Las calles
Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y de ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra –y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y de llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado —y son también la patria— las calles;
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.
Jorge Luis Borges. Fervor de Buenos Aires. (1923)
Descubrir restaurantes es en sí misma una actividad placentera, antes aún de comprobar las cualidades de los lugares a descubrir. Cuando hablamos de descubrir no estamos hablando de ir caminando por Palermo, las Cañitas, Belgrano o Caballito y entrar a alguno de los cientos de locales gastronómicos que se encuentran en esos polos. La gracia del descubrimiento está asociada a encontrar lugares en esas calles en las orillas a la que alude el extraordinario poema de Borges. Puede ser que pasemos caminando, en auto o de la forma más moderna, siguiendo en Instagram a influencers gastronómicos que son muy activos recomendando nuevas propuestas. Cada vez que postean una novedad, entramos al Instagram del restaurant arrobado y allá vamos, cuanto más recóndito mejor.
En los últimos años proliferaron emprendimientos comandados por una generación de jóvenes entre treinta y cuarenta y pico de años que parecen ignorar la desesperanza circundante y apuestan a proyectos personales originales, aplicando conocimientos y creatividad. No puedo afirmar ni negar que esa generación puede ser nuestra salvación. Vistos desde afuera parecen habitar otro país en donde los sueños se cumplen. En barrios en los que no proliferan los restaurantes y menos los lugares modernos, va desembarcando esta generación de emprendedores que se relacionan con los vecinos, las materias primas, las tendencias y las tradiciones, con una mirada innovadora.
Hay tres lugares en la ciudad que se destacan y cumplen con estas premisas. Cada vez que vamos, bajamos el promedio de edad de los comensales. El público de estos locales muchas veces parece ser miembro del mismo club de sus dueños. Gente joven, descontracturada, que se mueve en grupo, que tiene capacidad de consumo y está ávida de novedades. Mezclarse con ellos también es otra fuente de diversión y observación.
MN Santa Inés es el lugar emblema de la idea de esta columna. Ubicado en lo que llaman la isla de Paternal, un triángulo de calles diagonales encerradas entre dos vías de tren y el paredón del cementerio de Chacarita. Es un barrio poco concurrido, llenos de talleres mecánicos, depósitos de mercaderías, casas bajas y escaso transporte público. Imposible descubrir Santa Inés sin una referencia previa o ser vecino del barrio. Santa Inés era una antigua panadería que permaneció cerrada diez años hasta que llego en el 2018 la cocinera Jazmín Marturet, junto a su papa Pablo y su socia Agustina, y se enamoró del lugar. Abrieron en abril del 2019, luego de siete meses de obra autogestionada. Fueron pioneros en un barrio que se está poblando de talleres de artistas independientes que muchas veces exponen sus obras en la vitrina de la antigua panadería que conservaron tal cual. Santa Inés es un lugar auténtico, mezcla lo viejo y lo nuevo tanto en su decoración como en su carta que cambia aproximadamente cada quince días siguiendo el calendario lunar. Usan ingredientes de estación, hay pastas, pescados, platos orientales como el Bao, árabes como el falafel o el mezze, mexicanos como el pozole de cordero. Todo servido en una hermosa vajilla antigua y ecléctica. Ofrecen jugos (sandía, por ejemplo), limonada y tienen mesas en la vereda. Si esto no fuera suficiente para hacerlo atractivo, de postre hay pavlova con frutas, uno de los mejores postres del mundo mundial. Si hubiera que elegir una sola palabra para describir a Santa Inés sería: fresco. Es un soplo de aire fresco desde su propuesta, su carta, su mobiliario y su honestidad.
MN Santa Inés - Ávalos 360 La Isla de la Paternal. Martes a viernes de 12.30 a 15.00; sábados y domingos con reserva previa de 12.30 a 15.30.
Isla Flotante se ubica a unas veinte cuadras de Santa Inés, en la zona conocida como “Warnes”, llena de negocios de venta de repuestos de autos. Hay un poco más de actividad, pero está lejos de ser una zona concurrida. En la esquina que hoy ocupa Isla Flotante había un bar llamado “Lo de Jesús” que cerró luego de setenta y cinco años, antes de la cuarentena. Los nuevos dueños conservaron el aspecto de bar “de viejo” de su antecesor y su espíritu en la carta. El sándwich de jamón crudo y manteca es la estrella del lugar. También hay sándwich de tortilla de papas, buñuelos de espinaca, suprema Maryland, vitel toné y lo mejor ¡soda de sifón! Por supuesto ofrecen isla flotante de postre. En una versión moderna, con caramelo salado y maní. La isla flotante es otro de mis postres favoritos. La mejor de toda la ciudad se puede degustar en Devoto, otro barrio alejado, en El Bar Alemán donde la sirven o servían (hace mucho que no voy) con nueces y frutillas. En Isla flotante se juntan grupos de jóvenes y muchas veces sus dueños hacen pop ups con cocineros amigos, como este último domingo que hicieron una parrillada con el charcutero José Juarroz, que tiene su local en la vecina Villa crespo al límite con La Paternal. Agotaron todo en pocas horas.
Isla Flotante Comidas. Dr. Luis Beláustegui 396. Lunes a jueves abiertos de 18 a 1 hs. Viernes de 18 a 2 hs. Sábado abiertos de 12 a 2 hs. Domingo abiertos de 12 a 1 hs
Ada Café. Este lugar no está en calles despobladas, pero sí es una isla en un barrio que no ofrecía nada parecido hasta que Adá llegó hace dos años. Su creador, Pocho Alvarez, trabajó en una importadora a metros de la esquina donde esta Ada y padeció la falta de variedad de sus almuerzos de oficina. Ese fue uno de los motores que lo impulsaron a pensar el concepto de Ada Café. Para desarrollarlo se asoció con Trinidad Benedetti, cocinera, pastelera y experta en aperturas pandémicas. Crearon un café de especialidad en medio de Once, donde una tostada de palta era una rara avis. La de Ada tiene la particularidad de estar hecha con pan jalá. El yogurt con granola y frutas es delicioso. La pastelería incluye una versión propia de la clásica Tita. Siempre hay un jugo del día, limonada con hibiscus y exprimido de naranja. No faltan el tostado y el sándwich de pastrón. El equipo que está integrado por gente muy joven es super amable y eficiente. Se puede hacer take away de toda la carta. Es el lugar ideal para una pausa después de hacer las compras de lo que sea que nos haya llevado hasta Once.
Ada Café. Tucumán 2300 esq. Pasteur. L-V 8:30 19:00 / S 9:00 15:00 | Domingo cerrado.
Para finalizar me gustaría destacar una grata característica común a los tres lugares. Los precios son razonables, no se abusan del cliente. La pastelería y los jugos de Ada cuestan la mitad que en otros locales de moda, los sándwiches de Isla flotante también y los platos de Santa Inés valen lo que cuestan. Otro gran motivo para buscar… “esas banderas”.
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