Hace dos o tres semanas me quise hacer el interesante ante mí mismo y me suscribí a The New Yorker. Lo hice porque quería leer una nota sobre Kate Middleton y las teorías conspirativas alrededor de su (no tan) extraña desaparición.
El verdadero encanto de la revista para mí, igual, no tiene que ver tanto con los textos (aunque hace poco leí este cuento que me gustó bastante) sino con sus cartoons.
Caricaturas
The New Yorker fue fundada en 1925 y siempre, desde el primer número, incluyó los “cartoons”. Las historietas del New Yorker son muy fácilmente reconocibles, todas tienen un estilo similar: una sola viñeta, cuadrada, en blanco y negro y con una caption, una leyenda que funciona como remate a la premisa que plantea el dibujo. La leyenda es, casi siempre, una sola línea de diálogo que explica y/o resignifica la escena del dibujo. Este estilo de historieta se llama específicamente “gag cartoon”.
No hay una buena traducción para gag. Un gag es un chiste, pero es una forma específica de chiste. Para mí un gag es inmediato y sintético (a diferencia de un chiste tradicional, que tiene forma de cuento). Un ejemplo de gag cartoon:
(Se me ocurre que un buen ejemplo de gag cartoons en Argentina es lo que hace Podeti. Podeti en general usa burbujas de diálogo, pero esas tranquilamente podrían borrarse y escribirse como “leyendas” abajo del dibujo.)
Desde 1998 y durante veinte años, el editor de caricaturas en el New Yorker fue Robert Mankoff. Bob, como le dicen, explica muy bien en una charla TED lo que caracteriza a una caricatura típica del New Yorker.
Idea drawings
Mankoff cuenta que, cada semana, la revista recibe más de mil caricaturas distintas. En cada número del New Yorker se publican más o menos diecisiete, con lo cual la cantidad de caricaturas rechazadas es monumental. (El trabajo del tipo era ese: revisar esas mil caricaturas y elegir las mejores. Quizás el mejor trabajo del mundo.)
El propio Mankoff fue uno de esos rechazados. Mucho antes de ser editor de la revista, Bob era un historietista más que buscaba ser publicado. Cuenta que, cuando finalmente consiguió un contrato, le sorprendió que en el documento que firmó no usaba nunca el termino “cartoon”, sino “idea drawing”. La idea del idea drawing es que la viñeta del New Yorker exige una participación activa del lector. El chiste en un idea drawing involucra un primer momento (aunque sea ínfimo, una fracción de segundo) de desconcierto. Hay una pequeña ambigüedad acerca de cuál es el chiste y el lector participa activamente en encontrarlo.
Contexto
Otra cosa que hace a un gag cartoon/idea drawing apto para el New Yorker es su contexto. En la misma charla, Mankoff define el humor de dos maneras distintas.
La primera es que el humor es la “sinergía cognitiva” donde se mezclan dos cosas que no deben ser mezcladas y, en nuestra mente y por un breve instante, lo son y funciona. La otra, un poco profundizando la misma idea, es que el humor es el cruce entre lo benigno y una vulneración. (Mankoff dice violation, pero creo que en castellano “violación” es una palabra que, si bien aplica a más cosas que a una persona y podría ser usada en este contexto, es una palabra cargada). Si la vulneración es demasiado grande, está éticamente mal. Y si es puramente benigno, entonces ¿cuál es la gracia?. El humor es el balance perfecto y delicado entre algo que está bien y mal al mismo tiempo.
Por supuesto, que algo esté bien o mal depende del contexto en el que es usado. El mismo chiste puede ser un buen chiste en un lugar y pura vulneración (la verdad que “vulneración” es una palabra ridícula) en otro.
En ese sentido, es importante recordar que, si bien hoy es común consumir los chistes del New Yorker por si solos (pueden, por ejemplo, seguir la hermosa cuenta de instagram) la idea original (y aún vigente) es que esas viñetas conviven en el contexto de un artículo. En general, la idea del New Yorker es que esa relación no sea de mal gusto, por ejemplo.
Final
Por último, otra característica que Mankoff necesita en un idea drawing para la revista es que el objeto de burla del chiste no sea “el enemigo” y, en cambio, seamos nosotros mismos. La típica viñeta del New Yorker no se burla de un “otro” desde una distancia soberbia, sino que el objeto de burlas es la (atentos) condición humana universal (epa). Es gracioso porque reconocemos en el chiste (de una manera absurda, exagerada y grotesca) nuestras propias excentricidades. Es muy difícil que un chiste del New Yorker ofenda a alguien, pero no porque sean chistes lavados y aburridos, sino porque son (o intentan ser) chistes inteligentes. No digo “inteligentes” desde un lugar intelectual pretencioso, sino puramente desde la construcción del chiste. Un buen chiste es una observación aguda sobre la realidad. El humor es cosa seria.
Los dejo con algo muy bello que hace el New Yorker. Todas las semanas hacen el “Cartoon Caption Contest”. La revista publica un dibujo, pero sin leyenda. La gente propone un remate y el ganador es publicado. ¡El mundo es un lugar bello y bueno!*
*a veces
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