Esta es la décima entrega de Sabelotodo. Entre todos, contando este, hemos compartido 54.364 caracteres sin espacios, 65.583 con espacios, 11.405 palabras y 10 cuadros de Edward Hopper, todo distribuido alrededor de diez temas distintos. Estos datos pueden parecer inútiles, pero la mayoría de los datos lo son y acá estamos. Esta décima edición, además, será la última de Sabelotodo. Por lo menos hasta dentro de dos semanas, cuando salga la undécima.
Átomos
Dije hace poco, para hacerme el vivo, que los textos académicos sobre el arte tienden a no gustarme porque muchas veces tanto el análisis como la forma en la que están escritos, en su búsqueda por entender la cosa, terminan quitándole la magia. Hay algo mágico e inexplicable en por qué las cosas (una canción, una foto, una película, un libro, un cuadro) nos generan lo que nos generan. Se puede diseccionar y analizar, por supuesto, pero hasta cierto punto.
Hay un libro de divulgación científica que me gusta mucho, El universo elegante, de Brian Greene. Greene tiene varios libros en los que explica, con tanto detalle como simpatía, algunas de las teorías más incomprensibles de la física. En El universo elegante, el tema de estudio es la teoría de cuerdas. A grandes rasgos: las dos grandes teorías de la física (la mecánica cuántica y la relatividad general) son muy buenas para describir sus sendas áreas de estudio (lo muy pequeño y lo muy grande, respectivamente) pero son incompatibles entre sí. Para resolver este problema (es un problema terrible y quedará para otro encuentro) se han propuesto distintas teorías, y la teoría de cuerdas es una de ellas. (Creo que ya no está muy vigente -el libro de Greene es de 1999-, lo estudiaré en profundidad para cuando nos toque.)
Antes de explicar la teoría de cuerdas, Greene explica la relatividad general primero y la mecánica cuántica después. En ambos casos va describiendo el camino que los físicos recorrieron para ir encontrando respuestas a una infinidad de “¿y esto por qué?”. Uno, desde afuera, entiende a la ciencia como esa búsqueda insaciable de explicaciones que niega cualquier tipo de explicación no racional. Sin embargo, la cadena de “¿y esto por qué?” eventualmente choca contra un muro sólido, indestructible, que responde “bueno, esto es así porque sí”.
Bueno, el arte es un poco así. Uno puede ir desglosando las cosas que hacen que una película funcione, pero al final del día esas cosas funcionan un poco porque sí. Por eso es imposible repetir fórmulas, asegurarse éxitos de taquilla, por eso “nadie sabe nada”, como decía William Goldman en nuestro último Sabelotodo. La diferencia entre una mala película y una buena puede ser muy evidente, pero la diferencia entre una buena película y una obra maestra responde al orden de lo divino. (Espero que mi padre científico no me desherede después de esta entrega).
La cámara lúcida
En la octava edición, hablando del Canon de Pachelbel, mencioné muy al pasar el término punctum. El punctum es un termino que usa Roland Barthes en su libro La cámara lúcida. Por mucho que me hago el canchero desestimando a los académicos, el texto de Barthes lo recuerdo todo el tiempo y el punctum es un concepto perfecto.
Aunque el texto de Barthes es sobre la fotografía (y sobre su madre, pero ese es otro tema), la idea general se puede aplicar a cualquier arte. Barthes dice que al ver una fotografía hay dos elementos que coexisten en ella y que definen su interés. El primero es el studium. El studium es lo que entiendo de la fotografía a partir de mi propio conocimiento del mundo, una descripción superficial de lo que veo, alimentada por mis propios saberes culturales, políticos.
Por medio del studium me intereso por muchas fotografías, ya sea porque las recibo como testimonios políticos, ya sea porque las saboreo como cuadros históricos buenos: pues es culturalmente (esta connotación está presente en el studium) como participo de los rostros, de los aspectos, de los gestos, de los decorados, de las acciones.
El segundo elemento es uno que divide al studium, es algo que “sale de la escena como una flecha y viene a punzarme”. El punctum es algo que está en la imagen y que me ataca, de alguna manera, y que (en la concepción original de Barthes) no es algo planificado por el fotógrafo. No es parte del artificio ni está planificado desde la escenografía, sino que es algo que sucede casi por azar, que escapa a los designios del fotógrafo pero le da un valor nuevo y superior a la fotografía.
Un «detalle» me atrae. Siento que su sola presencia cambia mi lectura, que miro una nueva foto, marcada a mis ojos con un valor superior. Este «detalle» es el punctum (lo que me punza).
A diferencia del studium, no se puede señalar una foto y decir “esto es el punctum”. El punctum es para mí una cosa (y para mí es evidente que es esa cosa), pero otra persona puede no encontrar lo mismo.
Paul Simon
A mí me gusta saber por qué me gustan las cosas, me gusta diseccionarlas y seguir preguntando “¿y esto por qué?”. Pero, como en la física, eventualmente la respuesta es “porque sí”. Me gusta encontrarle el punctum a las cosas que me gustan, pero por qué eso es un punctum, por qué me genera lo que me genera, creo que eso es un porque sí.
Una de mis canciones favoritas de todos los tiempos es Still Crazy After All These Years.
No estoy descubriendo nada, es una de las mejores canciones de todos los tiempos, escrita por uno de los mejores cantautores de todos los tiempos. Tiene un solo de saxofón muy reconocible y espectacular. La canción tiene una estructura muy familiar: estrofa, estribillo, estrofa, estribillo, puente, solo de saxofón. El puente, como todo puente, cambia el tono de la canción, pasa de acordes mayores a menores, se vuelve más melancólica y pareciera estar hundiéndose en una especie de pozo oscuro del que no hay salida… hasta que emerge el saxofón, de vuelta en un tono mayor, en una especie de resurrección eufórica. Entre el puente y el saxofón hay una pequeña pausa. Esa pausa, para mí, es el punctum de esa canción. Por qué lo es, no sé. Porque sí.
Final
Hasta ahora, Sabelotodo fue siempre acompañado por un cuadro de Edward Hopper. La relación que cada uno de los cuadros fue guardando con el contenido de su respectiva nota está sujeta a la interpretación de ustedes, aunque yo tuviera siempre alguna explicación esbozada internamente. El cuadro de hoy es Soir bleu (Tarde azul). Esta vez no tengo ninguna manera de relacionarlo con la nota, pero a partir del Sabelotodo #11 vamos a usar a otro pintor y no quería que este, mi cuadro favorito de Hopper, quedara afuera. Lo único que puedo decir es que el punctum del cuadro, para mí, es el cigarrillo caído en la boca del payaso. ¿Por qué? No sé, porque sí.
Nos vemos en dos semanas.
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Desde hoy incorporo a mí conocimiento de mundo la palabra punctum, ¿cómo no lo supe antes? Ahora me explico tantas cosas, propias y ajenas. Gracias por eso. Lamentaremos no leerte durante el próximo tiempo, acá te esperamos! Gracias!