Muchachos, me desperté esta mañana con la novedad de que me robaron la cuenta de X (Twitter). Alguien logró cambiar el mail de verificación y ya no tengo el control de la misma. Mientras espero a ver si le encuentro solución, les pido que no presten atención a cualquier tuit que salga a partir de hoy y me perdonen por la brevedad de este envío. Lo compensaremos cuando las cosas se normalicen.
Adolescencia (Netflix)
Cuatro episodios de una hora sobre una premisa muy dramática: acusan a un niño de 13 años, de aspecto perfectamente normal, proveniente de una familia de clase media inglesa sin disfuncionalidades aparentes, de homicidio. El dato inicial es fuerte y amerita una explicación, una trama que sustente los hechos iniciales. Sin embargo, el punto de partida argumental es oscurecido por algo que se convierte en protagonista y, lejos de ser un dato de lo que se narra, es un procedimiento formal. Efectivamente, la serie decide que va a contar cada uno de los cuatro episodios como un largo plano secuencia, sin cortes. La elección estética tiene implicancias narrativas: es como si el plano secuencia tomara como rehén al relato y le impusiera ciertas reglas.
Efectivamente, un plano secuencia impone una unidad espacio temporal: lo que se muestra, en casi la totalidad de los casos, pasa en tiempo real y en el espacio reducido en que se maneja la cámara. El montaje libera a la narración de esas esclavitudes: un corte y a otra cosa, otro tiempo, otro lugar. En estos cuatro episodios, los realizadores tienen que hacer malabares para luchar contra esa carencia autoimpuesta.
Funciona bien, para mí, en el primer episodio, que cuenta la llegada de la policía a la casa y luego todo el procedimiento burocrático en la comisaría. El plano secuencia es algo eficaz allí porque acompaña a la desorientación de la familia, que se encuentra con un hecho inesperado y shockeante y tiene que trajinar un espacio desconocido, lleno de pasillos y puertas, enloquecedor como la noticia que acaban de recibir. El tiempo real, salvando alguna licencia argumental, como que la comisaría necesariamente tiene que estar cerca de la casa (lo dice un personaje explícitamente) para que el viaje no se coma tiempo de narración, el tiempo real, decía, va de la mano de la angustia de las personas implicadas.
Después, en los otros tres episodios, se produce el enchastre. El segundo ocurre en la escuela: los detectives a cargo del caso van a hablar con los alumnos y piensan (inexplicablemente), que el arma homicida podría estar en la institución. Ahí se introducen varios personajes secundarios (que van a ser abandonados en los otros episodios) y el truco es que la cámara sigue a cada uno de ellos, cuanto termina la escena, ese personaje sale de cuadro, pero se cruza con otro al cual se adhiere la cámara y lo sigue dando lugar a una nueva escena. Lo que con un lenguaje clásico sería corte y cambio de escenario, acá requiere un procedimiento totalmente forzado.
En el tercero, los realizadores renuncian a esa manifiesta desprolijidad y recurren al psicodrama y al prestigio que da la calidad actoral. Casi la totalidad del episodio se produce en un recinto cerrado en donde una asistente social se entrevista con el muchachito para hacer un informe sobre el nivel de comprensión que éste tiene sobre sus actos. El capítulo es magistral actoralmente, claro, casi un milagro, pero se resiente por la longitud y el evidente artificio del recurso. El cuarto es realmente muy flojo, un remedo del cine social inglés de los 90, como las películas de Mike Leigh o Ken Loach, sostenido por los trucos para mover la cámara de aquí para allá y, nuevamente, un show actoral ya no tan convincente para mí. Es cierto que a esta altura ya estaba harto, pero bueno, creo que es realmente flojo.
Lo que se nos escapa, ocupándonos de los fuegos artificiales del plano secuencia, es la trama inicial. OK, ya sabemos, los adolescentes, el período de incertidumbre física y mental de esos años tremendos, el bullying, el despertar del sexo, las redes sociales, etc. Pero un asesinato por parte de un niño que no parece salirse de la media implica un salto cualitativo no muy justificado. Distraídos por las piruetas formales y el altísimo grado de virtuosismo implicado, no alcanzamos a ocuparnos de la debilidad de la trama.
Se pierden con todo esto, algunos apuntes interesantes: los procedimientos formales de la detención e interrogatorio son muy precisos y casi inobjetables, y contrastan con el caos reinante en la escuela. La miniserie parece decir que la policía inglesa funciona mucho mejor que la educación.
Si están satisfechos con nuestra tarea, piensen en colaborar con un poco de dinero mensual de manera de ir construyendo una base de seguidores pagos que nos permitan mantener y desarrollar este emprendimiento. Los valores pueden no significar mucho en sus economías mensuales pero para nosotros son un ladrillo más para construir el servicio que soñamos.
Vean si algunos de los valores de acá abajo les resultan accesibles, el aporte es mensual vía Mercado Pago (PayPal para el extranjero) y podés salir cuando quieras sin ninguna dificultad:
Transferencias directas cuando quieran y lo que quieran al alias gusnoriega.
Y, como siempre, los que quieran colaborar desde el exterior, lo pueden hacer vía PayPal:
Toda la serie tiene un olor raro. La vi y me interesó bastante el primer capítulo pero después tiene como una orientación medio rara. No me doy cuenta que es pero me molesta. El tercer capítulo me pareció el peor. Por momentos me daba la impresión de ser una especie de apostolado feminista, algo así como: “cuidado porque hasta un adolescente puede ser un macho patriarcal”.
Mucha suerte con la recuperación de la cuenta de X. Por suerte yo no uso redes sociales (bah, tengo Face pero entro poco y nada). Fuerte abrazo y saludos a la familia.