El lunes 30 de diciembre se murió un gran amigo. La amistad que me unía a él era muy particular, ya que solamente yo conocía esa relación. Él, ni enterado. No es que fuera un amigo imaginario, sino que la relación estaba mediada por la radio. Hace 12 años que escuchaba religiosamente el programa de Jorge Lanata y, si bien lo admiraba y consumía de antes, fue a través de Lanata sin filtro que comenzó mi amistad. A partir de su muerte se han escrito muchas notas de homenaje. La mayoría las escribieron colegas, amigo/as y compañero/as de trabajo. Este texto lo escribo desde mi condición de oyente fiel del programa de más audiencia de la radio desde que comenzó hasta que terminó el 31 de diciembre pasado.
Lanata tenía las mejores virtudes de un buen conductor radial. Personalidad, humor, ironía, armaba buenos equipos, creaba climas y generaba un ambiente ameno de trabajo. Le daba lugar a sus columnistas para que brillen, promovía debates que hacían que uno se quedara en el auto, aunque ya hubiera llegado a destino. Inventaba apodos y latiguillos que perduraban (el mormón, la psycho, Xanadú, el tuerto…). Repitió hasta el cansancio durante todo el ciclo la frase “De a uno”, en pos de no aturdir al oyente cuando todos los columnistas hablaban a la vez. Durante años exigió que los entrevistados salieran de un teléfono fijo, harto de que las llamadas a celulares se cortaran. Inventó la mejor forma de terminar una entrevista, no había saludo final. Sacaba del aire al entrevistado, decía su nombre y referencias ahorrándose tediosos minutos de despedidas interminables, dando el único dato que importaba al oyente que se incorporaba tarde a la entrevista.
La lista de virtudes podría seguir, pero la que siempre me llamó la atención y me pareció una condición que lo distinguía en ese universo dominado por hombres, conductores de medios, era su amor por las mujeres. No estoy hablando sólo del amor a sus parejas, que fueron muchas, sino a su relación con las mujeres que trabajaban con él. Es sabido que cuando Jorge tenía seis años, su madre, Angélica, tuvo un tumor cerebral que la dejó sin habla y con medio cuerpo paralizado. Su madre vivió cuarenta años en ese estado. Murió en el 2004. A raíz de esta tragedia familiar, a Lanata lo mandaron a vivir a la casa de Nélida, una tía soltera que, junto a su abuela, se encargó de criarlo. Desde pequeño, su universo fue femenino y siempre que formó equipos se rodeó de mujeres. Sus productoras periodísticas históricas: Silvina Chaine, Andrea Rodríguez (madre de su hija Bárbara), Tamara Florín, Erica Olijavetzky, Margarita Perata, su mano derecha por más de treinta años. Alejandra Mendoza, su secretaria y asistente contable.
María O’ Donnell, Romina Manguel, María Julia Oliván, Luciana Geuna, Mariel Fitz Patrick, Maru Duffard, Cecilia Boufflet, Jesica Bossi, Fernanda Iglesias, Yanina Latorre, Marina Calabró y muchas más formaron parte de sus equipos y tuvieron un lugar muy destacado.
Lanata no solo trabajaba con ellas, sino que eran sus pares. No había distinciones de género. No se trataba de llenar el cupo femenino que impuso la era de la corrección política. Lanata convocaba a personas por su talento, su capacidad de trabajo, por sus conocimientos, su manera de comunicar o investigar. No necesitaba resaltar que eran mujeres, la relación fluía por igual que con sus colaboradores hombres. Todas las mujeres que pasaron por sus programas hicieron grandes carreras, se independizaron de él y la mayoría siempre se mostró muy agradecida. Él les permitió brillar, todas cuentan que les enseñó, las impulsó a desafiar los límites, las escuchó y también las ayudó en temas personales. La generosidad era su marca de agua.
Una de las pocas veces que lo escuche llorar en la radio fue cuando habló de Norma, la mujer que le donó el riñón, en el trasplante cruzado que se realizó. En esta ocasión, también dos mujeres marcaron su vida. Sara, la mamá de su hija Lola, le donó un riñón al hijo de Norma y Norma le donó su riñón a él.
Quizás ese apego tan amoroso con las mujeres le hizo proferir algunas frases que le costaron una fuerte polémica con Florencia de la V. Jorge dijo “Para mí Florencia de la V es transexual. No creo que sea una mujer. Es mi opinión”.
Florencia le contestó acusándolo de meterse con ella para no hablar de la situación del país por ensobrado (gobernaba Macri). Lanata le mandó una carta documento por calumnias e injurias por lo que fueron a una mediación. Ese fue el episodio a través del cual conoció a su última esposa, la abogada Elba Marcovecchio, quién era la representante de Florencia en ese entuerto. Sus convicciones acerca de los transexuales le trajeron a su último amor.
Hasta esta última y larga internación los conflictos que podía haber entre todas las mujeres que formaban parte de su familia y su círculo íntimo no trascendieron. Jorge trabajaba con Andrea Rodríguez, era amigo de Sara (Kiwita), compartía muchos momentos con sus dos hijas Barbara y Lola (contaba que le gustaba ir al cine con ellas). Ellas tres fueron a su casamiento con Elba. Sin saber nada puedo intuir que Lanata oficiaba de mediador y que el amor por todas apaciguaba los enfrentamientos y los celos que podían surgir.
Además de su gran generosidad, otra característica que lo distinguía era su caballerosidad. Era el prototipo de gentleman. A pesar de su origen de clase media baja, cuando alcanzó la fama y tuvo dinero, le gustaba rodearse de cosas finas y bellas. Vivía en uno de los edificios más lindos de Buenos Aires, era super elegante, pulcro, galante y tenía gestos de gran distinción con las mujeres y también con los hombres.
De todas las anécdotas que surgieron luego de su muerte me gustaría citar tres que pintan de cuerpo entero, a un hombre que fue “bigger tan life”.
El coreógrafo Ricky Pashkus lo dirigió en su incursión en el teatro de revistas en el Maipo y contó que Lanata se burlaba de él por cómo se vestía. Le decía “¿Como podés estar así de zaparrastroso?”. Un día Ricky recibió el llamado de un sastre de la Avenida Alvear que lo citó en su local para tomarle las medidas. Pashkus fue obedientemente y allí se enteró de que Lanata le regalaba un esmoquin. Cuando llamó para agradecerle, él le dijo "no me agradezcas hasta que lo uses". Lanata fue feliz al verlo a Ricky con su esmoquin a medida y Ricky también al vestirlo.
Santiago García, amigo de la casa, publicó unas palabras en Instagram al día siguiente de su muerte. Todo está resumido en ese posteo, lo que era Lanata y lo que genera la radio con los oyentes:
Ayer 30 de diciembre falleció Jorge Lanata, con quien tuve el honor y el privilegio de trabajar 11 años. Correr el 31 de diciembre a la mañana parecía absurdo. ¿Pero qué cosa me podía hacer mejor que correr hasta que las lágrimas se transformaran en sudor y así dejar de llorar? Hubo algo me decidió: increíblemente la carrera pasaba por la puerta de la Casa de la Cultura, donde velaban a Lanata. Me fui a la 1 AM del velorio y pasé corriendo a las 8:30 AM por la puerta del lugar. No fui el único que saludó, pero yo le dediqué nuestra frase al grito de: CUESTAS, LANATA, CUESTAS! Y ocurrió entonces algo asombroso: alguien, no sé quién, me gritó desde la puerta "venís caminando". Poseído por Lanata, alguien dijo lo que él me hubiera dicho. Fue un momento gracioso y emocionante. Me imaginé nuestros diálogos y réplicas. Pensé que le diría "te pasé en el Km 7" y en que él me contestaría "yo ya había terminado, gané y estaba descansando". Tenés razón, Lanata, esta vez ganaste vos y el descanso es merecido. Pero no te confíes, nos vamos a volver a encontrar, te lo aseguro, y vamos a ver quién gana entonces. Vamos a reírnos nuevamente, voy a volver a escuchar tu risa. Así fue la carrera hoy. Correr me salvó la vida, correr me hace vivir de otra manera. Fuiste vos el que un día descubriste porque corro: "Porque la vida duele" me dijiste. Hoy la vida duele, sí, pero como siempre, duele menos al correr. Duele menos al pensarte en paz, querido Lanata, convertido en la estrella que decías que ibas a ser luego de irte. Gracias eternas.
Otra señora elegante, Cecilia Absatz, en la última entrega de su Viejo Smoking puso en palabras lo que nos pasaba a muchas con Jorge Lanata:
Aunque él nunca iba a enterarse, yo era la novia de Jorge Lanata. Una nueva versión de la teoría que elaboramos con mi amiga A.R.D. sobre el amor. El amor es un asunto personal que no necesita simetría ni respuesta alguna…Esta es una más de las ventajas de la edad. Una puede enamorarse de quien se le dé la gana porque igual no quiere nada de él. No lo quiere en su cama, no lo quiere en su mesa ni que nos lleve al cine. Solo quiere que exista. En este caso quiere que hable, que diga brutalmente lo que piensa ignorando airadamente la corrección política, que cultive su audacia en el vestir, que ponga nerviosos a todos como pone nerviosos a toda la gente que no tiene miedo. Que se niegue a leer un mail que comience con la palabra “Hola”. Y que no deje de sorprender, entre otros a mí.
Cuando el Viejo Smoking decidió apelar a la colaboración de los lectores porque su mismo éxito comenzaba a resultar oneroso, el aporte de Lanata me dejó perpleja. Miré largamente la cifra porque tal vez la vista me estaba engañando —no sería la primera vez— pero no. Era un aporte de inestimable generosidad. Cuando le escribí para agradecerle me respondió: «Nada que agradecer. Yo soy un inversor».
Si la muerte borra los defectos de las personas, no deseamos que esto suceda con Jorge Lanata. Cuando alguien hizo tantas cosas, fundó tantas otras, enfrentó a los poderosos, se brindó a sus colegas, soportó el dolor y la enfermedad sin victimizarse nunca en público, amó y odió al igual que fue amado y odiado, no puede ni debe ser impoluto. Hay que ser muy mezquino para no ver la grandeza en la vida de Lanata. El brillo supera ampliamente cualquier oscuridad que pudiera tener. Lo vi una sola vez en mi vida en su casa, pero lo quise siempre. ¡Te voy a extrañar mucho, querido amigo!
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Hermoso post. Lanata fue mucho para muchos, yo no vivo en Buenos Aires, pero religiosamente lo escuchaba y veía, así como lo cuentas tú. Sé más de política argentina que de peruana, he de confesar. Y es que ese era su efecto, una exclusividad para atenderlo sólo a él y a nadie más, como lo hacía con Mirtha cuando era su único comensal. En mi país no existe eso que Lanata hacía junto a su equipo y creo que en el mundo tampoco ocurría algo similar: esa mezcla de información picante, difusión cultural, chimentos (hermosa Marina), cine, etiqueta, recomendaciones literarias (exquisita Flavia Pitella) y otras maravillas más. Era tal vez una mesa familiar informada y culta más que otra cosa. Lanata, luego de una dura entrevista política, podía hablar de la cantante Mina (había un tema que le encantaba) o de alguna novela de Patricia Highsmith a propósito de un momento de la nota. Su mente volaba hacia una biblioteca emotiva y brillante y esos eran grandes momentos que iluminaban las cotidianidades mas ramplonas. Cuando bajaba a la tierra de mi realidad nacional era como un lugar en el que no quería estar, se estaba uno feliz en el planeta Lanata. Sus últimos meses fueron terribles y cuando falleció hice un luto personal pues no podía dejar de estar triste. Era el 31 de diciembre y a continuación el 1 de enero y se sentía como si un familiar demasiado querido ya no estuviese más. ¿Se puede querer tanto a una persona que no sabe que existes? Tu nota lo responde de la mejor manera posible. Muchos Saludos.
Que lindo leerte! tus palabras de oyente fueron tan exactas, tan adecuadas....es que hace días que cada vez que leo alguna publicacion pienso "que pena saber que no lo escuchare mas", que ya no lo escuchare a Garcia bardearse con Lanata, que ya no escuchare a Pitella leyendo y a él opinando, es que todos eran mas lindos con él a su lado....