Buen día, acá otra entrega de la Agenda, hecha con amor y esfuerzo, que pueden ser retribuidos con una palabra de aliento, que son siempre muy bien recibidas, o con un pequeño aporte mensual, como podrán ver en la parte final del envío, también será recibido con mucho beneplácito. A leer.
Cómplices de un engaño (Hit Man, Richard Linklater)
Richard Linklater ya dejó de ser joven (¡tiene 63 años!) y, luego de una carrera larga, novedosa, muy heterogénea, con clásicos como la trilogía Before con Ethan Hawke y Julie Delpy y éxitos como Escuela de rock, o películas de culto como Slacker o Dazed and Confused (mi favorita), puede hacer lo que quiere. Como soy su espectador desde hace treinta años, yo también puedo opinar lo que quiero y tomar distancia de su última película, una comedia negra llamada Cómplices de un engaño (Hit Man).
Se trata de un profesor de literatura en la universidad que en sus ratos libres trabaja como consultor de la policía local (Glen Powell). De pronto su trabajo se convierte en actuar de carnada para capturar gente que quiere contratar a un asesino a sueldo. En esa doble situación se da la estructura de una personalidad cuando da clases (gris y apagada) y otra cuando finge ser un hit man (sexy y ganador). Es El profesor chiflado o Dr. Jekyll y Mr. Hyde, reversionado. En el interín, una de las contratantes es interpretada por la chica Adria Arjona, hija de Ricardo, que no sólo es una bomba sino carismática y buena actriz. Se enredan sentimentalmente y todo se complica.
La película es entretenida, está por encima del promedio de lo que está en los cines, no quiere ser moralista, tiene humor, pero… Algo no funciona para mí (aunque a todos mis amigos les gustó) y creo que tiene que ver con dos cosas. Una es el verosímil: hay que meterse en un mundo en el que las cosas que hacen los personajes son difíciles de aceptar en la vida normal y no creo que se construya convincentemente el universo en donde esas acciones sean aceptables. Lo otro es que me da un poco de vergüenza ajena que los personajes de Linklater sigan hablando de la misma manera canchera, poco adulta, que sus criaturas de hace 30 años. O sea, me parece OK que hable así un chico que acaba de terminar la secundaria, vive fumado y quiere viajar a otro pueblo para ver a Aerosmith (Dazed and Confused) pero cuarentones con la misma retórica ya me resulta difícil de aguantar. No es la primera vez que me pasa con Linklater.
En fin, no me hagan caso y vean Hit Man, no es aburrida y hasta puede que les guste. Está en cines y próximamente en Netflix.
Hitler y los nazis: La maldad a juicio (Netflix)
Estoy viendo este documental que, a la manera de Netflix, cuenta la historia del ascenso y caída del nazismo, desde el final de la Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles (1918) hasta el juicio de Nuremberg (1946), usando como hilo conductor, tanto este juicio como las crónicas de Wiliam Shire, un periodista norteamericano que estuvo en Berlin presenciando el ascenso de Hitler y escribió los primeros libros que lo describen.
Los hechos que el documental de seis horas relata son conocidos. El material de archivo es, obviamente, muy bueno, y se hacen las tradicionales entrevistas a expertos. Puedo volver una y mil veces sobre esta historia incomprensible que marcó el siglo XX y que terminó resultando la más definitoria sobre la identidad del pueblo judío; estas seis horas se pasan volando. Dicho esto, tengo que decir que los realizadores de La maldad a juicio tratan a sus espectadores como a idiotas. Paso a explicar.
Como si las personas a las cuales se dirige esta producción no estuvieran preparadas para ver un registro original en blanco y negro, muchas de las escenas originales han sido coloreadas. El complemento de esta decisión absurda es el exceso de escenas recreadas con actores. A menudo se combinan las dos como, por ejemplo, en las que muestran el juicio de Nuremberg. El registro original, de buena calidad, es complementado sin solución de continuidad por la recreación: así, pasa el fiscal, los acusados, con una fisonomía física, y en continuado siguen los actores, parecidos, pero no los mismos, en otra calidad de definicion y movimientos de cámara más sofisticados. ¿Para qué? No hay un por qué.
Si esas afrentas al registro original no fueran lo suficientemente insultantes, hay menciones y referencias a la actualidad que subestiman mucho la inteligencia del espectador o están destinadas a trivializar el mensaje. Por ejemplo, cuando muestran imágenes de la mansión que Hitler tenía en las montañas, en el límite con Austria, el Berghof, la experta dice que es como “Mar-a-lago”, es decir, la casa de Donald Trump en Palm Beach (las menciones extemporáneas a Trump son norma en los documentales históricos de Netflix). Se habla de “fake news”. Para explicar las leyes raciales de Nuremberg, se remite a las leyes Jim Crow, de segregación racial en los EE. UU., diciendo que fueron su inspiración.
Tienen miedo de que si lo que se muestra no se ancla a una experiencia propia, ya conocida no se va a entender. Lo que se diluye con esas referencias es, claramente, el carácter único del nazismo, la especificidad del genocidio judío. Si te hacen pensar que Hitler era Trump, entonces… ¡no era tan terrible el nazismo!
Más allá de estas decisiones infantiles e infantilizantes, el material original es de primera categoría. De lo que no conocía, las imágenes del pueblo alemán y el austríaco eufóricos, antes de la guerra, son muy impactantes. Esta producción de Netflix está muy debajo de otras comparables, como la de la Guerra Fría, que era realmente excelente, pero, aun así, vale la pena dedicarle su tiempo si el tema interesa. Pero para los desprevenidos, Trump tiene muchos problemas, pero no es Hitler.
La epopeya del colibrí (Dalia Ber, dibujos de Bernardo Erlich, Libros del Zorzal)
Se cumplen 30 años del atentado a la AMIA y pocas veces un aniversario redondo del episodio se dio en el marco de una ola de antisemitismo “permitido” como en la actualidad, desde los episodios del 7 de octubre de 2023, con el ataque de Hamas. De entre el material que se va publicando se destaca esta notable novela gráfica que realizaron la periodista Dalia Ver (coautora de un libro muy divertido sobre la década del 80) y el dibujante Bernardo Erlich, un amigo de la casa. Entre los textos de Dalia y las imágenes de Bernardo se arma un rompecabezas que incluye varias historias que van desde la del pueblo judío, la del atentado, la de los barrios en donde se afincó la comunidad en la ciudad de Buenos Aires, la épica historia de cómo se recuperaron libros y grabaciones que estaban en el edificio de la calle Pasteur luego de la voladura, hasta las tribulaciones personales de la autora en aquel fatídico día, etc. El formato “novela gráfica” —cuyo antecedente más ilustre es justamente el relato de la Shoah realizado por Art Spiegelman, Maus— está extraordinariamente aprovechado por los autores.
Llámenme reaccionario, pero ante el avance de lo que llamo la “antimúsica” (desde el regattón hasta el trap, pasando por las aventuras comerciales de Wanda Nara y afines), me parece que no hay resistencia más ilustre y noble que la de la música pop. No el rock rabioso ni el virtuosismo del jazz sino el pop, es decir, la feliz explosión de burbujas que proviene de canciones perfectamente ensambladas, con su desarrollo, puente, estribillo, sus letras comprensibles y transparentes y la conciencia de que tres minutos de placer redondo son un botín mucho más valioso de lo que puede ofrecer cualquier otro artista reputado. Me resisto a esta cosa de la “música urbana” (¿en oposición a qué, a José Larralde?), con su autotune exagerado, su acento caribeño impostado y las referencias sexuales y sociales sin demasiado lirismo.
No sé si somos conscientes de que nuestros artistas pop —con carreras que ya se miden en décadas— están en un momento altísimo, libre, exitoso y creador, y que la moda del featuring los hace circular por aquí y por allá, mezclándose, interviniendo canciones y aportando su particular color y haciéndolas nuevas. Hablo de Miranda!, de Andrés Calamaro, de Chano y Tan Biónica, y también de los Auténticos Decadentes, especialmente en las composiciones de Jorge Serrano, otro compositor fenomenal.
Los featuring de Andrés son legendarios y ya recomendamos por acá una playlist descomunal, con la ilusión de ser exhaustiva que el gran Andrelo frustra semana a semana con nuevas colaboraciones. Apareció en estos días un tema muy bonito de Los Tipitos, una banda también notablemente longeva, a los que Calamaro les da su color y un estribillo tarareado muy identificable:
También me apareció en el random de Spotify la participación de Miranda! en el recital de Tan Biónica en River. No se escucha guau pero me gusta que estén juntos y que Chano diga: “¡dale, Juli!”.
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Luego de saber, gracias a unos chicos, que Messi es “team verano” y de verlo contemplar un poco avergonzado su propia imagen en la pierna de Tinelli, finalmente apareció una entrevista en la que Leo habla de fútbol. Se la hizo Juan Pablo Varsky para su ciclo Clank!, que ya hemos recomendado en estas entregas.
Muy suelto, cómodo, el Capitán habla de posiciones en la cancha, de lo que le gusta, de lo que no le interesa, de momentos particulares de su carrera, etc. De las muchas cosas interesantes que dice, me encanta esta: piensa que uno de los secretos del mediocampo de la Scaloneta es que todos alguna vez fueron “enganche”, es decir, el famoso jugador que antes llevaba la 10 y era el encargado de inventar cosas mágicas para ordenar el juego y generar situaciones de gol. Leo sabe que el enganche ya no existe (todos son polifuncionales) pero su clasicismo lo lleva a encontrar las marcas de quien lo fue para asegurarle al jugador sensibilidad en el pie, pase justo, la posibilidad de gambetear. Como me dice el Sabelotodo, Francisco Noriega, Leo entiende de fútbol como ninguno, pero lo entiende de una manera natural, poco tamizada por el intelecto. Guardiola le explica con un par de videos que tiene que jugar de “falso nueve” y no imagino una conversación larguísima, lo entendió organicamente y al día siguiente fue al Bernabeu y enloqueció a los centrales del Madrid. Todas esas cosas legendarias están en la charla con Juan Pablo, imperdible.
Ya que estamos, les recomiendo otras charlas futboleras de Clank!: la de Germán Pezzella, la del Gallego Méndez y la de Mariano Andújar me parecieron excelentes y permiten al futbolero de ley meterse en ese mundo maravilloso que es fútbol de elite hiperprofesionalizado de hoy.
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Hola Gustavo. de 10 como siempre. Yo soy un gran admirador de Linklater, me gusta mucho su cine (Escuela de Rock es una obra maestra) pero coincido con vos en la cosa canchera y con errores no forzados e inverosímiles de Hit Man (aunque entretenida, de lo peorcito suyo). Ya en el tema musical coincido un poco menos. Yo soy muy fan del Prog Rock y del jazz (de la música clásica también); me gusta El salmón o Los Tipitos. De lo otro paso. Hay bandas mejores que Miranda! o Tan Biónica. No me mueven nada, aún siendo pop y no tan sofisticadas. El resto impecable. Un abrazo desde la Patagonia.