El viernes 1 de diciembre, el Congreso de Estados Unidos votó a favor de expulsar al congresista George Santos. Es el sexto miembro de la “Casa” en toda la historia de su país en ser expulsado y el primero en veinte años. (Los primeros tres fueron en 1861 y fue por haber luchado por la Confederación en la Guerra Civil). Los motivos por los que expulsaron a George son muchos y largos, pero en resumen: el tipo era un criminal espectacular. Tiene doscientos cincuenta mil cargos en su contra, varios de los cuales los confesó. No se puede decir que haya una persecución mediática contra él ni nada por el estilo. De hecho, lo infrecuente de que expulsen a un miembro del Congreso tiene que ver con que te tiene que votar una cantidad considerable de tu propio partido, y 105 republicanos (de un total de 222) votaron a favor. Georgie cerró la grieta, acaso por un rato.
Uno que pasó por una experiencia más o menos similar fue el mismísimo Donald Trump, pero en su caso no se cerró ninguna grieta.
Watergate
No soy un experto, pero imagino que Watergate es el escándalo político más grande en la historia de Estados Unidos. Por lo pronto fue tan grande que no solo tuvo que renunciar el presidente, sino que hoy, cincuenta años después, le seguimos agregando el sufijo -gate a cualquier pavada que pasa, incluso en nuestro pequeño rincón del mundo. La historia de Watergate debe estar contada hasta el cansancio, pero en resumen: Watergate es el nombre de un complejo de edificios que funcionaba de cuartel general para las oficinas del partido demócrata. En 1972, cinco personas entraron a las oficinas, fotocopiaron documentos y dejaron micrófonos escondidos. La investigación reveló que la operación había sido comandada por miembros de la administración de Nixon (y probablemente financiada con tus impuestos, contribuyente). El resultado fue el famoso impeachment de Nixon, que lo llevó a renunciar en 1974. (Impeachment significa -según Google- “proceso de destitución”). Curiosamente, y en contra de lo que yo creía, Nixon no llegó a ser impeacheado porque renunció antes de que el Congreso llegara a votar la moción.
Donald Trump, que fue presidente desde 2017 hasta 2022, fue impeacheado ¡dos veces!. Es el único presidente en tener ese honor. La primera vez fue por chantajear a Zelensky, el presidente de Ucrania (el mismísimo) con quitarle ayuda militar a menos que accediera a investigar a Joe Biden (candidato demócrata en ese momento) y a su hijo, Hunter. El segundo impeachment fue por “incitar la insurrección”. Una vez que un presidente es impeached, el siguiente paso es un juicio. En ambos juicios por impeachment, los cargos contra Trump fueron desestimados.
Ahora bien, lo que me llama la atención es que, en el caso de Watergate, la presión política y social fue tal que Nixon se vio obligado a renunciar incluso antes de que el Congreso pudiera votar nada. Trump, en cambio, pasó todo el proceso de manera tan impune que hoy probablemente sea el principal candidato republicano para las próximas elecciones. ¿Qué cambió en estos cincuenta años?
Tele por cable
No soy de ninguna manera un experto en el tema (lo digo de nuevo porque, en serio, no lo soy) y debe haber una infinidad de factores que expliquen esto. Pero algo que sí sé y que es interesante y más o menos universal, es que la televisión en 1974 era muy distinta a la televisión que tenemos hoy. Antes, mucho antes de que yo iluminara a este mundo con mi presencia, había un puñado de canales disponibles en los hogares, junto con otro puñado de programas de radio y diarios en papel. No había un noticiero las veinticuatro horas del día, sino que a determinada hora un canal daba las noticias importantes del día y después continuaba con su programación habitual. Entonces, de alguna manera, las noticias eran más o menos las mismas para todos y, además, eran incuestionables. El periodismo mantenía una cierta pretensión de objetividad que la posmodernidad le arrebató.
Uno de los emblemas absolutos del periodismo en Estados Unidos durante buena parte del siglo XX fue Walter Cronkite. Walter Cronkite daba las noticias y cerraba todas las emisiones con la frase “and that’s the way it is” (“y así es como son las cosas”). Y, para la mayoría de las personas, así era realmente como eran las cosas. No había fake news, medios liberales, medios conservadores, Magnetto ni Télam. Entonces, si Cronkite decía que lo de Nixon era un escándalo total, entonces todos coincidían en que era un escándalo total. No quedaba otra que renunciar, desgraciado y humillado.
En los 80s y 90s se populariza la televisión por cable. De repente no hay cuatro o cinco canales, sino decenas. Canales dedicados a las infancias, canales dedicados a los deportes y canales dedicados enteramente a las noticias. Ahora las noticias se dan todo el día, todos los días. No solo eso, sino que hay más de un canal para cada cosa. Los canales compiten entre sí por la atención de los espectadores, fundamentalmente porque tienen auspiciantes. ¡Alguien tiene que pagar todo esto!
La cobertura de noticias, entonces, se vuelve mucho más parecida a la cobertura de deportes que a otra cosa. No se contentan con dar las noticias, ahora tienen que ser entretenidos: llamativos, estruendosos, ruidosos. Y extremos. Cada vez hay menos lugar para opiniones centradas y sensatas porque eso es aburrido.
¿Por qué no renunció Donald con ninguno de sus dos impeachments? Porque ahora no está tan claro que lo que Donald haya hecho sea un escándalo total. CNN dice que sí, pero Fox News dice que es todo una gran jugada sucia de parte de la liberal media y de los demócratas, que odian al tax-payer, al verdadero americano de pie. Y Trump es el gran salvador del pueblo despreciado por las Elites del Norte, claro que lo quieren ensuciar. Las noticias, hoy, no son inobjetables y desinteresadas. Dependiendo el medio que uno consuma puede estar viviendo en realidades completamente distintas. Fox News es el costado malvado y conservador del ring, pero del otro lado usan los mismos trucos y le bajan el nivel al debate público. Este video de Vox al respecto (los mismos que hacen la serie En pocas palabras) está bueno: CNN trata a las noticias como deportes – y nos hace a todos más tontos.
Final
¡Qué me importa Estados Unidos! Bueno, nos guste o no, Estados Unidos es el país más importante del mundo. Parece sensato saber qué pasa allá. Además, es un país exagerado. Todo es too much, todo es gigante, explosivo y ruidoso. Las cosas que hace bien las hace increíblemente bien, pero las que hace mal las hace igualmente mal. En ese sentido está bueno mirar un poco a ver la versión monster de muchas de las cosas que nos pasan a nosotros.
Lo mismo: está bueno ver las cosas buenas, porque son las mejores.
Aaron Sorkin nació el 9 de junio de 1961. Es guionista y autor de algunas de las mejores cosas jamás hechas en cine y televisión. Sorkin sabe que hay algo mal con el periodismo en su patria, pero también sabe que el periodismo es una profesión noble y hermosa, que puede ser ejercida con dignidad y orgullo. Eso trató de mostrar con The Newsroom, una serie que, si bien por momentos es un poco naif, termina dando unas ganas terribles de ir a cubrir las elecciones presidenciales como si no hubiera nada más importante en el mundo. Quizás no lo haya.
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