Me gustan mucho las galletitas. Los que me conocen saben que los dulces son mi perdición, pero haciendo una introspección profunda puedo decir que no es lo dulce per se a lo que soy adicta sino a las harinas, al crocante y a la mezcla de texturas. Jamás chuparía un terrón de azúcar ni tomaría un sobrecito de azúcar, tampoco me gusta comer el dulce de leche solo a cucharadas. Ese tipo de consumo de dulces me empalaga. Es en algunas galletitas donde encuentro la síntesis perfecta de harinas, crocante y variedad de texturas. Al parecer no soy la única porque buscando material y fotos para ilustrar el texto me encontré con este dato:
Argentina es considerado el segundo país en escala mundial en cantidad de consumo anual por persona, con un promedio de 11 kilos de galletitas por año
No sabía que mi pasión por las galletitas era compartida por casi todos mis compatriotas y así como sucede con la carne, somos el segundo país en consumirlas.
El azúcar y las harinas blancas en los últimos tiempos se convirtieron en la encarnación del demonio. O eso nos hacen creer las redes sociales y las tendencias gastronómicas. Ni muy, muy ni tan, tan. Todo en su medida y armoniosamente, como decía el general. Nadie duda de que es mejor comer sano, evitar los carbohidratos en exceso, las grasas trans y los alimentos procesados, pero las galletitas existen desde el siglo XIX y por suerte nos acompañan desde entonces. ¡Un buen paquete de galletitas no se le niega a nadie!
Encontré una nota muy interesante (a pesar de su título buscaclicks "¿Cuál es la historia "secreta" de las galletitas preferidas de los argentinos?") que cuenta el origen y la evolución de las galletitas.
La fabricación de galletitas para consumo masivo arrancó en 1875 de la mano de Bagley, cuando por una resolución del Ministerio de Economía, durante la presidencia de Nicolás Avellaneda, se eximió a la compañía del pago de impuestos aduaneros para que pudiera importar las maquinarias necesarias para elaborar ese alimento.
Hasta ese momento, las galletitas que se atesoraban en las alacenas de los argentinos llegaban del otro lado del Atlántico, más precisamente del Reino Unido.
Lanzada en 1875, Lola, la primera galletita de esta compañía en salir a la venta, tuvo una gran aceptación por parte del público, incluso en los sanatorios las incluían en sus dietas para pacientes internados. No tenía agregados artificiales.
Se cuenta que una persona que visitaba a un familiar en un hospital vio a un enfermero llevar una camilla hacia la morgue con un paciente recientemente fallecido y entonces le dijo a alguien que lo acompañaba: "Este no quiere más Lola". Fue así como la expresión se metió en la cultura popular argentina para describir a alguien que se da por vencido.
También por esa nota me entere que: las obleas rellenas fueron lanzadas en 1905 pero, recién tres años después ante la inauguración del Teatro Colón de Buenos Aires, comenzaron a llamarse Opera.
Cada uno puede hacer la historia personal de sus galletitas favoritas y con eso contar parte de su biografía. Es muy común ver en Instagram a argentinos que viven en el exterior morir de felicidad cuando reciben paquetes de galletitas típicas argentinas (chocolinas, rumba, melba, anillitos, merengadas). Ese nacionalismo asociado a la infancia es el único que me cae bien.
Hay galletitas que perduran desde su creación, varían las versiones, el packaging, incorporan variedades, pero allí están firmes en las góndolas cada vez más exiguas de este país. Otras se adaptan a los gustos del consumidor como las Variedades, de Terrabusi. Enterados de que la “gente” (yo) se peleaba por las de chocolate o los anillitos crearon versiones separadas de las Variedades clásicas.


Hay muchas galletitas que desaparecieron y las añoramos cada día. También extrañamos las galletiterías, con sus latas de metal en donde se vendían las galletitas sueltas por peso. Una vez mi mamá quedo muy impactada cuando pusieron un cartel: "venta mínima un cuarto". En ese momento no entendí que era el registro de una de las tantas crisis que atravesó el país.
De esa época bregamos porque vuelvan las Santa Paula y las Sorbona (mis favoritas) eran de las variedades más caras, pero valían la pena. Esas igual las podíamos comprar, el lujo eran las Kokoa que se compraban una vez cada tanto: boca de dama bañadas en chocolate. Hace unos diez años volvieron en paquete, duraron poco porque eran impagables. Nos conformamos con los habanitos que también están siendo una especie en extinción. Lo más parecido a esas gloriosas Kokoa que hay ahora son las galletitas biscuits de Soriano bañadas en chocolate que viene en paquetitos individuales.


Otras galletitas extintas que extraño, no por lo ricas sino por lo que evocan (eran bastante feas), son las que vendían en el zoológico. Galletitas con forma de animales y confites de colores. Los confites eran duros, sin gusto a nada, pero el combo era muy atractivo. Hasta hace un tiempo en algunos chinos vendían una versión muy parecida.
El hit de los 2000 fueron las galletitas Tentaciones. Las dos versiones eran riquísimas, pero obviamente las de chocolate eran mis preferidas. Duraron varios años y fueron desapareciendo de a poco: primero se llevaron las de chocolate y solo quedaron las de frutilla. Un triste día desaparecieron para siempre.
La galletita más modesta que me gustó fueron las "maicenitas". Untarlas con dulce de leche las hacía un manjar de los dioses. Hago lo mismo con las Chocolinas. Muy sanito.
Las maicenitas hasta hace un par de años estaban en el chino de la vuelta y en algunas golosinerías de barrio. ¡Devuelvan las maicenitas! Las reemplacé por cubanitos o barquillos, pero no es lo mismo.
Un capítulo aparte son las galletitas en otros lugares del mundo. La ida a los supermercados está a la par de las visitas a museos, atracciones, parques y puntos turísticos. Dentro del súper mi parte favorita obviamente es la sección de las galletitas.
Hay dos variedades que están el punto más alto de las delicias. Por suerte hay muchas marcas que las hacen. Se encuentran en Europa, pero también en Chile. Es un modelo para imitar.
Una son las que originalmente se llaman Petit Ecolier. Las he comprado de otra marca en Tesco, o en Berlin por una libra o dos euros. Adictivas. Acá Togni´s café ofrece una versión local por unidad a un precio mucho más elevado pero la buena noticia es que los Carrefour (solo en los hiper, por el momento) sacaron una versión local. Se llaman Les tablettes. La caja trae 12, vienen de chocolate negro y blanco y son económicas en relación con lo que vale un chocolate. ¡Esperemos que duren!
Las que están en el top one de mi lista son unas galletas redondas muy grandes, que son un sándwich de galleta y chocolate. Casi todas las marcas de galletas de afuera tienen su versión. Las primeras que probe fueron las Hit de Bahlsen. En cada país que voy las busco. Ojalá vengan acá para quedarse
Por lo pronto los lectores que viven afuera ya saben que regalarme cuando vengan de visita.
Si están satisfechos con nuestra tarea, piensen en colaborar con un poco de dinero mensual de manera de ir construyendo una base de seguidores pagos que nos permitan mantener y desarrollar este emprendimiento. Los valores pueden no significar mucho en sus economías mensuales pero para nosotros son un ladrillo más para construir el servicio que soñamos.
Vean si algunos de los valores de acá abajo les resultan accesibles, el aporte es mensual vía Mercado Pago (PayPal para el extranjero) y podés salir cuando quieras sin ninguna dificultad:
Transferencias directas cuando quieran y lo que quieran al alias gusnoriega.
Y, como siempre, los que quieran colaborar desde el exterior, lo pueden hacer vía PayPal:
Todavía lloro la extinción de las Panchitas
La combinación de harina y crocante es irreemplazable (igual, la prefiero salada antes que dulce). En cuanto a los sabores de la infancia, no hay nostalgia que supere el placer que me producen hoy las Frutigran.