En unas vacaciones de la década del ochenta con la que entonces era mi novia fuimos a visitar a unos amigos a Rawson. Consciente de que no era un destino especialmente turístico me preparé lecturas como para cubrir la semana. Como mi formación literaria era muy floja, decidí que era el momento de ponerme al día con algunos clásicos. Me compré Moby Dick, La isla del tesoro y Crimen y castigo, los cuales fueron consecutivamente devorados en las sucesivas siestas chubutenses. De las tres, la que permaneció en mi alma para siempre fue la descomunal novela de Herman Melville, de quien me volvería a enamorar años después al descubrir Bartleby, el escribiente y su inmortal frase “Preferiría no hacerlo”.
Siento con Moby Dick lo que los especialistas dicen de La divina comedia, un libro de esos que superan largamente al lector, que no se agotan nunca, que permite diversas lecturas y que se deja leer también aleatoriamente, entrando en uno u otro capítulo (aunque yo siempre vuelva al mismo, el XXIII, “Con la costa a sotavento”, del cual charlaremos un poco en el texto que sigue).
Tanto me supera esta novela que tuve que recurrir a mi amigo, Alejandro Winograd, biólogo, editor y especialista en literatura marítima de los siglos XV en adelante. Hace más de cuarenta años que conversamos sobre todo tipo de temas así que entre nuestra familiaridad y su deslumbrante sapiencia, quedó algo interesante y entretenido de leer.
Es un libro raro, con capítulos que parecen un manual de pesca de ballenas y otros casi de filosofía. Muy heterogéneo, ¿no?
Sí. A ver, si se me permite tener algo así como la petulancia del lector y hablar con superficialidad de temas que no conozco profundamente y que seguramente hay gente que estudió muy a fondo, es un libro raro por varios motivos, pero para mí el primero, el que a mí me despierta más curiosidad, es que en realidad es un segundo libro. Moby Dick es producto de una dualidad o de un proceso dialéctico. Melville había escrito dos libros –para mí, fantásticos– de viajes y aventuras, que son Typee y Omoo, y con el mismo espíritu, se supone, y con el mismo ritmo y con el mismo tono, se puso a escribir Moby Dick. En el medio de ese camino él resolvió que quería escribir otro tipo de cosas, se habla mucho de sus procesos de reflexión, de sus conflictos con la familia, con el dinero, con la sociedad que lo rodeaba y todo indica que él trató de que cuando tenía o terminado o muy avanzado Moby Dick con el mismo tono de Typee y Omoo, decidió que quería escribir un libro más profundo, un libro más simbólico, un libro más importante. Algo que hemos visto en la literatura muchas veces: cuando un escritor quiere dejar de ser un escritor pasatista y convertirse en un escritor serio e importante. Además, obviamente tenía un programa, por eso lo digo con cautela y, como dije antes, con la petulancia superficial del lector. Sin duda que él tenía un programa muy complejo y muy sofisticado, pero me parece que en el libro junta esas dos cosas. Vos aludías al manual de caza de ballenas y también hay muchos aspectos en la galería de los personajes, y algunas de las aventuras que parecen ser como la base del primer libro, de un libro en el cual él demuestra que conoce un mundo exótico que los demás no conocemos. Y sobre eso se sobreimpone ese otro mundo tanto más complejo, pero también más simbólico, que en un sentido nos es más común a todos, que navega, si se puede usar esa expresión, en la mayor parte de Moby Dick.
Esa dimensión medio mítica, muy simbólica, ¿a qué pensás que refiere? Estamos hablando de una sociedad a mitad del siglo XIX en Estados Unidos. Imagino un clima cultural protestante muy severo.
Sí. Ahí entramos en un territorio que tiene dos complicaciones, me parece a mí: una, que es el mundo personal, interior y muy privado de Melville, y otra, que se ha escrito muchísimo sobre eso. A veces es difícil separar lo que uno piensa, lo que uno leyó, de lo que se dijo tantas veces. Dicho esto, a mí en lo personal, hay muchas dimensiones simbólicas en Moby Dick, pero la que más me atrae, la que a mí me salta más a la vista, es algo un poco paradójico: que claramente los norteamericanos de aquella época estaban muy dispuestos y parecían muy capaces de dominar a la naturaleza en todas sus formas. Yo no digo que Moby Dick demuestra que la naturaleza no puede dominarse, lo que demuestra es que es una lucha que no es gratuita. Propone que es una lucha que tiene costos. Ahab históricamente es visto como un villano. Y también sería bastante fácil y bastante tentador verlo como un héroe. Él se impone una misión, él se enfrenta a la naturaleza. Si eso le cuesta la vida, mucho no le importa. A él lo que le importa es lo que decidió hacer.
Un tipo con una misión.
Él tiene una misión. Y una misión que en aquella época, en fin, era una misión que una buena parte de la sociedad, sin duda en Estados Unidos, pero también en muchos otros lugares, se asignaba a sí mismo, que era eso, la de arar la tierra y arar el mar y dominar a la naturaleza. Cincuenta años después están los libros de Jack London donde eso fue llevado a la cumbre. Cuando cuenta los primeros pasos de los hombres blancos en la Polinesia y sobre todo en Alaska, relata muchas derrotas. Pero él insiste en eso. El “inevitable hombre blanco”, dice Jack London. Y que el hombre blanco vuelve a la carga, vuelve a la carga y vuelve a la carga hasta que lo consigue. Y no necesariamente personajes demasiado talentosos ni demasiado brillantes. Muchos de los protagonistas de las historias de Jack London son bastante mediocres. En esa galería tan compleja y tan sofisticada de personajes de Moby Dick, uno podría verlos de otras maneras. Hay, sin duda, una intención muy shakesperiana de que cada uno tiene perfiles muy marcados y muy distintos, y que incluso personajes que uno se imagina casi analfabetos hacen monólogos súper elaborados acerca del bien, el mal, la moral, las obligaciones, la obediencia y ese tipo de cosas. Pero al mismo tiempo lo que muestra es eso, que no son personajes particularmente brillantes. Son personajes con una misión. Ismael es un caso aparte. Ismael es una persona misteriosa que suponemos que tiene una inteligencia, una cultura, una sofisticación espiritual mayor que muchos de sus compañeros del viaje. Pero los demás son inevitables hombres blancos también. Y en algunos casos tampoco blancos, porque hay muchos personajes que no son blancos en Moby Dick, que son personajes muy importantes.
Es muy impresionante que el comienzo de Moby Dick, las tres primeras palabras, “Call me Ishmael”, peguen tanto. Sugiere que este narrador es un poco distinto a todos los demás. Ni siquiera dice su nombre sino “llámenme de tal manera”. En un libro que tiene 900 páginas, las tres primeras palabras te meten en un lugar de la relación con el narrador que es un poco extraña. Y además es uno de esos comienzos que uno conoce de memoria, como el de La metamorfosis.
Sí, sí. Ahí me parece que también hay más de una dimensión. Ahí se ve seguramente un gran logro en términos literarios y simbólicos. Ismael, el personaje que queda afuera del pueblo elegido por Dios, pero al mismo tiempo, cuando vos decís esas primeras tres palabras que suenan tan fuerte y que le resuenan a todo el mundo y que uno no sabe si son tan brillantes o se han convertido en tan brillantes, pero que tienen tanto sentido, esa es la enorme potencia de narrador que él tenía. “Call me Ishmael” es previo, para mí, a la decisión de hacer una novela de símbolos y acerca de la sociedad y acerca de la relación de los hombres con Dios. “Call me Ishmael” es el secreto, bueno, de esa fuerza poderosísima que es la buena relación con Dios. “Call me Ishmael” son las primeras palabras del que sentado alrededor del fuego logra que todos los demás se queden callados y presten atención a lo que va a contar a continuación, que para mí ese es uno de los procesos más profundos y más mágicos de la relación entre los seres humanos. Todos hablamos todo el tiempo y, cada tanto, alguien dice tres palabras y todos los demás, por un buen rato, hacen silencio y quieren saber qué es lo que dice. Y él lo consigue. Lo consigue a lo largo de todo Moby Dick.
Tiene un poder de invocación poderoso.
Sí. Ahora, su público no lo apreció en su momento. Los dos primeros libros habían sido muy exitosos. Seguramente “Call me Ishmael” le gustó a todo el mundo, pero a la gente no le gustó que él se metiera con temas tan complicados. Le llevó mucho tiempo. Yo creo que el éxito de Moby Dick es posterior a la muerte, incluso. En todo caso llevó mucho tiempo.
En el siglo XX, digamos.
En el siglo XX, sí. Principios del siglo XX, cuando empezó toda su valorización como lo que vos decías hace un rato, una narración acerca de qué es lo que pasaba con el espíritu, la cultura, la filosofía, la relación con Dios y con la naturaleza en los Estados Unidos de aquel momento. Él toma dos decisiones que para mí son interesantes. Una pasa un poco desapercibida, la otra por ahí menos. La primera es la decisión de embarcarse en New Bedford, que era el lugar del cual en 1850 salían las expediciones balleneras más importantes del mundo, probablemente ya a esa altura. Y por motivos que no quedan nada claros, Ismael decide que no se va a embarcar ahí. Decide irse a Nantucket que fue donde nació la actividad ballenera norteamericana, pero hacía como 50 años que como puerto ballenero estaba perdiendo importancia. De hecho, la actividad ballenera allí fue fundamentalmente de proximidad y, si se quiere, complementaria, de gente que se dedicaba a la pesca o alguna otra actividad y tenían alguna estrategia bastante simple para cazar las ballenas que pasaban. Esa estrategia empezó a cambiar a finales del siglo XVIII, cuando en realidad los primeros que salieron a cazar ballenas en altamar, sobre todo en el Pacífico, que recorrieron toda la costa de América y doblaron en el Cabo de Hornos para cazar ballenas fueron los ingleses. El pionero fue James Colnett, un marino inglés que fue el primero que fue a cazar ballenas al Pacífico Austral, pero rápidamente los norteamericanos se lanzaron a esa forma de caza y se convirtieron en las figuras más importantes. Y él, por algún motivo, que puede ser poético también, pero que también puede ser un principio de alejamiento de la realidad, decide ir a Nantucket y una vez allí, esto pasa menos desapercibido porque es un punto fuerte de la novela, él se pierde en ese paseo. Yo no sé si te acordás cuando hace ese primer paseo y va a la iglesia negra donde son todos negros y, de repente, se pierde y cuando emerge de nuevo, que es cuando empieza la novela, cuando empieza la historia por lo menos que nos cuenta la novela, ya está en otro mundo. Él atravesó una pared que separa el mundo del que provino del mundo en el que va a transcurrir todo lo demás. Ya uno podría tranquilamente suponer que ya es otra realidad o que no es realidad. Es otra cosa ya. Bueno, y ahí empieza el viaje. Y lo que decías de los capítulos, también tiene otro punto. Hay algo que él estaba ensayando todavía a medias y que después en Mardi lleva al extremo, que es una literatura muy experimental, como podría ser una literatura moderna: un relato no lineal que se va desviando. Y él va en esos capítulos incluyendo distintos elementos, distintos tonos, distintas voces, distintos enfoques, pero también está haciendo un ensayo. No es solamente las cosas que quiere contar, sino que da la impresión de que él quisiera contar de un modo no lineal y de un modo distinto de lo que había hecho antes, que creo que es otro tema que a su público no le gustó mucho. Yo me acuerdo, vos me leíste en voz alta probablemente más de una vez un capítulo cortito, el de Bulkington.
El XXIII.
El XXIII, efectivamente. En algún sentido, tiene muy poco que ver con la novela. Hay todo un personaje al que conoce casualmente en un bar unos días antes donde él hace una reflexión acerca de estos que yo llamo los “albatros errantes”, el ave que no se sabe dónde se posa o que no se posa nunca en ninguna parte. Él habla de esos marineros que no pueden estar en tierra y es una observación que él hace como espectador. Bulkington viene de un viaje de tres, cuatro o cinco años, ve como están los otros marineros y él todavía no se embarcó. Ismael mira a Bulkington y a sus compañeros casi “con la ñata contra el vidrio”. Y unos días después descubre que Bulkington está en el Pequod, el barco en el cual él se embarca, y escribe un capítulo que uno podría pensar que anticipa el papel que va a jugar Bulkington en la novela, pero no. No, es solamente eso. Es ese capítulo.
Es impresionante eso porque es un capítulo de una potencia lírica muy tremenda y que, además, describe una tipología que parece “el tipo que me estás presentando ahora se va a comer la novela”. Es el tipo que le huye al puerto, que tiene que estar en altamar, que su enemigo es la seguridad, la casa, la chimenea, las luces. Y nada, es una pintura lateral. El capítulo en sí lo agarrás suelto, te parece extraordinario. Ahora, cuando te das cuenta que es solamente una hojita del árbol de Moby Dick, es más impresionante todavía.
Sí. Y ahí sí que no me gusta ponerme en lector de símbolos, pero en este caso me siento obligado a hacerlo. Ese capítulo tiene, al mismo tiempo, un aspecto práctico muy profundo, que pasa desapercibido casi, y uno simbólico. Si no me equivoco el capítulo se llama Bulkington…
“La costa a sotavento”.
“La costa a sotavento”. Sotavento es el lugar hacia el cual sopla el viento, y un poco lo que él plantea ahí es esa contradicción en que cuando el viento lo empuja a uno hacia la costa, y como decías vos, en la costa ve la luz e imagina el fuego, imagina el calor, imagina la seguridad, bueno, en una noche tormentosa, como la de ese capítulo, hay que tener mucho cuidado porque nada es tan peligroso para un barco como acercarse a la costa a sotavento fuera de control. Muy claramente los barcos de vela de aquella época estaban seguros en lo que se llama las aguas azules, cuando navegan en aguas profundas sin tierras a centenares de millas alrededor les pueden pasar muchas cosas, pero en general las pueden manejar. Lo que una tripulación no puede manejar es que a un barco el viento lo empuje hacia la costa, hacia un escollo, hacia un risco, hacia un arrecife. Y a mí me parece que tanto como la relación de Ahab y Moby Dick, en una especie de ensayo micrométrico, la relación de Bulkington –que está de timonel, que es el que tiene que evitar que el barco derive contra la costa– y esa costa es un poco la misma, ¿No es cierto? Es un poco esa idea de que a la naturaleza se la puede dominar, pero eso tiene un costo muy grande y es una relación salvaje, es decir, que es una paradoja: la civilización es salvaje, podríamos decir en la conclusión.
¿Podés hacer un panorama de lo que significaba la caza de la ballena en esa época? O sea, si leés el libro, aprendés muchísimo sobre las ballenas. Olvidé todo, pero creo que era como explorar un pozo petrolero hoy. Era fuente de energía, material, era algo muy rico.
Sí, antes que eso hay una escena muy graciosa. No sé si viste los libros de la serie “Capitán de mar y guerra”.
No, la película de Peter Weir me vuelve loco, es una de mis favoritas, pero no leí los libros.
Bueno, son como 20, 21, 22 novelas. Pasa de todo. Y hay una, “The Far Side of the World”, “El otro extremo del mundo”, algo así, que es lo que está más allá del Cabo de Hornos. Ellos se embarcan en una expedición a Sudamérica y llevan con ellos a un oficial que estuvo embarcado en unas expediciones balleneras. La misión de ellos es que tienen que proteger a unos balleneros ingleses, que están siendo amenazados, en 1812, en la guerra entre Estados Unidos e Inglaterra. Hay unas fragatas norteamericanas acosando a unos balleneros ingleses. Llevan a este oficial para que los ayude a entender cuál es la lógica con la cual van a poder proteger y encontrar a los balleneros. Le piden al oficial que les cuente cómo es la actividad ballenera, él les cuenta con muchísimo detalle y en un momento uno de los que están en la mesa del barco les dice: “¿Y para qué sirven todos estos productos?”. Se hace un silencio, nadie contesta nada y nadie tiene la menor idea.
Ellos sacan todo eso y no saben para qué carajo sirve.
No saben para qué. Dicho esto, yo tengo la impresión de que los usos de las ballenas se fueron inventando a partir de lo que es la ballena. Desde que los primeros pescadores en la antigüedad vieron una ballena, o más bien cuando descubrieron que podían matarla, es como la presa soñada. Es inimaginable comparar lo que parece ofrecer una ballena con lo que puede ofrecer prácticamente cualquier otro animal que pueda cazar un ser no importa con qué tecnología. Entonces era un poco inevitable que a partir de la ballena se fueran desarrollando distintas actividades y desarrollos de productos. En los tiempos de Moby Dick, ya hacía un buen tiempo, por ahí un siglo, un siglo y medio, que se había empezado a desarrollar el alumbrado público. El alumbrado público es algo que nosotros lo damos por obvio, pero si uno un día se quedó perdido en un barrio un poco marginal se da cuenta cuánto transforma la vida que exista. El aceite de ballenas se usó circunstancialmente para el alumbrado público, era muy caro. El que se usaba era de focas y lobos marinos. Pero a partir de eso, como versión más sofisticada, el aceite de ballenas se usaba para la iluminación de las casas. Fue un uso que duró mucho tiempo y que tiene sus connotaciones hasta el presente. Las buenas velas, las velas de iluminación de los ricos eran de grasa y aceite de ballena porque es más luminosa, no hace humo, no tiene olor. Los huesos se usaron para muchas cosas: para los corsets, para los paraguas, para un montón de usos. Las barbas de las ballenas se usaban para algunas piezas industriales. Tenía muchos usos, pero digamos, fundamentalmente usos que se fueron desarrollando a partir de la enorme cantidad de materia prima que producía. Es decir, en algún sentido se podría comparar con el petróleo que el petróleo tuvo un primer uso bastante elemental. Bueno, se empezaron a desarrollar. Una vez que el petróleo se empezó a desarrollar, se empezaron a evolucionar en la búsqueda de nuevos productos. La diferencia que si bien la ballena fue una fuente importante de energía durante mucho tiempo, a diferencia de lo que pasa ahora, es un poco gracioso porque parece que antes, en algún sentido, era más moderno que ahora. Había más medios de generación de energía en el siglo XVIII, o estaba menos concentrada la generación de energía…
Había una pluralidad de fuentes.
Bueno, y ahí está Moby Dick. En esos tiempos ya existían los barcos de vapor, pero hacían tareas muy menores. La exploración, el comercio, la conquista, prácticamente toda la historia moderna y contemporánea se hizo impulsada por la fuerza del viento. El calor se conseguía por la madera y el carbón. Y la luz de algunos procesos industriales por las focas, los lobos marinos y las ballenas. Es decir, cumplía una función importante como materia prima, pero como digo, una materia prima a la que una vez instalada en el mercado se le fueron buscando y desarrollando nuevas formas de aprovechamiento. También hay algo que a mí me confunde porque, en mi visión, 1850, 1860, 1870 fue, en algún sentido, prácticamente la época de oro de la actividad ballenera. Hacia finales del siglo XIX se inventaron los arpones explosivos. Bueno, tuvo un período enormemente exitoso la caza de ballenas, pero muy rápidamente se empezó a notar la falta de ballenas. Si vos leés Moby Dick, no hay ninguna preocupación por la falta de ballenas. No se habla, no es un tema. Pero hay un libro que no sé si lo leíste o lo conocés, pero que circuló mucho, un libro muy reciente, The North Water, de Ian Mcguire. No sé cómo se tradujo al editarlo, pero no es estrictamente las aguas del norte porque the north water es una forma de agua particular, las aguas que no se congelan nunca (N. de la E.: la traducción al castellano se llama La sangre helada y fue editada en 2017 por Roca Editorial). The North Water es una novela publicada en 2016. Supuestamente, y creo que así debe ser, muy ilustrada y muy rigurosa. Está ambientada en 1859 y todo gira alrededor de una expedición ballenera en el ocaso de la actividad ballenera. No quiero decir más porque no quiero hacer un spoiler para el que no haya leído el libro, pero habla del ocaso de la actividad ballenera. Es cierto que es otra expedición. Son las expediciones inglesas a las aguas del Atlántico Norte. No lo tengo muy claro, pero ahí hay una confusión entre la riqueza de la actividad de ballenas y, en algún sentido, la alegría, la falta de culpa de la actividad ballenera que se describe en Moby Dick y esta versión, que yo no sé si atenta al aire de los tiempos, si quiere ser más correcta y plantear una crisis ecológica anticipada, pero se supone que es tan rigurosa que me cuesta creerlo, no tengo respuesta, tengo una duda. Otro elemento curioso de Moby Dick en relación con la actividad ballenera de aquel tiempo es el trayecto que ellos recorren. Yo tampoco soy tan experto y nunca pude encontrar cuando le busqué un calendario, en qué momento del año va ocurriendo cada cosa. Pero yo no sé por qué ellos se dirigen al sur pero en lugar de ir al Cabo de Hornos o al Pacífico van al Cabo de Buena Esperanza y al Índico. Después parece sugerirse que Ahab por algún motivo supone que Moby Dick está por ahí, pero Moby Dick él la encuentra en el Pacífico. Él atraviesa el Índico y recién en el Pacífico, bueno, al principio del Pacifico, digamos
O sea que hace el camino largo. ¿Si hubiera la vuelta al Cabo de Hornos llegaba antes?
Bueno, al final, a donde encuentra Moby Dick no. Termina siendo razonable porque la encuentran a poca distancia de la unión entre el Índico y el Pacífico. Y si hubiera ido por el Cabo de Hornos hubiera tenido que recorrer los diez mil kilómetros del Pacífico para llegar al Índico. Lo que para mí no está claro es cómo lo decide eso porque en la expedición clásica saliendo de Estados Unidos hubiera sido lo esperable que ellos dieran la vuelta al Cabo de Hornos y se fueran al Pacífico, que además era el lugar donde había más cachalotes. Si yo buscara un cachalote, es lo que pensaría que hay que hacer. Ahora, ¿Cómo sabe Ahab? No sabe dónde está Moby Dick porque se la pasa preguntando, pero decide buscarla de ese modo. Yo no sé qué sentido tiene. Me imagino que debe tener alguno. No sé cuál es. Por ahí sencillamente quiso evitar ubicarla en Chile para evitar la identificación con la ballena Mocha Dick.
La real.
En la que Moby Dick está inspirada, claro.
Yo no me acuerdo toda esta parte del libro, ¿Pero no puede indicar como que hay una conexión casi sobrenatural entre Moby Dick y Ahab que él sabe –esas cosas mágicas que no se justifican en la literatura– que tiene que ir para allá y no para allá?
Sí. A mí me gusta esa idea porque a mí Ahab no me cae mal. Y me parece un capitán muy eficiente, muy resuelto y muy valiente. Él la primera vez que se baja al bote con su pata de hueso, los oficiales no pueden creerlo que él siendo capitán y siendo un discapacitado haga eso. Pero lo vemos todo el tiempo buscando a Moby Dick, preguntando por Moby Dick.
Hasta ese momento no había tenido ninguna conexión, no había andado el celular.
Claro. Por ahí habría que hacer, tampoco sé si lo haría, es una curiosidad, no sé si me da leer todo el libro para eso: en qué momento él decide navegar hacia el este y no hacia el oeste.
El aborigen Queequeg, que es un personaje fuerte dentro de la novela y que hoy sería obligado por la diversidad cultural. ¿Qué rol ves que juega en Moby Dick?
Bueno, lo de la diversidad cultural es muy fascinante en Moby Dick. El Pequod es una muestra de diversidad cultural o racial o no sé cómo ponerlo enorme sin que a nadie se le mueva un pelo. Es decir, cada uno de los tres arponeros… Bueno, Queequeg es no sé sabe muy bien de dónde, de las Marianas o de las Marshall, de algún lugar de Pacífico. Tashtego es de Martha’s Vineyard que es casi como decir de Nantucket. La gente de las islas se enoja porque se pelean mucho, pero están al lado. Es uno de los últimos miembros de una tribu de aborígenes. Y Dagoo es africano. Los marineros del bote de Ahab son persas, no sé, iraníes diríamos hoy, o por ahí turcos, pero son persas en todo caso dentro de Moby Dick. Bueno, y hay alguno más. Hay mucha multiplicidad. Con mucha naturalidad, que yo me imagino que eso es algo que ilustra bastante el tipo de gente que podía encontrarse a bordo de un barco de estos y el tipo de gente con el que navegó Melville cuando se embarcó como ballenero. Pero si uno quisiera ir un poco más allá y todavía antes de entrar en el personaje, cuando Melville embarcó como ballenero en 1840 fue con su hermano. Y me parece que no hay que hacer un recorrido demasiado largo para tomar a Queequeg como el hermano de Ismael. Es decir, su experiencia es una experiencia compartida, es una experiencia que se apoya en el afecto, es un mundo difícil y salvaje que se le hace no ya tolerable sino diría agradable por la persona que lo acompaña. Y esa es una experiencia que Melville tuvo y yo pensaría que quiso reproducir y construyó un hermano. Después, ni sé si decirlo, me da un poco de incomodidad decirlo pero ya empecé, así que no sé cómo callarme: también es cierto que hubo como una especie de lecturas homosexuales de la relación entre Queequeg e Ismael, sobre todo porque el vínculo empieza con una noche que comparten la cama.
Que duermen juntos.
Sí, duermen juntos. Así es como se conocen. A mí me parece que cualquiera que haya andado por los caminos, en barcos y demás, alguna vez le habrá pasado eso o algo parecido. Cuando hay poco lugar para dormir se duerme como se puede. Otra cosa que también, no sé, por ahí vuelvo a asociarlo con las cosas que después lleva al extremo Jack London, que a mí me gusta muchísimo, pero sin duda es menos sutil que Melville. Nos enteramos de que Queequeg, si bien es un aborigen y hace un trabajo un poco lateral después nos enteramos que es un príncipe, es miembro de la élite de su grupo. Y digo que después Jack London lo lleva al extremo, más en sus historias de la Polinesia que en las de Alaska. Él hace mucha distinción de clases entre los aborígenes de las islas. Mientras los norteamericanos, cualquier norteamericano, el inevitable hombre blanco, puede lograr casi cualquier cosa, y si no la logra él, la va a lograr el siguiente, porque la característica es que son insistentes, entre los aborígenes la cosa es un poco distinta y hay una cosa bastante aristocrática en donde los que tienen un mejor linaje son más capaces y mejores personas. Y Queequeg, que es un personaje que es muy sofisticado, que es muy sensible, que es muy inteligente, se nos deja claro que es un príncipe. Jack London dio muchas vueltas con eso porque después también terminó planteando entre los blancos que no eran todos exactamente iguales. A partir de un cierto momento empieza a dar por sentado que los que tenían ojos azules y eran rubios y eran altos y tenían rasgos regulares, eran mejores que los que no, pero eso fue un poco al final. Melville no, Melville es increíblemente democrático en la distribución sino de los talentos y las capacidades, por lo menos de la gracia y el interés de sus personajes. Es decir, vienen de todas las razas, vienen de todos los grupos. Solo lo menciono, insisto, porque leyendo a Jack London con un poquito de Moby Dick en el costado de la cabeza, me llama la atención eso, que se ocupa de un príncipe cuando los príncipes polinesios de Jack London son personajes recurrentes y muy sofisticados.
¿Algún pensamiento más para terminar?
No, quizás una brevísima vuelta a lo que dije al principio: a mí me encantaría, con todo lo que me gustó, con lo maravillosa que es Moby Dick, a mí me encantaría poder leer también la otra Moby Dick, completa o incompleta, pero esa que Melville escribió primero, cuando todavía se contentaba con ser un escritor de aventuras.
Claro. ¿Y esa la quemó? ¿Se sabe qué hizo físicamente?
Yo no lo sé. Sé que estaba comprometido a entregarla en seis meses, que era el tiempo que le habían llevado sus libros anteriores y que la editorial esperaba, y era un escritor exitoso, y había un mercado esperando ese libro, y que un poco antes de los seis meses dijo que iba a tardar más, y yo no sé si tardó un año o dos años más, mucho más, con mucha irritación por parte de los editores. No lo sé, yo creo que no existe, pero no estoy seguro. No lo sé. Pero es un libro que me gustaría leer porque, además de todas las referencias simbólicas, además de todas las referencias religiosas, además del dramatismo shakesperiano en los temas inter e intrapersonales de cada uno de los personajes, bueno, hay una gran historia de aventuras que también me gustaría volver a leer así, directo.
Bonus track: “Capítulo XXII. Con la costa a sotavento”.
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Hola Gus ¡
Excelente tu columna sobre ese monumento literario creado por Melville y que todos recordamos ,aunque no leyeramos el voluminoso libro que lo contenía.- Muchos de nosotros sabíamos de la ballena blanca y de la obsesión del capitan Ahab de capturarla.- Muy buena la descripción de la epoca y la importancia de la actividad ballenera.- Pude ver en streaming THE NORTH WATER y no se acerca en modo alguno ,ni por sus caracteres, personajes, esencia , intensidad, etc, a lo que Melville nos ilustra en Moby Dick.- Felicitaciones .- Leo Rosental
Formidable.