avances completamente descomunales. Avances que ponían en crisis la manera en la que entendemos el mundo. El propio Jung menciona a Einstein y a su teoría de la relatividad en más de una ocasión, relacionándolo (de una manera poco clara) con la sincronicidad. La teoría de la relatividad de Einstein, que para nosotros hoy es una verdad absoluta y uno de los más grandes avances científicos de la historia de la humanidad, es verdaderamente una idea demencial. Es anti-intuitiva y desafía por completo todo sentido común posible. En ese contexto de progreso irrefrenable, de búsqueda de respuestas y de teorías descabelladas, cualquier cosa puede ser posible, incluso la sincronicidad.
Vuelvo, como siempre, a William Goldman. Sobre algunas cosas, nadie sabe nada.
Final
La sincronicidad no será una teoría sólida ni válida, pero por lo menos dejó como legado inspirar el último disco de The Police. En el disco hay dos canciones, Synchronicity I y Synchronicity II. La primera define el concepto (a connecting principle, linked to the invisible) y la segunda lo ilustra: un hombre al borde del colapso en medio de la rutina de su vida suburbana mientras, many miles away, un monstruo sube a la superficie de un oscuro lago escocés.
Daddy grips the wheel and stares alone into the distance
He knows that something somewhere has to break
He sees the family home
Now looming in his headlights
The pain upstairs that makes his eyeballs ache
Many miles away
There's a shadow on the door
Of a cottage on the shore
Of a dark Scottish lake
Many miles away.
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Leí un par de cosas sobré sincronicidad (no Jung por cierto) pero siempre me deja sabor a “new age”.
Como tantas otras cosas de la vida (aun el lenguaje) no importa tanto lo que ocurre sino como lo recepciona/interpreta el otro.
Yo percibo esas casualidades increíblemente sincronizadas, las llamo sincronicidad y no me merecen ninguna reflexión posterior.
Ocurren y punto, no se las adjudico a nadie ni a nada.