Se extingue el día
pero no el canto de la alondra.
Matsuo Basho
Este año hubo algunas frases pronunciadas en las campañas políticas que van a quedar en el imaginario colectivo para siempre. El “¿por sí o por no?” de Massa, que algunos dicen contribuyó a que pierda la elección, se escucha en diálogos callejeros y se lee en las redes sociales. Y la expresión “Viejos meados”, que esgrimieron los seguidores jóvenes de Milei para denostar a todos los que se oponían al candidato libertario, parece haber llegado para quedarse. Juntos por el cambio hasta hizo un spot con “viejos meados” para responderles.
Paradójicamente fueron muchos de estos mismos “viejos meados”, votantes de Patricia Bullrich, los que le hicieron ganar el ballotage a Milei.
A esa categoría tan despreciativa le opongo otra, “Viejos espléndidos”, y me declaro fan de ellos. Amo a los viejos. Me casé con un señor quince años mayor que yo, aunque él es el espíritu joven de la pareja. Lo viejo asociado a lo feo, débil y enfermo, contrapuesto a la juventud como sinónimo de belleza y felicidad es muchas veces un prejuicio. Obviamente es mejor ser joven, rico y sano que viejo, pobre y enfermo, pero los viejos que gozan de buena salud y son activos alcanzan una plenitud que no siempre se logra en la juventud. Tengo una larga lista de viejos que admiro, uno de ellos es el nonagenario Clint Eastwood que cuando tenía 88 años dio la clave de cómo se logra ser un viejo espléndido.
Clint Eastwood estaba en un torneo de golf con el cantante country Toby Keith que le preguntó en qué andaba y Clint le respondió que estaba por empezar a filmar la película La mula. El músico, sorprendido, le preguntó cómo hacía para mantener esa vitalidad a los 88 años. Clint Eastwood le contestó con esta frase: “Cada mañana cuando me levanto no dejo entrar al viejo”. Toby Keith quedó impactado con la respuesta al punto tal de componer una canción con esa frase que formó parte de la banda de sonido de La mula.
Don't Let The Old Man In
No dejes entrar al viejo, quiero dejar esto solo.
No puedo dejárselo a él, está llamando a mi puerta.
Y sabía toda mi vida, que algún día terminaría.
Levántate y ve afuera, no dejes entrar al viejo.
Muchas lunas he vivido.
Mi cuerpo está desgastado y desgastado.
Pregúntate a ti mismo cómo serías.
Si no supieras el día que naciste.
Intenta amar a tu esposa.
Y mantente cerca de tus amigos.
Brindar en cada atardecer con vino.
No dejes entrar al viejo.
Muchas lunas he vivido.
Mi cuerpo está desgastado y desgastado.
Pregúntate a ti mismo cómo serías.
Si no supieras el día que naciste.
Cuando él monta en su caballo.
Y sientes ese viento frío y amargo.
Mira por la ventana y sonríe.
No dejes entrar al viejo.
Mira por la ventana y sonríe.
No dejes entrar al viejo.
En Hollywood hay muchos ejemplos de estrellas que no dejaron entrar al viejo y que siguen activos. Varias series en los últimos años exploraron esa condición y rindieron tributo a viejos espléndidos. Dos de las más exitosas fueron Grace and Frankie y El método Kominsky, que se pueden ver en Netflix. En general, ser un viejo espléndido está relacionado con haber tenido una vida rica en experiencias, la vejez espléndida extiende el empuje de la juventud y le agrega un halo de sabiduría y madurez que la hace irresistible. Podríamos pensar que la tranquilidad económica contribuye a lograr la plenitud, eso es cierto, pero no es condición solo para la vejez. La salud mental y física contribuye a tener una buena vejez, pero sobre todo la vitalidad, las ganas y saber disfrutar. Estas series exploran los vínculos de sus protagonistas octogenarios con su familia, sus amores y sus amigos. Pareciera que se está revirtiendo la tendencia que hacía que muchas actrices cuando pasaban los cincuenta años vieran menguadas sus oportunidades laborales. El corrimiento de la esperanza de vida también ha llegado a las ficciones.
En Netflix se estrenaron hace poco dos documentales que exploran la carrera y la vejez de dos estrellas: Sly y Rita Moreno: Una chica decidida a lograrlo. Stallone y Moreno tuvieron infancias duras, repasan sus vidas y parecen ser más felices ahora que cuando eran jóvenes. Ambas películas son conmovedoras y vitales.
En Argentina la serie Nada, el último suceso de la dupla Cohn-Duprat, también explora los vínculos de la vejez y tiene protagonistas octogenarios. Brandoni, al que sigo desde Buscavidas (gran programa), es un viejo espléndido, cascarrabias, pero parece haberlo sido siempre. La escena en la caja del supermercado resume con mucho humor el tono condescendiente con que los jóvenes a veces tratan a los viejos, el uso peyorativo del término abuelo y las vicisitudes de los viejos con la tecnología. Así como cuando las mujeres que manejamos podemos aprovecharnos de esa condición para que nos ayuden o nos perdonen alguna falta, los viejos se pueden permitir licencias que los jóvenes no y pueden pedir ayuda sin sentir vergüenza. Saber utilizar la impunidad de la vejez es otro síntoma de sabiduría. Tenemos nuestra reina vernácula en ese arte: Mirtha Legrand.
La periodista Cecilia Absatz que siempre traslada su charme y su elegancia a su escritura, creó un newsletter hace varios años que se dedica a hablar de la vejez bajo el lema: “Llegar a viejo puede ser más interesante de lo que se cree”. Lo envía puntualmente todos los domingos a las seis de la tarde y en su primera entrega definió el espíritu de su filosofía:
La publicidad es por definición una colección de buenas noticias, y su tarea consiste en conjeturar las formas previsibles de la felicidad. Por eso en los avisos para los jóvenes siempre hay risas y baile y música fuerte y energía eléctrica. No sé ustedes; para mí una fiesta abarrotada de jóvenes exultantes y un poco bebidos es una de las imágenes del Infierno. Los avisos para los viejos, en cambio, parten de una premisa equivocada: creen que los viejos queremos ser jóvenes.
La exaltación de la juventud puede ser tirana especialmente para las mujeres, celebro algunas señales de resistencia como la proliferación de mujeres que no se tiñen y luces sus canas con orgullo.
Los viejos, como mi amiga Dora de 83 años, también nos muestran una Argentina que no existe más. Ella solo tiene la primaria completa y sus mensajes de WhatsApp no tienen faltas de ortografía, están escritos con todos los signos de puntuación y con sintaxis perfecta. Me fascina como habla, las palabras que usa que me hacen acordar a mi abuela, otra mujer que solo tenía la primaria y una letra cursiva divina. El siglo XX nos dio una colección de viejos educados en un mundo distinto al de hoy, me atrevo a decir que mejor en cuanto a los ritos y las posibilidades de progreso. Resulta difícil imaginar cómo serán viejos los nacidos en este siglo, por ahora disfruto mucho de ser contemporánea de los otros.
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En mi caracter de "viejo" alabo tu nota y comparto cada aspecto que señalaste.