El rapto (Daniela Goggi, 2023, Paramount +)
Pocas películas argentinas han acumulado tantas capas de realidad y representación como El rapto, de Daniela Goggi. Vale la pena hacer ese recorrido antes de hablar de la película misma. En 1985, apenas recuperada la democracia, fue secuestrado el empresario argentino Osvaldo Sivak. A pesar de que sus familiares pagaron el rescate de más de un millón de dólares, Sivak apareció muerto, recién dos años después. Los secuestradores eran miembros de los grupos de tareas de la Dictadura que luego en democracia realizaban secuestros extorsivos, a menudo conectados con los servicios de inteligencia. La incapacidad del gobierno radical de controlarlos generó un escándalo político que le costó el cargo al ministro del Interior, Antonio Troccoli. El hermano de Osvaldo Sivak, Jorge, también empresario, unos años después no soportó la quiebra de la empresa familiar y se suicidó.
En 2017, el hijo de Jorge Sivak, Martín, escritor y editor literario, publicó El salto de papá, una recolección fragmentada de recuerdos de esos años tortuosos entre el secuestro de su tío y la muerte de su padre. El libro fue un éxito, pero generó un gran escándalo familiar. Un capítulo estaba dedicado a un brutal ajuste de cuentas con su tía, la mujer de Osvaldo, Marta Oyhanarte de Sivak. Las hijas de Oyhanarte expresaron públicamente su desagrado con el contenido del libro de Martín Sivak.
(Charlamos en el momento de la edición del libro junto a Luciana Vázquez con su autor, en el programa Resaltadores, en radio Nacional, una charla más que interesante.)
Cuando se conoció el proyecto de Paramount + de llevar a su plataforma la adaptación cinematográfica de El salto de papá, la familia Sivak Oyhanarte y el propio hermano menor de Martín, se opusieron a que se usara el nombre familiar. Para evitar problemas legales, los realizadores cambiaron el título original de El salto a El rapto, modificaron los nombres y algunos elementos de la trama para alejarlos de los datos del caso original.
Como suele suceder en el cine, las restricciones ayudaron a la película a establecer un eje firme y efectivo, convirtiendo el relato subjetivo y deliberadamente arbitrario del libro de Martín Sivak, anclado en su mirada de niño y adolescente de aquellos años, difícil de adaptar, en una tragedia familiar, enmarcada por el clima político de la época. Así, el protagonismo de Rodrigo de la Serna –interpretando al hermano del secuestrado, en uno de los papeles de su vida– se hace central y su descenso a los infiernos es relatado mostrando un agobio y desesperanza casi insoportables.
Como toda película de época argentina, el diseño de producción es bueno y hasta demasiado bueno, convirtiendo cada escena en un parque temático sobre los 80. No sé si los Sivak tomaban Tab como gasesosa de cabecera, pero elegir poner una bebida discontinuada para demostrar que están en todos los detalles demuestra que les faltó el detalle de que menos es más y una puesta menos recargada podría haber estado más en función de la representación. Lo mismo sucede con el tema de los cigarrillos. Es cierto que el personaje real fumaba tres atados por día y que eso era una marca fuerte de su ansiedad y desesperación, pero la repetición del recurso termina llamando la atención sobre sí mismo.
Haciendo tándem con Argentina, 1985, El rapto, esta vez con más justicia, también cae sobre la figura histórica de Antonio Troccoli, ministro político de Raúl Alfonsín. El cine argentino ha sido más impiadoso con el primer ministro del Interior de la democracia que con las figuras peronistas, de derecha a izquierda y de 1983 a 2023.
Más allá de estos detalles, la película merece verse. El efecto trágico de aquellos años violentos, su derrame sobre la democracia incipiente que no encontraba forma de resolverlo, termina manchando a través de las generaciones a los distintos miembros de una familia, todos ellos víctimas.
“Wagon Wheel”
La primera de las dos veces que vi el documental de 16 hs de Ken Burns sobre música country, apropiadamente llamado Country Music, me fascinaba al cierre de cada uno de los ocho capítulos un aviso institucional del Bank of America, sponsor del emprendimiento. Se trataba de un montaje en el que varias personas –blancas, negras, hombres, mujeres, niños, adultos y ancianos– cantaban una canción pasándose un banjo de toma a toma. No conocía la canción, pero era como el epítome de la música hecha con banjo y violín, con una cadencia bella y contagiosa. El estribillo “Mama, rock me”, me permitió googlearla y descubrir que se trataba de “Wagon Wheel”, que se había convertido en un éxito del circuito country unos años antes en las versiones de Darius Rucker y de un grupo que aparecía en el documental, Old Crow Medicine Show, que se enorgullece de hacer música “vieja” (como se denomina a estos grupos que se apoyan en instrumentos tradicionales, “old time band”). Pasé un par de años sin pensar mucho en la canción, pero tarareando cada tanto el “ohhhhh, mama, rock me” tan pegadizo.
Hace un par de días, la cuenta de Twitter “BobDylanSmiling” (¿no es genial una cuenta cuya actividad central es subir fotos de Dylan sonriendo?) publicó el siguiente tweet.
Allí me enteré, junto a la hija del creador de la cuenta, que el origen de la canción era un demo que había grabado informalmente Bob Dylan cuando estaba haciendo la música de Pat Garret y Billy the Kid, la película de 1973 de Sam Peckinpah. En el demo, la canción está apenas esbozada aunque el célebre estribillo ya estaba completo. Veinticinco años después, el líder de Old Crow Medicine Show, Ketch Secor, fan de Dylan, escuchando el disco pirata con los demos en ese momento no liberados comercialmente, escribió los versos restantes y aparece como coautor de la canción junto a Dylan
Mañana a las 18 se juega una de las cosas más importantes del torneo éste que no sé cómo se llama: el descenso. La situación es que hay cinco equipos comprometidos y, como se hace habitualmente, todos van a jugar a la misma hora. El compañero Leandro Buonsante, periodista deportivo de la primera mañana de radio Mitre y comentarista de Direct TV lo resumió tan bien que no me queda más que reproducir su tuit.
La verdad es que me parece un programón ver alguno de estos partidos con un ojo puesto en los otros. Supongo que harán pantallitas en todas las transmisiones. No tengo favoritismos, aunque por historia y el volumen de la institución, me parece medio inaceptable que descienda Velez. Así que estaremos viendo esa masacre.
El otro morbo de la fecha es ver si Boca se queda afuera de la copa Libertadores. Le tiene que ganar a Godoy Cruz en Mendoza (juegan el domingo a las 21.30) y se tiene que dar una combinación de resultados tan extensa que me da fiaca copiarla. River (que parece, pero no está clasificado a los playoff), juega de local en Independiente frente a Instituto el domingo a las 18.
En la Premier hay un partido súper excluyente: el primero con el segundo, pero nada más y nada menos que el Manchester City contra el Liverpool. Les recuerdo que es una liga en la cual un partido importante bien puede salir 0-0 pero también 4-4 como el último encuentro entre el Chelsea y el equipo de Guardiola. Es el sábado a las 9.30.
Entre el primero y el quinto de la liga hay tres puntos de diferencia. Otro de los escoltas, Arsenal, va de visitante contra el Brentford, el sábado a las 14.30. Tottenham, cuarto con un punto menos, juega el domingo a las 11 contra el quinto, Aston Villa, otro partido muy atractivo para ver.
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Y desconocía por completo la historia de la familia Sivak, gracias por eso también.
No conocía casi nada de música country y tampoco ahora aunque ya distingo algunos nombres, y disfruté mucho el documental de Ken Burns, es para verlo más de una vez me parece. La conjunción de la música y las vidas de los artistas lo hace interesantísimo.