Lo único que permanece quieto es aquello que está muerto. El movimiento es vida y las cosas que se mueven hacen ruido. Y yo lo escucho todo.
El cuerpo humano no fue diseñado para el mundo moderno. Por ejemplo, cada vez más gente en el mundo necesita anteojos. La gente pasa la mayor parte del día mirando una pantalla a pocos centímetros de su cara y sus ojos pierden capacidad para ver de lejos. Esto no es culpa de las pantallas en particular. Si pasáramos ocho horas al día, cinco veces a la semana, leyendo un libro en papel, pasaría lo mismo (creo).
En la vida moderna que llevamos, tan loca, tan vertiginosa, además de desgastar nuestros ojos también desgastamos nuestros oídos.
El mundo está tan lleno de vida que cada vez hay más ruido en todas partes. Así como cada vez vemos menos, también escuchamos menos. Imagino que esto es peor en las grandes ciudades, donde vive la mayoría de la gente. De hecho, un dato al pasar: según el Banco Mundial, el 54% de la población mundial vive en ciudades y se espera que el número llegue al 70% para el 2050. ¡Eso es mucho ruido!
Ruido
El ruido es un sonido, un sonido malo pero sonido al fin. Y qué será un sonido, se preguntan ustedes. ¿Qué significa que algo suene? ¿Si un árbol se cae en el bosque y no hay nadie cerca para escucharlo, hace ruido? La pregunta es buena y no se hizo nunca antes.
Si el sonido son las vibraciones, entonces sí, el árbol hace ruido. Pero las vibraciones por sí solas son solamente eso: vibraciones. Alteraciones en las moléculas del aire. Para que esas vibraciones se conviertan en sonido tiene que haber algo que las entienda como tal. Nuestro cerebro, por ejemplo. (A veces parece que el cerebro es una entidad separada a uno mismo, que hace cosas por su cuenta. ¿No? Esa idea, a mí, me aterra).
Adentro del oído hay un montón de pelitos erguidos que se mueven con las ondas de sonido que reciben. En ese movimiento generan las señales eléctricas que el cerebro interpreta como sonido. Esos pelitos no son eternos ni infinitos. Se gastan como cualquier cosa y, mientras más fuerte sea el sonido, más intenso será el movimiento que registren. Eventualmente, si el sonido es demasiado alto, podrán dañarse y ese daño es irreversible. Irreversible. Como la muerte. Y, como ya establecimos, el silencio y la muerte son lo mismo.
Micrófonos
La recepción del sonido es siempre analógica. Los micrófonos, por ejemplo, no se pueden apagar. Si apagamos un micrófono, lo que estamos haciendo es desactivar la corriente eléctrica que envía la información a, por ejemplo, la computadora. Pero el micrófono en sí sigue funcionando siempre.
Adentro del micrófono hay una membrana que se mueve según las vibraciones que recibe. Es decir, cuando yo le hablo al micrófono estoy emitiendo ondas de sonido que impactan contra esa membrana y la hacen vibrar. Ese mecanismo, como nuestros oídos, funciona todo el tiempo. Por eso los micrófonos se guardan en lugares insonorizados, como esos estuches llenos de material aislante y con un agujero con la forma exacta del aparato.
Podemos cerrar los ojos, pero los oídos, como los micrófonos, no se pueden apagar. Funcionan todo el tiempo. Por eso es tan difícil protegerlos. Lo que podemos hacer, como los micrófonos en sus estuches, es aislarnos.
Walkman
En 1979, Sony sacó al mercado el Sony Walkman y cambió el mundo. Es difícil de imaginar hoy, pero hasta ese momento la música no era portable. Se escuchaba música en la casa o en donde se pasara música a través de parlantes. Un café, una librería. El teatro. No sé exactamente, la verdad, yo nací un millón de años después. Pero me puedo imaginar. Lo que sé es que hasta entonces la música no era portable y, en general, tampoco era privada.
El Walkman cambió eso por completo. El Walkman es, sin dudas, el mayor precursor a lo que hoy son para nosotros los celulares. De repente, la gente podía ir por el mundo escuchando su propia música, ensimismada. Aislada. El mundo como lo conocemos empezó a gestarse entonces, en los ochentas, mucho antes de que existiera internet, ni hablar los smartphones.
Hoy, en el futuro, usar auriculares en la calle es la cosa más natural del mundo. Es evidente, casi una necesidad. Pasan dos cosas en simultáneo: el mundo alrededor nuestro es cada vez más ruidoso y en nuestros bolsillos tenemos, cada vez más, todas las cosas del mundo. (Se puede tener cada vez más todas las cosas porque hay conjuntos infinitos más grandes que otros conjuntos infinitos. Es algo de matemática, lo vemos otro día).
El umbral de volumen sano para los seres humanos es de 80db. Es decir que exponerse a más de 80db por un tiempo prolongado puede causar (y lo hace) daño irreversible en nuestros oídos. Viajar en subte, ir a un bar, caminar por el microcentro, son actividades donde el volumen está alrededor de los 100db. Esto es terrible.
A priori, escuchar música con auriculares es igual de peligroso. Más aún considerando que la música que escuchamos debe competir con todos esos sonidos malvados del mundo real. Nos obligan a subir el volumen y dañar aún más nuestros sonidos. Sin embargo, compañeros (¿amigos? quizás…), hay una solución: la cancelación de ruido.
Noise cancelling
Ahora está de moda decir que ahora algo está de moda. Una de esas cosas que está de moda, ahora, es que muchos auriculares tienen cancelación de ruido. Normalmente, la mejor cancelación de ruido es la de los auriculares más caros. Pero, como cualquier tecnología, la cancelación de ruido es cada vez más barata y no hace falta gastar los grandes dólares para tener una versión más que aceptable.
Ustedes, que son muy cínicos, muy vivos, que no se les escapa una, dirán “eso es puro marketing, es una pelotudez”. Como muchas veces, estarán equivocados. La cancelación de ruido no solo no es marketing sino que es bastante útil para proteger nuestros oídos de los terribles embates del ruido y de la muerte. Yo diría que la cancelación de ruido es una necesidad, acaso una obligación.
Funciona de la siguiente manera: el auricular tiene un pequeño micrófono que recibe el ruido cercano. Una pequeñísima computadora dentro del auricular analiza la forma de onda de ese ruido y genera una onda opuesta que efectivamente cancela el ruido externo. Los picos y los valles de una y otra se superponen y la onda final que llega a nuestros oídos es chata, plana. Silencio.
Por supuesto, esto no es tan así. El efecto no es total ni perfecto. Pero, para aquellos sonidos constantes y monótonos, es bastante eficiente. Lo importante a saber es que el efecto de la cancelación sucede antes de que el sonido llegue a nuestros oídos, con lo cual nosotros, efectivamente, estamos protegiendo esos pelitos chiquitos de los que dependemos tanto. Esto hace que no necesitemos subir tanto el volumen en nuestros auriculares para que no lo supere el ruido de la calle. Podemos escuchar la música con claridad a un volumen razonable. Nos protegemos tanto del mundo como de nosotros mismos. La tecnología es buena, el mundo es maravilloso. Y todos estamos vivos.
A priori, uno creería que ir por la calle con aislamiento sonoro es bastante imprudente. Puede ser. Pero, a considerar: los grandes sonidos que demarcan una alerta concreta y determinada, como una bocina, son tan breves y fuertes que no llegan a ser cancelados, así que los escucharíamos igual. Es cuestión de estar atento a lo que nos rodea, auriculares o no.
Final
A pesar de que somos seres predominantemente visuales, yo creo que la audición es tanto o más importante para nuestra vida privada y en sociedad. Y hoy más que nunca, a pesar de que estemos rodeados de pantallas y estímulos visuales. Con nuestros celulares escuchamos música, audiolibros, podcasts, streams, programas de radio. Y, más allá de la tecnología, escuchamos a las personas que nos rodean. La ceguera es terrible, pero no nos aísla. Podemos comunicarnos sin ver. Para mí, perder la audición es una pesadilla. A través del sonido podemos compartir experiencias de una profundidad absoluta y total. Al escuchar podemos, además, apreciar el silencio. Compartir el silencio con otra persona es una de las experiencias más íntimas que se pueden tener. Un mundo mudo es un mundo de soledad total. Cómprense un buen par de auriculares y protejan sus oídos.
(Para mí, si el árbol se cae y nadie lo escucha, no hace ruido. Doy por terminada la discusión)
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