Nací en febrero de 1972, esto es lo único que tengo en común con los 16 uruguayos sobrevivientes de los Andes cuyo avión se estrelló el 13 de octubre de ese año en las montañas de la cordillera, hace ya 51 años. Fueron rescatados el 22 de diciembre de 1972, hace pocos días se cumplió un nuevo aniversario y hoy, 28 de diciembre, se cumple el de la conferencia de prensa que dieron en el gimnasio de su colegio Stella Maris, donde le dijeron al mundo de una forma poética que sus compañeros muertos los habían ayudado a sobrevivir. Así lo dijo ese día uno de ellos, Pancho Delgado:
Llegó ese momento en el cual ya no teníamos ni alimentos ni cosas por el estilo y pensamos: Si Jesús en la última cena repartió su cuerpo y sangre a todos sus apóstoles, ahí nos estaba dando a entender que debíamos hacer lo mismo. Tomar su cuerpo y sangre, que se había encarnado. Y eso que fue una comunión íntima entre todos nosotros, fue lo que nos ayudó a subsistir Y fue una entrega de cada uno.
Desde que conocí la historia me volví totalmente fan. No creo ser original ya que es tan fascinante y reúne tantas aristas que no veo cómo alguien puede ser indiferente ante tamaña hazaña. La literatura, la televisión y el cine la han contado muchas veces. Salvando las distancias y las circunstancias menos felices, así como uno conoce todos los detalles de la final del mundial pasado y puede verla una y otra vez y sufrir como si no supiera el resultado final, me pasa lo mismo con la tragedia/milagro de los Andes. Aunque sé de memoria cómo termina, quién es cada uno y conozco cada detalle de los setenta y dos días, puedo leer, releer todos los libros, ver y rever todas las películas y documentales a los que pude tener acceso y conmoverme y admirarme cada vez.
El primer libro publicado en 1974 fue Alive: The Story of the Andes Survivors, de Piers Paul Read, basado en entrevistas a los sobrevivientes. Fue best seller y en 1993, veinte años después del accidente, Disney estrenó la película, dirigida por Frank Marshall, basada en esa obra. Ahí resurgió el tema con mucha fuerza. Los protagonistas reales ya eran hombres más grandes con familias formadas y comenzaron a animarse a hablar públicamente. Siempre tuvieron presentes a todos los que no volvieron, que fueron 29 (incluidos los 5 tripulantes) por lo cual por respeto a sus familias eran reticentes a contar sus experiencias en público.
Igualmente, no fue hasta el 2007 cuando se estrenó el documental Vengo de un avión que se cayó en las montañas, de Gonzalo Arijón, que los sobrevivientes brindaron testimonios para una película y esa producción dio lugar al libro de Pablo Vierci, La sociedad de la nieve. Vierci conocía a la mayoría, era compañero del colegio. Este libro le dedica un capítulo en primera persona a cada uno de los sobrevivientes y los intercala con capítulos donde van contando el desarrollo de los acontecimientos durante los 72 días que pasaron entre el accidente y el rescate. El libro La sociedad de la nieve, a su vez, dio origen a la película estrenada estos días en Argentina dirigida por el español Juan Antonio García Bayona, con el mismo título, de la cual Vierci es productor asociado. El 4 de enero se estrena en Netflix, aunque la espectacularidad de las imágenes la hacen ideal para las salas.
Vi las tres películas y releí el libro. Lejos de repetirse en cada obra se va completando el rompecabezas. ¡Viven!, más allá de ciertas licencias dramáticas, el cambio de nombres y que esté hablada en inglés, es muy fiel a la historia real. Además, incorpora humor y muestra algunas desavenencias en el grupo lo que la hace más conmovedora y humana. La sociedad de la nieve en cambio parece plantearse la misión del ascetismo, de ir repasando quirúrgicamente y con cierta distancia cada detalle de la historia. La diferencia principal con ¡Viven! es que esta película le asigna un rol más preponderante a los primos Strauch que tuvieron gran protagonismo en muchas decisiones, a Numa Turcatti que murió diez días antes del rescate y al que todos señalan como un puntal dentro del grupo y a Gustavo Zervino que fue entre otras cosas el que se puso la misión de recolectar pertenencias de cada muerto para llevarlas a sus familiares.
La sociedad de la nieve, en su búsqueda por la perfección y la sobriedad pierde calidez y se torna fría. El pico emotivo lo logra cuando Carlitos Páez Vilaró hijo interpreta a su propio padre recreando el momento real en que él leyó la lista de sobrevivientes para una radio, repitiendo cada nombre dos veces, incluyendo el de su hijo. Cuando una historia es tan rica y extraordinaria no puede haber una película o un libro que la resuma, es necesario verlas todas y leer todos los libros (hay varios de los sobrevivientes) para acercarse mínimamente a lo sucedido, pero aun así hay algo que siempre se va a escapar porque es una experiencia tan única que, en cierto punto, paradójicamente, es inenarrable.
Roberto Canessa, uno de los que caminó junto a Nando Parrado diez días por las montañas para llegar al valle en el que se encontraron con el arriero Sergio Catalán, enumera la experiencia muy bien en el comienzo de su capítulo del libro de Vierci:
No sé si hubo un científico loco y maldito que dijo: en lugar de poner cobayos pongamos seres humanos en el hielo. Que sean jóvenes para que resistan más y no se mueran con las enfermedades que traen consigo. Quitémosles el oxígeno del aire para que se tambaleen y alucinen. La mayoría serán universitarios, para ver si se las pueden ingeniar, para ver cómo se organizan, cómo operan en equipo, cómo planifican y resuelven creativamente los problemas. Pongamos deportistas, y veamos sí son capaces de resistir setenta y dos días sorteando el abismo, trepando la montaña hasta llegar a los valles. Vamos a descubrir en este laboratorio siniestro cómo se forma la “sociedad de la nieve”. Para ver hasta dónde resisten, cuánto pueden soportar. Si resistieron hasta aquí, ateridos de frío al borde del pánico, pues agreguemos otra trampa, más cruel todavía. Más humillante si se puede, para que desciendan al fondo mismo de los abismos, y cuanto más hondo sea, siempre peor. Lo más perverso de ese experimento es que puedo decir lo que pensaba ese cobayo sometido a semejante escarmiento. Yo y los otros quince que sobrevivimos…Sigamos humillándolos, tensando la cuerda hasta lo impensable. Que primero comiencen a comer los músculos de los cadáveres y luego se vean obligados a seguir con las vísceras, hasta que deban abrir los cráneos a hachazos para llegar al interior del cerebro. Veamos cuántos van quedando por el camino, sobre los que se asienta la salida postrera, en la ruta improvisada del oeste. En la sociedad de la nieve los códigos eran completamente diferentes a la sociedad de los vivos, donde lo que se apreciaba no era algo material, sino intangibles como ser todos iguales, pensar en el grupo, ser fraternos, prodigar afectos o abrigar ilusiones… No puedo imaginarme pobreza ni humillación mayor que la que vivimos en la montaña….
Capítulo 2 Abandonados. Roberto Canessa. La sociedad de la nieve de Pablo Vierci. Sudamericana (2008)
A pesar de tantas adversidades, que incluyeron un alud que mato a 8 personas y los obligó a permanecer encerrados por tres días en el fuselaje del avión con esos muertos como único alimento, los 16 que volvieron no solo sobrevivieron: ninguno enloqueció, ninguno se quitó la vida. Ninguno murió joven. Javier Methol, que era diez años más grande que todos, murió en el 2015 a los 80 años. Coche Inciarte murió de cáncer en julio de este año. El resto vive y está en buen estado de salud psíquica y física. La experiencia más extrema que se pueda imaginar los conectó con valores humanos y a la vez de convivencia animal. Vivieron 72 días en un lugar que no estaba preparado para la vida humana. El grupo fue fundando las bases de una sociedad nueva, que se valió del ingenio, la inteligencia, el instinto de supervivencia y la solidaridad para sobrevivir y llegar por sus propios medios a ser rescatados por la civilización. Como dijo Canessa en una entrevista, comer carne humana les permitió sobrevivir, pero no salvarse. Se salvaron porque el grupo ideó un plan, cumplieron reglas a rajatabla, usaron los principios del deporte, la religión y gozaron de la tradicional bonhomía de su nacionalidad para que el resultado final fuera esa caminata final de Canessa y Parrado hacia la civilización y el reencuentro.
Hubo muchos protagonistas en esta historia, pero siempre me atrajo el testimonio de Parrado. Nando perdió a su mama y a su hermana en el accidente, su mamá murió en el acto y su hermana unos días después en sus brazos. Desde ese momento Parrado se puso como objetivo que su padre supiera que él estaba vivo. Volver a verlo fue su principal motor y otro no menos conmovedor fue que quería evitar el momento en el que se tuviera que disponer de su madre y de su hermana como alimento. Aun así, antes de partir a la expedición final, les dijo a sus amigos que se sirvieran de ellas si era necesario. Nando tuvo claro que prefería morir caminando y también que solo no podía lograrlo. Canessa y él caminaron con los otros catorce en sus pies, el arriero que los encontró cabalgó ocho horas para buscar ayuda, Nando se subió a un helicóptero que podría haberse estrellado y solo bajo su guía pudieron encontrar a los otros. Enumerar cada detalle de la historia nos reconcilia con la grandeza de los seres humanos. Las miserias quedan para nuestro día a día. En la sociedad de la nieve, un grupo de personas le ganó a la naturaleza. Así debe haber sido el comienzo de la civilización, el camino de lo animal a lo humano.
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Excelente!!! El camino de lo animal a lo humano🤗
Muy bueno Mariela!. Estremecedora la reflexión de Canossa. Espero que pronto vuelvas a hablar de lugares de nuestra ciudad, que siempre es agradable descubrir. Un saludo