Todos los que me conocen o leen esta columna saben que el sueño de mi vida es (era) vivir en Londres. Siento que esa ciudad me representa y cada vez que fui he sido muy feliz. Ahora bien, no es que me hubiera gustado nacer en Londres (aunque no hubiera estado mal): me gustaría vivir en Londres siendo argentina y habiendo crecido en Buenos Aires. Esta condición me hace valorar una ciudad como Londres, pero también pone en perspectiva la gran ciudad que es Buenos Aires. Creo que Buenos Aires es un lugar increíble para visitar, los turistas pueden ser muy felices acá. El caos y la creciente cantidad de gente que vive en las calles opacan el esplendor de esta ciudad, pero aun así creo que Buenos Aires debe ser una de las capitales que cualquier extranjero amaría visitar.
Julia Napier es estadounidense, vive hace 23 años en Buenos Aires, acaba de sacar un libro En casa y en una entrevista describió a la perfección el plus que tenemos los que nacimos acá:
Creo que la mayoría de las personas cuenta con (o al menos espero que así sea) un mundo en el que todo tiene un tinte mágico, porque es un mundo descubierto y no heredado. Buenos Aires es ese lugar para mí, un entorno en el que todo es un poco diferente, las reglas algo torcidas, los colores de otro tono. Representa la vida que elegí y no la que me concedieron. A diferencia de mi vida en Estados Unidos, donde las trayectorias (y los trayectos) suelen ser más lineales, siento que la vida porteña (no pretendo conocer tan bien los ritmos del interior del país) es oblicua, circular, de capa en capa. Y por ende las conexiones (que podríamos llamar casualidades no casuales) son el pan de todos los días. La conexión humana sustenta estos movimientos y vueltas. En mi país de origen, el trabajo y la eficiencia impulsan nuestras vidas; vivimos lejos de la familia de origen y los amigos de la primaria. Es más fácil perderse que encontrarse. Pero en Buenos Aires, el encuentro es inevitable. Justo ayer una colega en la facultad donde doy clases me dijo “¡Justo ayer me apareciste en Instagram!” Y después nos dimos cuenta de que somos vecinas y que ella fue al colegio con mi marido… Sé que es un poco trillado, pero la cita de Julio Cortázar (“No andábamos para buscarnos, pero andábamos para encontrarnos”) capta esta inexorabilidad.
Con el espíritu de estas palabras tan bellas de Julia, en esta oportunidad les dejo una guía oblicua con los lugares más relevantes que fuimos reseñando desde que existe Maxikiosco para que la tengan a mano cuando alguien de afuera venga a visitarlos o si ustedes quieren explorar donde comer en Buenos Aires.
Hay tres cuentas imprescindibles para conocer todas las aperturas que se van produciendo, las tendencias y los clásicos. Soƒn nuestros cicerones que nos guían por el mundo de la gastronomía local.
Cecilia Boullosa, más conocida como “Chica eléctrica” se define en su bio de twitter como medium entre los comensales y los cocineros. Es @chicaelectricaa en Instagram y @chicaelectrica en Twitter. En Instagram, además de recomendar restaurantes, recoge polémicas que se dan entre comensales y cocineros. Publica todas las voces y la gente participa y opina activamente. También es la reina de los pop ups. Sabe siempre qué cocinero está invitado en tal o cual restaurant/bar. Admiro su trabajo y su agenda
Juan Caparros es el responsable del blog Sin reservas y es @sinreservasok en Instagram. Lo descubrí en su columna radial en Lanata sin filtro. Es muy estimulante escucharlo cada lunes. Pareciera no tener límites en su conocimiento de comidas, tradiciones y sus orígenes. Además de decirte dónde comer cada cosa, sabe dónde conseguirlas. Su blog es super completo.
Y por último en mayo de este año desembarco en Argentina la revista Time Out Buenos Aires que hoy es una multiplataforma de gastronomía, entretenimiento y viajes presente en cincuenta y nueve países en los cinco continentes. Acaban de sacar una guía en papel editada por Cecilia Boulosa. Se consigue en todas las librerías. Gran regalo para estas fiestas. Otra gran fuente de información para el visitante de Buenos Aires.
ÍNDICE
CHACARITA
LA PATERNAL
COLEGIALES Y BAJO BELGRANO
DEL OTRO LADO DE AVENIDA RIVADAVIA
COMIDA CON HISTORIA
COMIDA AL PASO
BARES NOTABLES
SANDWICHES DE MIGA Y OTROS
1. CHACARITA
Time out tiene un ranking de barrios “más cool del mundo”. En los primeros puestos figura Chacarita, que en 2024 escaló 11 posiciones respecto a la misma publicación de hace dos años. La zona vecina a Palermo se ubicó en el puesto 23 de la clasificación. Chacarita es cita obligada para conocer las tendencias de la ciudad
En el corredor de Jorge Newbery hay buenas y varias opciones. Destacamos Silvestre, que tiene una propuesta amable en calidad y precio. Todo lo que ofrecen en el mostrador es rico. Nuestros preferidos: el locatelli de lomito y la danesa de fruta. En la misma cuadra esta Silvestre para hacer compras saludables. Para las nochecitas primaverales está Lutero, bar de tapas y pizza donde sirven un vaso de tinto de verano inolvidable, La bebida alcohólica para los abstemios.
A unas cuadras está el nuevo local de Apu Nena, el bar de tapas asiáticas creado por @christinasunae y @flowravioli. Se definen como un lugar de alma asiática con productos locales. Mi plato preferido: Satti de pollo. Dos brochettes de pollo a la parrilla, marinados en lemon grass y jengibre, con curry de maní, vegetales salteados y arroz blanco.
3 ANCHOITAS: El multifacético Enrique Piñeyro (actor, piloto de avión, médico, cocinero, director de cine) eligió este barrio para sus tres emprendimientos de excelencia. En el 2019 abrió Anchoíta y fue un éxito casi inmediato. El boca a boca lo instaló como uno de los mejores restaurantes de Buenos Aires. Tiene las reservas agotadas para todo el año. En 2020 con las restricciones de la cuarentena cerró sus puertas y recién reabrió en 2022. El lugar está puesto a todo trapo. Hasta los baños tienen inodoros inteligentes, quizás más que nosotros, los comensales. La cocina a la vista es un espectáculo en sí mismo. Anchoíta posee todas las características de lo que se conoce como un restaurant de alta gama. Esto puede resultar algo incómodo para un comensal promedio, pero todo lo esnob que pueda parecer está sustentado por el producto y vale la pena la experiencia.
Para los que no consiguen reserva o tienen presupuestos más acotados, Piñeyro abrió dos lugares más, que pergeñó durante el cierre forzado del restaurante original. El primero es Anchoíta Panadería, una opción muy razonable para merendar o desayunar. Ofrecen helado. Recomiendo el cubanito con dulce de leche y los churros. También hay una carta corta de comida salada (sándwiches, chipa). El deck al sol es un plus.
El último emprendimiento en abrir fue Anchoíta Cava, un lugar diminuto que ofrece vinos, una gran variedad de quesos y fiambres, raciones de comida y algunos postres. Todo de gran calidad, con precios muy adecuados para el nivel de la comida. Es un gran lugar para ir en solitario a la tardecita, sentarse en su pequeña barra y degustar las pequeñas delicias que ofrecen. Abrieron un local al lado del original lo que multiplico los pocos lugares que había. Descontando la excelencia de Anchoíta, la de la cava me parece la propuesta más original e innovadora
Condarco, en la esquina de Dorrego y Villarroel Un restó pequeño y amable, de comidas sencillas y ricas. Ambiente juvenil y buena atención. Aires de rinconcito de Berlín con clásicos de la cocina porteña reversionada, desde tortillas de papa babé a flan de queso. No se pierdan la pesca curada y el sándwich de milanesa, que es riquísimo. Enfrente en diagonal esta Picarón, otra propuesta innovadora que ofrece platitos fríos y calientes servidos en la vajilla más linda del mundo con diseño de Pesqueira
Abreboca: Este flamante restaurant, que tiene la fachada de una casa, contiene una joya escondida en su interior. Un patio andaluz que amerita la visita independientemente de la propuesta gastronómica. Nos contaron que casi no le tuvieron que hacer mejoras, solo ponerlo en valor y desmalezar. La cocina a la vista está al fondo del patio y también tiene un salón adelante despojado y muy bien decorado. La propuesta es la de una pulpería moderna. Excelente la charcutería. A mejorar: el tiempo de demora de los platos a la mesa, sobre todo que la mayoría no requieren una gran cocción.
Shokupan: Shokupan es un pan tradicional japonés –pan de leche del Norte del Japón– que se destaca por su esponjosidad y dulzor, primo hermano de nuestro pan de miga. Los shokus o sándwiches de miga japoneses, acá los venden en cajitas de cuatro, seis o doce. Son más pequeños y gorditos que los sándwiches tradicionales. Mi favorito es el de tortilla de papas y rúcula (El sándwich de tortilla es una gran idea en cualquiera de sus formas). También venden paquetes de papitas fritas de sal marina. Entendieron todo. Se mudaron de Palermo a Chacarita y en el nuevo local diversificaron la propuesta, agregaron ensaladas, sopas frías (gazpacho) y bomboncitos helados de Cuervo café. Todo está bien en este lugar. Para sentarse ahí o todo lo que venden se puede llevar.
La ventana x Anafe: funciona de día. Hay desayunos, meriendas, sándwiches, sopas y platos principales. Excelente pastelería. La cocina está a la vista. Puedo afirmar que no comí papas fritas más ricas, crocantes y sequitas que las que ofrecen ahí. Hay sándwich de pesca curada. La medialuna de dulce de leche y frambuesa es un puema. Sin ser económico, los precios son parecidos a otras cafeterías de moda que no le llegan ni a los talones. La comida vale el esfuerzo.
2. LA PATERNAL
MN Santa Inés Ubicado en lo que llaman la isla de Paternal, un triángulo de calles diagonales encerradas entre dos vías de tren y el paredón del cementerio de Chacarita. Es un barrio poco concurrido, llenos de talleres mecánicos, depósitos de mercaderías, casas bajas y escaso transporte público. Imposible descubrir Santa Inés sin una referencia previa o ser vecino del barrio. Santa Inés era una antigua panadería que permaneció cerrada diez años hasta que llego en el 2018 la cocinera Jazmín Marturet, junto a su papa Pablo y su socia Agustina, y se enamoró del lugar. Abrieron en abril del 2019, luego de siete meses de obra autogestionada. Fueron pioneros en un barrio que se está poblando de talleres de artistas independientes que muchas veces exponen sus obras en la vitrina de la antigua panadería que conservaron tal cual. Santa Inés es un lugar auténtico, mezcla lo viejo y lo nuevo tanto en su decoración como en su carta que cambia aproximadamente cada quince días siguiendo el calendario lunar. Usan ingredientes de estación, hay pastas, pescados, platos orientales como el Bao, árabes como el falafel o el mezze, mexicanos como el pozole de cordero. Todo servido en una hermosa vajilla antigua y ecléctica. Ofrecen jugos (sandía, por ejemplo), limonada y tienen mesas en la vereda. Si esto no fuera suficiente para hacerlo atractivo, de postre hay pavlova con frutas, uno de los mejores postres del mundo mundial. Si hubiera que elegir una sola palabra para describir a Santa Inés sería: fresco. Es un soplo de aire fresco desde su propuesta, su carta, su mobiliario y su honestidad.
Isla Flotante se ubica a unas veinte cuadras de Santa Inés, en la zona conocida como “Warnes”, llena de negocios de venta de repuestos de autos. Hay un poco más de actividad, pero está lejos de ser una zona concurrida. En la esquina que hoy ocupa Isla Flotante había un bar llamado “Lo de Jesús” que cerró luego de setenta y cinco años, antes de la cuarentena. Los nuevos dueños conservaron el aspecto de bar “de viejo” de su antecesor y su espíritu en la carta. El sándwich de jamón crudo y manteca es la estrella del lugar. También hay sándwich de tortilla de papas, buñuelos de espinaca, suprema Maryland, vitel toné y lo mejor ¡soda de sifón! Por supuesto ofrecen isla flotante de postre. En una versión moderna, con caramelo salado y maní. La isla flotante es otro de mis postres favoritos. La mejor de toda la ciudad se puede degustar en Devoto en El Bar Alemán donde la sirven o servían (hace mucho que no voy) con nueces y frutillas. En Isla flotante se juntan grupos de jóvenes y muchas veces sus dueños hacen pop ups con cocineros amigos, como el que hicieron con el charcutero José Juarroz, que tiene su local en la vecina Villa Crespo al límite con La Paternal.
3. COLEGIALES Y BAJO BELGRANO
Anafe fue una novedad hasta hace poco, se inauguró en el 2020 y rápidamente, recomendado de boca en boca, se convirtió en un suceso. Anafe es sofisticado, auténtico, innovador, sin dejar de ser clásico. El año pasado abrieron una ventanita al lado del restaurant que vende piezas de pastelería. Son los creadores de La ventana x Anafe. Anafe es el ejemplo exacto de como un restaurant se impone por originalidad, calidad y variedad. Una propuesta sofisticada sin ser inaccesible, no solo por sus precios sino también por su menú. Se reversionan platos clásicos, como los profiteroles, la pavlova, el paté y el revuelto gramajo. No hay en el menú rarezas arbitrarias, hay combinaciones de sabores y texturas que elevan a los platos conocidos. Todo es rico en Anafe. La atención es buena y el lugar agradable, invita a almorzar o cenar indistintamente. Ante tanta impostación culinaria, Anafe es auténtico y realmente novedoso.
Máximo Togni enaltece la gastronomía porteña. Sabe como regalarnos un pedacito del mundo en sus emprendimientos. Eso hace en Togni’s Pizza, vendiendo pizza finita como la de Estados Unidos pero con variantes bien argentinas, como la de albóndigas o milanesa de pollo. Igual para una golosa como yo lo mejor es la cheesecake con frutillas que tienen de postre, seguro que está hecha con queso Philadelphia. Al lado esta Togni’s Café, y ahí podés comer pretzels como en cualquier esquina de Nueva York. Todo es rico; no muy barato, pero seguro más barato que viajar a la Gran Manzana. Y en la misma cuadra tiene @dogg_house es de panchos y hamburguesas gourmet.
El 16 de mayo de 2024 abrió Evelia otra creación de Togni en homenaje a su abuela que le trasmitió el amor por la cocina. Las pastas y helados son la especialidad de la casa, y no falta la milanesa con papas fritas a caballo. Abren mediodía y noche. El éxito fue inmediato. La panera con manteca y los postres son la gloria.
4. DEL OTRO LADO DE AVENIDA RIVADAVIA
Gastronómicamente, la avenida Rivadavia parece trazar un límite imaginario sobre las nuevas tendencias y la cocina de autor. Las modas culinarias no traspasan esa línea que divide la ciudad en norte y sur. El sur supo ser el epicentro de todo y allí llegaron los inmigrantes con sus tradiciones y sus comidas. Hay que saber hurgar en el sur y encontrar lugares que perduran por la calidad de lo que venden. En San Cristóbal se encuentran dos joyas: una italiana y otra sirio-libanesa. Ambas son panaderías diversificadas que también ofrecen comidas típicas. Ambas son emprendimientos familiares que continúan de generación en generación. Esa trasmisión ancestral parece ser la clave del éxito.
La Pompeya panadería se fundó hace más de cien años y al entrar a su pequeño local se percibe su decoración centenaria. Tienen un televisor sintonizado en la RAI. El horno, que empezó siendo a leña, se ve al fondo. Abren a las siete de la mañana y cierran a las cinco de la tarde, como imagino era el horario antiguo de las panaderías. Los sábados suelen extenderse hasta casi las seis de la tarde porque siguen llegando clientes. Los dueños provenientes de Nápoles comenzaron vendiendo taralli (rosquitas con anís) y friselle (pan utilizado para preparar la Caponata, sofrito de verduras que se sirve sobre ese pan.) Incorporaron cantucci (biscotti de almendras), pasticciotto, pastiera y pignolata. Están en el sur de Buenos Aires y venden dulces y panes tradicionales del sur de Italia. Algunas las he probado y no me gustan tanto; por algún motivo –salvo las rosquitas de anís– carecen del crocante que uno espera. Las recetas originales deben ser así. A Javier Porta Fouz, un amigo de la casa, fanático de La Pompeya le gustan y muere por sus medialunas. Dejó testimonio de esto en su último libro Buenos Aires sin mapa.
Me inclino por otras delicias que se pueden encontrar ahí. Los cannoli son excelentes, tienen cinco variedades incluyendo el de nutella, una bomba cósmica. La estrella es la sfogliatella rellena de pastelera cubierta de azúcar impalpable. Suelen agotarse antes de las cinco de la tarde. No como tiramisú, pero le llevo a mi papá cada tanto y está aprobado por él, catador de ese postre. También recomiendo fervientemente los generosos pannini de jamón cocido, crudo, mortadela y bondiola. Hoy cuestan la módica suma de 800 pesos. Con manteca tienen un leve recargo. Palabras mayores para esos sándwiches. La clientela es fiel, los empleados son muy amables y los precios muy amigables.
El horno de medio oriente fundado en 1977 es para mí el mejor lugar de Buenos Aires donde comprar comida árabe para llevar, al menos de los que he probado. Tienen algunas mesitas por si se quiere comer ahí. El shawarma de carne es riquisímo, las verduras que le ponen son muy sabrosas. Hay todo tipo de sfija (empanada barquito), falafel, fatay, lehmeyun. Hay platos calientes, platos fríos. Hay varios mostradores con masitas dulces, el almíbar chorrea y los frutos secos abundan. Me detengo en uno de los productos que ofrecen: el halawa de pistacho, un pedacito basta para empalagarse, por suerte porque es importado. La versión local similar al Mantecol también es sublime. Además, se pueden comprar especias, panes, e ingredientes para cocinar en casa. No en la mía. En el centro del local hay un patio vidriado que da a las cocinas donde se erigen estatuas de beduinos con sus camellos. Digno de verse.
5. COMIDA CON HISTORIA
Sarkis: Un restaurant familiar que no tenía nombre cuando comenzó, su dueño armenio se llamaba Sarkis y la gente decía “Voy a lo de Sarkis”, así le quedó el nombre que ya es una marca. Toda la familia trabajó ahí para compartir la comida armenia que comían en su casa y darla a conocer al comensal argentino. Sarkis murió en 2005, su foto te da la bienvenida al salón. Hoy sus hijos están a cargo y algunos mozos están casi desde el comienzo.
Antes de que existiera el concepto de restaurant de platitos, Sarkis ofrecía diferentes comidas en pequeñas raciones para poder probar un poco de todo.
Sarkis solo cierra en Navidad y Año Nuevo. Es habitual pasar por su clásica esquina y ver multitudes esperando. Los habitués saben que para obtener mesa un día de semana hay que estar cerca de las 20 horas; en el fin de semana es impredecible. Al mediodía se puede tener más suerte, pero no siempre.
Una vez sentado a la mesa comienza una experiencia similar a una fiesta en la que el mozo se acuerda de todos los platos y los trae literalmente a los cinco minutos. Todo en Sarkis es generoso. Hay porciones y media porción para poder compartir y probar un poco de cada cosa. El tabule es el más rico de la ciudad y alrededores. Uno podría pensar que el fuerte es lo salado pero los postres no se quedan atrás. Los deditos con helado te hacen estallar de felicidad.
Los alimentos son los productos más afectados por la inflación. Sin embargo, en Sarkis hacen magia, siempre es más barato comer ahí que en restaurants que ofrecen comida similar y que en cualquier restaurant de ese rango de la ciudad.
La carta es amplia y variada. A diferencia de los restó de moda que tienen cuatro platos y a las doce del mediodía ya se les terminó uno, en Sarkis siempre tienen lo que ofrecen.
Cada vez que voy me pregunto cómo hacen para abastecerse, lo único que alguna vez no hay es keppe de papa (tiene poca salida, ¡ustedes no saben lo que se pierden!). De lo demás hay todo, están abiertos casi todos los días del año. Me desvela pensar quién, cómo y cuándo hace las compras para que no falte nada. Y después hay que cocinar todo eso no solo para los dos turnos de 200 comensales sino para la infinidad de pedidos que salen día a día.
En Sarkis podes pedir comida, pasar a buscarla o te la envían a domicilio por un costo determinado. La persona que te atiende el teléfono es igual que lo mozos, concreto y al pie. Le decís todo lo que querés. Al instante te lo repite y te da la cuenta a pagar. Acordas un horario, llegás, te abrís paso entre la multitud y tu pedido está listo esperándote sin errores, sin sorpresas. Lo mismo ocurre cuando llega el delivery.
No comprendo como todavía no se hizo un libro sobre el restaurant, no solo de su historia sino especialmente de su método de trabajo. Quizás sea como la fórmula de la Coca Cola y los dueños no quieran compartir el secreto. A riesgo de pecar de ingenua, creo que Sarkis demuestra que las cosas se pueden hacer bien durante cuarenta años sin perder la esencia ni la honradez
Los barrios más interesantes de la ciudad de Buenos Aires son para mí los que tienen una identidad bien definida. Uno de ellos es Villa Crespo. Es un barrio vibrante, con subte, negocios de todo tipo, buena comunicación con el norte de la ciudad. Podríamos decir que es un punto neurálgico y aledaño a otros tres barrios con identidad: Caballito, Palermo y Chacarita. Villa Crespo comparte con el barrio de Once su identificación con la comunidad judía, de la que soy parte, al punto de que también lo llaman Villa Kreplaj. Esto se refleja, entre otras cosas, en su oferta gastronómica. La panadería La Perla ofrece riquísimos pletzalej de pastrón y pepino, la fábrica de pastas Multipasta vende kreplaj y varenikes y la pescadería Costa Marina tiene matza y gefilte fish todo el año.
Café Crespín: si existiera un concepto que englobara lo clásico y moderno, Crespín estaría definido por él. Desde que abrió en el 2010 fue un éxito. Es muy raro pasar por esa esquina y no verla colmada. Las mesas en la calle están llenas, aunque haga frío y siempre hay alguna persona esperando que se desocupe una mesa. A lo largo de todos estos años, Crespín mantuvo su identidad. Podríamos decir que la carta sufrió pequeñas modificaciones y de vez en cuando incorporan alguna novedad, pero Crespín es un clásico moderno porque la propuesta innovadora de sus comienzos persiste el embate del tiempo y las modas. Su comida tiene aires de deli neoyorkino. No es específicamente judía pero Nueva York es una meca de la comunidad por lo que se nutren de sus raíces. El brunch es la estrella y para algarabía de los comensales los desayunos y las meriendas se pueden comer a toda hora. Detesto los lugares que tienen cartas diferenciadas según el horario. Me ha pasado de pedir algo 11.50 y que me digan que tenía que esperar a las 12.30 para ordenarlo. Entiendo que las cocinas deben organizarse, pero esa falta de flexibilidad me expulsa. Crespín es un lugar eficiente, muchas mozas están hace años. Aceptan todos los medios de pago. Tienen delivery y se puede hacer take away. Su página está actualizada con todo lo que venden para llevar y comer ahí. Tienen cajas de regalo. Menú del mediodía. Siempre hay todo. Los fines de semana y los feriados sirven el brunch estrellado que incluye lomito ahumado, huevos estrellados con salsa holandesa, hashbrowns, english muffins y ensaladita de rúcula; hotcakes y pieza de pastelería. Incluye café con leche o limonada. Los hotcakes de banana o arándanos con dulce de leche y syrup y los hashbrowns (una variante del latke de papa) son su marca de agua. Supieron tener una sucursal en Vicente López y una especie de anexo a una cuadra. Duraron poco. Café Crespín es la esquina de Vera y Acevedo, su mística y su brillo le pertenecen.
La Crespo: Empezó como un lugar de comidas para llevar con algunas pocas mesas tipo barra. Su impronta está definida desde su nombre. Podríamos decir que ofrecen la comida de la bobe. Los primeros años lo atendían sus dueños, un matrimonio de mediana edad. Incorporaron a una señora que toma los pedidos y que hoy parece ser la encargada del lugar. Si algún neófito no ha probado las delicias de la comida judía esta debería ser su primera parada. Están todas sus variantes con alguna colada como la chocotorta. Como dicen ellos es comida de Europa Oriental con sabor porteño. Los latkes, el sándwich de pastrón y el bagel de salmón son las estrellas de la carta. Lo que más me gusta son sus opciones de platos calientes como el pilaf de farfalaj, el yarkoie y el cholent. A veces ofrecen sopa de kleinadaj, adoro cuando hay. Con el tiempo se ampliaron al local de al lado y ahora también son un restaurant. No hemos ido, preferimos mantenerla como rotisería. Para las fiestas de la colectividad hacen combos, así que los que no cocinamos resolvemos la daga de qué llevamos o hasta se puede no cocinar nada y tener todo comprado ahí para la cena de Pesaj o Rosh shana. Ahora ya no solo los ofrecen en esas ocasiones, han quedado como propuesta de la carta por lo que los combos-tablas están todo el año. Lo salado se destaca ampliamente sobre lo dulce, no solo en oferta sino en sabor. Tienen leikaj (torta de miel). No es como la de la bobe (o baba en mi caso) pero si alguien no la comió nunca es una buena oportunidad para probarla. La Crespo también se ha convertido en un clásico que conecta con los ancestros o con las ganas de probar lo que una cultura milenaria tiene para ofrecer en materia de comida.
MON POULET: Christophe Krywonis, el chef y jurado de realities gastronómicos cascarrabias mezclado con osito de peluche (agrego sexy), abrió una rotisería/restaurante en la que la estrella principal de la carta es el pollo al spiedo en piezas de 300 gramos. Christophe dice que en Francia el poulet rôti es un emblema nacional. El lugar tiene una estética moderna, cálida y despojada, donde predominan el blanco, el azul y el rojo, homenajeando al país natal de su dueño. En la semana hay menú del día. También ofrecen sándwiches (la estrella es el de trucha), milanesa de pollo y entradas como zanahorias asadas, chauchas teriyaki y tortilla de papas. Los postres no se destacan. Probé la tarta tatín de manzana, no me gustó. Muy ácida y con una masa poco harinosa. Los precios son muy razonables. La descripción que hace Krywonis en esta nota de como preparan los pollos, se siente al comerlos:
La clave es la humedad, que no esté seco, que esté humectado y que la piel esté crocante, crujiente, bien dorada. Pero la humedad antes que todo, y rostizado con sabor a asado. Nuestro spiedo es a leña y carbón: carbón por el calor, leña de quebracho colorado por el sabor. Esa es la clave. Previamente lo marinamos con salmuera, en seco o húmedo, hasta el otro día. Eso tierniza y hace que mantenga un porcentaje correcto de humedad. Y luego lo untamos con una manteca de hierbas y otras cosas –la receta exacta no la voy a decir– pero la base es ajo y perejil. Y, por supuesto, el pollo tiene que ser de una calidad óptima. El nuestro es de exportación en seco a Japón y países árabes, por ejemplo.”
Las papas al horno que los acompañan no se quedan atrás en crocante y sabor. Todos los que tuvimos la dicha de ser clientes de la ya desaparecida La Cresta y haber probado los pollos, las ensaladas y los wraps de Samanta y Stuart podemos reencontrarnos con algunos de esos sabores en Mon Poulet. De yapa, si sos cholulo/a como yo, podés saludar a Christophe que está cocinando o en la barra.
6. COMIDA AL PASO O LUGARES CON POCAS MESAS
Parrilla El Litoral: Esta parrilla ubicada en una esquina de Balvanera poblada de machos heterosexuales que estacionan en doble fila para hacerse de su almuerzo al paso vende los sándwiches de carne más suculentos y económicos de la ciudad. Muchas veces se forma cola en la ventanita por la que despachan los sándwiches. Ellos promocionan el de bondiola como la especialidad de la casa, también he probado el de cuadril. “Un puema”. Le podés poner chimichurri, salsa criolla, y otros condimentos. El pan francés es riquísimo. Aviso: solo aceptan débito y efectivo. Vale la pena abandonar cualquier billetera virtual para probarlos. Un espectáculo aparte ver al parrillero y su ayudante sacar los pedidos a la velocidad del rayo.
Manduca: El “patio de comidas” del Paseo La Plaza está conformado por diez locales con una estética común, predomina el blanco y negro, barras y cocinas a la vista. Todo se ve pulcro y moderno. Hay opciones muy variadas y de diferentes culturas y estilos gastronómicos. Lo común a todos los locales es la posibilidad de comer al paso. Se destaca entre todas las propuestas el tradicional @losplatitos57 de la Costanera que había cerrado en cuarentena. Imposible no salir feliz después de comer ahí un sándwich de lomito con papas fritas y terminar con un helado de canela de la tradicional heladería @scannapiecohelados. La apertura de Manduca revitalizó la Avenida Corrientes. Cuando el urbanismo se da la mano con la gastronomía sin olvidar las tradiciones, la ciudad se transforma en un espacio más amable.
Polvorin Café: Un bolichito azul y blanco, mínimo adentro y con algunas mesas en la vereda en una linda esquina de Parque Chacabuco. Sería la versión moderna del antiguo bar que había antes ahí. De su carta se destacan los sándwiches de jamón crudo y mortadela. La estrella es la cremona con palta (con pasta de palta) Churros con dulce de leche al estilo de los españoles, finitos y largos. La gloria: tienen soda de sifón. Polvorín tiene un concepto y lo ejecuta. Bar de viejo con espíritu joven.
Barragán: Tiene dos coquetas sucursales donde predominan en el ambiente el azul Frida Kahlo (el de su casa en Coyoacán) y un naranja tirando al terracota. Barragán se llama así por un famoso arquitecto mexicano Luis Barragán del que toman su nombre y su estilo para el diseño. Se nominan como una lonchería donde se sirven platos ligeros y refrigerios, como tortas o tacos. Mi plato favorito de Barragán son los huevos rancheros. En la pastelería se destacan unas palmeritas gigantes, con una mitad bañada en chocolate. Tienen pomelada y tragos con tequila
Carmen Boedo: En pleno Boedo, Castro casi Garay, se ubica esta rotisería con algunas mesas para comer ahí. Ofrecen pollo frito, pollo rostizado ahumado, empanadas de osobuco, curry de pollo, salteados de carne, pollo, langostinos. Tienen una clientela fiel. No le temen al picante. Uno de los lugares favoritos del cenador experto @donpanchoramos. La propuesta que ofrecen para las fiestas de fin de año es muy recomendable. Incluye gazpacho, una sopa fría con consistencia del licuado que debería ser mucho más conocida y ofrecida en los restaurants porteños.
Medrado Café: Además de sus virtudes gastronómicas, este novísimo café en Caballito tiene el atractivo de ubicarse en una ochava y aprovechar al máximo su espacio en una de las veredas. Celebramos que sea una propuesta original y no pertenezca a ninguna cadena. Todo es rico y fresco. Se pide en la caja, toda la carta se puede llevar a casa también. El espacio adentro es muy reducido, pero está muy bien aprovechado y con una estética cuidada. Tiene todo lo que uno busca en estos cafés: jugos ricos, avocado toast (con nueces y tomates Cherry), huevos revueltos. Para los amantes de la mezcla de dulce y salado (¡allá ellos!) ofrecen el Tostón Medrado que incluye crema de palta, queso brie, frutilla y miel. De lo dulce se destacan las cookies. La de frutos rojos, chocolate y centro de crema de maní es sublime El croissant gigante relleno de dulce de leche o pastelera con frutas frescas alegra cualquier merienda.
7. BARES NOTABLES
Almacén Lavalle: En abril de 2024 reabrió este bar tradicional fundado en 1930 en la esquina de Lavalle y Rodríguez Peña en el Barrio de San Nicolás. Quedo muy lindo, luego de su puesta en valor (me encanta esa expresión) conservando muchos detalles originales y recreando la decoración de bar de viejos. La carta es muy completa y variada. Los precios son accesibles. Recomiendo firmemente el sándwich de berenjenas al escabeche con queso, morrones asados, tomate confitado, rúcula y manteca con oliva, viene acompañado con papas fritas. Este bar notable es una excelente opción para visitar en el centro antes o después del teatro. Una gran alternativa a su vecino Los Galgos, cuya comida es muy rica pero mucho más cara.
Florida Garden: A pesar de conocer de mentas este bar mítico y tradicional no había ido nunca. La actividad que organizó allí hace poco @Bardeviejes fue la excusa perfecta para conocerlo y probar por primera vez su famosa torta de queso. La torta hace honor a su fama. Bar notable de habitués que se saludan con mozos de la vieja escuela. Abierto en 1962, conserva su estética intacta. La tipografía del logo se replica en las prolijas cajas en las que envuelven las tortas para llevar. Todo el packaging es hermoso y denota una recuperación de la marca y el origen con un toque moderno. Esta abierto desde 7 de la mañana hasta la medianoche. Siempre poblado y con el mostrador repleto de tortas, hemos probado la de mousse de chocolate además de la de queso. Excelente también. Las tortas son una opción perfecta para llevar a cualquier reunión social o cumpleaños. De un tamaño más que generoso y a un precio módico en relación con otras opciones del mercado.
Café Margot Este bar centenario es un emblema del barrio de Boedo. Prepandemia la carta era super extensa. La variedad de combinaciones de ingredientes de sándwiches incluía, por ejemplo, la posibilidad de pedir sándwich de pavita, corazón de alcaucil y palmitos. Los sándwiches están identificados por número, el listado al volver a la normalidad se acotó bastante. Por suerte siguen ofreciendo papas rejilla –lamentablemente una especie en extinción– que las hacen muy bien, super crocantes. Otro plato típico muy rico de Margot son los ravioles de pavita con salsa rosa. Y otro gran hit es la sidra tirada. Se puede encargar y pasar a buscar. Cuando la propuesta es sólida no hace falta aggiornarse,
8. SANDWICHES DE MIGA Y OTROS
Las Violetas Esta confitería de Almagro tiene una variedad estrella y singular de sándwiches de miga: jamón y alcauciles. No conozco otro lugar que los ofrezca. Palabras mayores. El precio es harina de otro costal, pero los gustos hay que dárselos en vida.
Caren: Esta confitería abrió en 1969 y su administración va pasando de generación en generación de las familias fundadoras. La estética de Caren hace que valga la pena la visita. Acá mis preferidos son el sándwich de pastrón y pepino y el de peceto y tomate. Les pondría menos mayonesa, pero ranquean alto. No se puede abandonar el lugar sin comprar un triangulito (envuelto tipo queso Adler) de una de las especialidades de la casa: la torta austríaca Pischinger con obleas, nougat y baño de chocolate.
El Pƒrogreso: Confitería centenaria que hacen sándwiches de miga sin mayonesa, o al menos es imperceptible. Es un gran punto a favor. El mejor sándwich de miga de peceto que he probado en Buenos Aires. Los merenguitos con nuez son imperdibles.
El cisne de Pedro Goyena una pequeña panadería de Caballito tiene sándwiches de miga muy potentes, cada uno vale por dos literalmente porque son dobles. Hay que pedir que los corten y se duplican. El de pavita y tomate es muy rico. Todos los mediodías hay cola.
Dentro del rubro sándwiches soy muy fan de lo que las panaderías llaman bocaditos y en mi época era los chips, locatellis o sandwichitos a secas. No hay tantas panaderías/confiterías que los ofrezcan. La cadena La Argentina tiene muy ricos. Savona con varias sucursales en el barrio de Caballito ofrece una variedad extraordinaria, la estrella son los bocados de vitel toné, los de matambre también se destacan. Y en este rubro de bocados los pletzalej de pastron y pepino de la panadería La Perla en Villa Crespo no tienen rival. No hay té-cena mejor que una bandeja surtida de estos sandwichitos.
El Bar Dado, ofrece.sándwiches tradicionales de calidad superior. El Dado es un pequeño reducto en el centro de la ciudad con una barra frecuentada mayormente por hombres tiene el mejor pebete de salame y manteca que he probado. Se debe acompañar con jugo de naranja –que ofrecen exprimido en el momento– y de postre el alfajor artesanal cordobés. Lamentablemente no abren los fines de semana, se ve que no lo necesitan.
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Me encantó, gracias Mariela
Una genialidad, Mariela. Ya lo hice circular!