Nada hay más arduo que reflejar la banalidad de la realidad.
Pierre Bourdieu. Sobre la televisión. 1996.
Este octubre no ha sido un gran mes, ni para Argentina ni para el mundo. En lo personal ya saben lo que hemos pasado, aunque nuestro final por suerte es más alentador que lo que nos circunda. Frente a tamaño desconcierto se impone como nunca la frase: “Me refugio en los míos…”. En mi caso hay un programa de televisión que considero un refugio y del que me declaro fan absoluta: LAM.
Supe del proyecto antes de que saliera al aire. En 2016 era productora de Carmela Bárbaro en Radio Ciudad. Ella también trabajaba en televisión como panelista en El diario de Mariana (DDM) que se emitía a la tarde en canal 13. Un día Carmela me cuenta que le proponían dejarlo porque Mandarina, la productora, iba a lanzar otro producto. La propuesta era integrar un panel de mujeres para hacer un programa de espectáculos conducido por Ángel de Brito que se iba a llamar Los ángeles de la mañana. Me dijo los nombres de las otras integrantes del panel, compartimos dudas. ¿Valía la pena dejar un éxito y un trabajo seguro para formar parte de un proyecto que podía durar un mes al aire? La conclusión fue que sí, que valía la pena tomar el riesgo, que ya desde el nombre el programa era atractivo. Ángel había probado su capacidad de conductor en el cable con un programa de culto como fue Bien de verano. Lo que empezó como un ciclo de verano duró ocho años y tuvieron que agregarle al título Bien de verano, todo el año. Otro condimento divertido de la propuesta era que se trataba de un panel de mujeres con mucha personalidad conducidas por un hombre. Carmela aceptó y ahí comenzó para mí una cita obligada que continua hoy en día.
Nunca había mirado tele a la mañana, me resulta deprimente comenzar el día así. Soy de la radio AM, entonces LAM de mañana funciono para mí como una radio. Dos televisores prendidos para ir haciendo cosas en distintos lugares de la casa mientras veía el programa. Cuando no podía verlo o me perdía algo a la noche lo miraba por Flow. El primer panel tuvo una potencia arrolladora: Andrea Taboada, Analía Franchin, Nancy Pazos, Carmela Bárbaro, Nequi Galotti, Myriam Lanzoni y Yanina Latorre. No vale la pena mencionar a Mercedes Martí que duró muy poco, su engolamiento no iba con la onda de LAM. También brillaba Maite Peñoñori (periodista joven sin techo) como notera. De esa formación original solo quedan Yanina y Maite, que ya había pasado a ser panelista, se fue a Intrusos y ahora volvió a integrar el panel.
En todos estos años muchísimas mujeres han sido angelitas. Muchas veces reina la armonía y muchas otras lo más “divertido” del programa son las peleas entre las panelistas. La marca de agua de LAM es la opinión fuerte, el debate y la sinceridad brutal. Yanina ha sido eje de muchas de las peleas, su desparpajo y convicción para opinar ha irritado a algunas y otras directamente la provocan para generar polémica. Ella sigue incólume viendo desfilar contrincantes. También todas contra Nancy Pazos dio momentos épicos. Las villanas que incorporaron cuando la desvincularon a Nancy Pazos fueron en degradé. Evelyn Von Brocke, irritante como pocas, y Estefi Berardi, que fue perdiendo frescura y desenfado hasta llegar al patetismo de denunciar a su propio programa.
El panel actual está muy bien, tiene una buena mezcla de perfiles. Marixa Balli (cuando anunciaron su incorporación debo confesar que me pareció descabellada) es la revelación del año. Es un personaje adorable, muy graciosa y con una dicción e histrionismo privilegiados. Con Fernanda Iglesias, otra fan de LAM antes de ser parte, nos reunimos en su casa a cenar en la cama el día que el programa volvió a América en horario nocturno. Es emocionante que ahora ella sea una angelita. No hace falta que les cuente la orfandad que sentí los meses que no estuvieron al aire.
LAM no es un programa más de chimentos como piensan los que no lo ven o los que se creen impolutos porque te dicen: “tele no miro”. No lo es por muchas cosas, pero el pilar fundamental que marca la diferencia es su conductor: Ángel De Brito. Ángel fue haciendo todos los pininos desde que comenzó en el medio. Yo veía La linterna, el programa de Laura Ubfal en el que él era columnista y ya se le notaba su profesionalismo e inteligencia. Pasó por todos los lugares que puede ocupar un periodista de espectáculos y en todos fue progresando. De notero de Bailando por un sueño a jurado estrella. De conductor de cable a co-conductor de Mariana Fabbiani para pasar a ser conductor de LAM. Fue columnista en varios programas de radio y tuvo su propio programa en CNN Radio.
Jorge Rial hace pocos días declaró en una entrevista radial:
Ángel es hoy el mejor, él concentra todo. Es el que toma un poco la posta de lo que éramos nosotros en Intrusos… En una época Intrusos decía que era negro y era negro, no importaba si era blanco, era gris, no importaba. Hoy Ángel logró eso porque lo perdió Intrusos, lo que dice LAM es cierto, no importa si es verdad o no, hay una certeza que te lo da el programa.
Me permito disentir. Ángel no extorsiona revoleando videos, no hace cámaras ocultas para develar la sexualidad de un famoso, no hace un show de su vida privada, sabe guardar secretos; aunque no parezca, tiene una ética de trabajo que lo hace paradojalmente muy confiable. Opina de política, pero no se mezcla con los políticos. Los programas pueden tener similitudes en la repercusión que generan, pero la cuota de maldad y cinismo que manejaba el Rial de Intrusos no esta presente en LAM. De Brito tiene una capacidad única para la ironía y el sarcasmo. En el barrio dirían “no se come una” y no le tiene miedo a nadie. Su humor ácido denota su inteligencia. No es demagogo y no derrocha simpatía, pero puede ser muy cálido si se lo propone. Destaca el talento de sus compañeras y deja crecer a sus pares. Es muy cariñoso con los niños. No es divo. Puede ser distante, pero no creído. Los famosos miran LAM. Los famosos confían en él.
A LAM lo ve mucha gente de diferentes generaciones y estratos sociales. La verdulera del chino en el que compro habitualmente lo mira a deshoras por YouTube en el teléfono. Me siento hermanada con ella cada vez que voy a comprar y escucho el griterío de las angelitas. Que lo mira todo el mundo lo sabía, pero pude comprobarlo hace unos días cuando, después de la operación de Gustavo, Ángel contó lo que le había pasado y le envió sus mejores deseos. A partir de ese momento recibí mensajes de gente que no sabía nada. Una compañera del secundario, una mamá de la primaria de Elías, una ex empleada doméstica, familiares de Gustavo, una periodista de La Nación: todos se habían enterado por el programa. En eso Rial tiene razón: lo que se dice en LAM, trasciende LAM.
Igual todavía hay gente que no reconoce que lo ve y te dice que justo haciendo zapping se enteró, o que mientras planchaba lo puso, o que se lo contó la amiga de una amiga. En mi opinión no hay nada más liberador que disfrutar de un programa como LAM sin culpa. No hay géneros menores. La realidad es demasiado penosa como para tener que disimular que uno ve y disfruta del mejor programa de la televisión argentina.
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