Hace dos días, el domingo 10 de marzo del 2024, sucedió la edición número ¡noventa y seis! de los Oscars. Como suele pasar, algunos ganaron y muchos otros perdieron. Yo me perdí la ceremonia: el universo me dio a elegir entre los premios y Boca - Racing. Elegí ver a Juanfer Quintero y a Cavani.
La realidad es que hace ya algunos años que dejé de mirar los Oscars. No fue una decisión consciente ni una declaración de principios. Simplemente llegó un domingo de verano en el que no tuve ganas de mirarlos. Seguí los resultados más o menos por arriba a través de Twitter y al día siguiente vi en YouTube algún momento especialmente destacado. Al día siguiente, la vida seguía.
En el ámbito del cine existe una postura snob anti Oscars (una extensión de la postura anti hollywood). “No vamos a perder tiempo mirando esos premios falsos para un cine mediocre, cuando el verdadero cine se hace en otro lado, con menos plata.” Yo no pienso así, necesariamente (si bien es verdad que las películas buenas de Hollywood son cada vez menos). Aunque ya no los vea, los premios son divertidos. Es divertida la competencia, es divertido tomar partido por algo y es divertida la incertidumbre del resultado. Es divertido ver a todos los famosos en el mismo lugar y, a veces (cada vez menos) es divertida la ceremonia en sí. Además, todos los eventos que involucran algún tipo de ritual no solo son divertidos sino que evocan un sentido de comunidad. Sentirse parte de una comunidad es bello y sano.
Dicho todo esto, voy a tratar de explicar por qué no importa quién gana o pierde un Oscar usando un argumento lo más alejado del cinismo posible.
De nosotros para nosotros
Lo primero que hay que entender es quién da los premios. La “Academia” está compuesta por casi diez mil miembros. Esos diez mil miembros están divididos en dieciocho ramas, una por cada área que existe en la producción de una película. Directores, productores, sonidistas, editores, maquilladores, fotógrafos, etc. Es decir, todos y cada uno de los diez mil miembros de la Academia son profesionales del cine, miembros de la industria.
A la Academia solo se puede ingresar por invitación. Esa invitación la realiza la “Junta de Gobernadores”, que está compuesta por cincuenta y siete personas: tres por cada una de las dieciocho ramas de la academia y tres más.
Los pormenores por los cuales una película puede ser nominada (y, por lo tanto, también pueden serlo los participantes en su producción) pueden ir cambiando con los años, pero la esencia básica de los premios es más o menos siempre la misma. Cada miembro de la Academia elige los nominados de la rama que le toca (un editor elige cinco editores para ser nominados, un actor cinco actores, un guionista cinco guionistas, y así) y, una vez que se definieron las nominaciones, todos votan a sus favoritos en todas las categorías.
En resumen: el Oscar es un premio que la industria de Hollywood se da a sí misma.
Tiempo
Ahora bien, consideremos lo que implica esto.
En Estados Unidos, en un solo año, se estrenan alrededor de cuatrocientas películas. Cuatrocientas películas que, a priori, son elegibles para ser nominada. Probablemente la mayoría de esas películas ni siquiera tengan una circulación importante, ni el marketing suficiente para que el público general sepa que existe. Lo mismo corre para los miembros de la Academia.
Casi nadie en el mundo tiene el tiempo ni la energía para ver (más de) una película por día. Incluso si lo tuviéramos, también necesitaríamos acceso a todas esas películas, algo que no es siempre tan fácil. Un actor, supongamos Ryan Gosling, puede estar entre tres y cinco meses filmando una película, tiempo durante el cual está concentrado en el proyecto en el que está trabajando. Después tiene otro tanto tiempo de ruedas de prensa y compromisos generales con esa película. Y, después de todo eso, probablemente filme otra cosa. ¿Cuántas películas piensan que ve Ryan Gosling en un año? Incluso si Ryan fuera un auténtico cinéfilo que se desvive por ver la mayor cantidad de cine posible, no solo no va a ver más de una película por día sino que probablemente mire películas de otros años, no exclusivamente estrenos.
Y de repente, en diciembre, a Ryan le llega un correo de la Academia pidiéndole que elija a los cinco mejores actores del año. No es sensato exigirle a Ryan Gosling ni a nadie que tenga un panorama real y razonable de quiénes fueron los auténticos mejores cinco actores del año. Probablemente la decisión de Ryan se base en las pocas películas del año que vio y su familiaridad con los posibles nominados. Si una película incluye a Harrison Ford y Ryan tiene un recuerdo grato de su trabajo con Ford en Blade Runner 2049 (además de saber que Ford es un actor excelente) a lo mejor no necesita ni siquiera haber visto la película para elegirlo a él.
Lo que estoy diciendo, en demasiadas palabras, es que lo más probable es que Ryan Gosling nomine a sus amigos. Y, una vez que los nominados estén definidos, también vote por afinidad. Yo haría exactamente lo mismo, porque considero que mis amigos son talentosos y quiero que triunfen. No es injusto ni irracional, es la cosa más lógica del mundo.
Esto es así para Ryan Gosling y para Steven Spielberg, Martin Scorsese, Greta Gerwig y Susan Sarandon. Muchos (casi todos) pueden no haberse ni siquiera enterado de la existencia de la mayoría de los estrenos del año.
Lo que quiero decir es que lo insensato es exigirle consistencia e integridad a los premios. La Academia es un club de amigos inmenso donde la gente que se quiere se vota entre sí. Digo esto, genuinamente, de la manera menos peyorativa posible. No se trata de cine.
Final
Todo esto deja de lado el sistema con el que la Academia cuenta los votos para los premios. El sistema es complejo y aburrido de describir por escrito. Esencialmente, recompensa a un tipo específico de película, no necesariamente a las mejores.
Muchas veces, las mejores cosas son también ligeramente controversiales. La película favorita de una persona puede ser la película más odiada por otra. En cambio, hay todo otro universo de películas que a casi todo el mundo le parece que está más o menos bien. Películas que no molestan.
Ahora bien, lo cierto es que la industria se sostiene por esas películas, que son la amplia mayoría. Hay cierta nobleza en hacer una película correcta. No voy a caer tampoco en bastardearlas a ellas. Lo cierto es que, cuando se exige que un grupo de diez mil personas se ponga de acuerdo sobre cuál es la única película merecedora de ser “La mejor película del año”, es absolutamente imposible que esa decisión llegue sin molestar a la mayoría de la gente.
En resumen: el problema son todos ustedes. Quejosos.
Prometo que voy a volver a escribir sobre algo que no sea cine. Hasta la próxima.
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A Scorsese siempre le faltan un par de amigos
Miro los Oscars principalmente por los vestidos y para ver a actores que me gustan especialmente.